ACTO DE MAGISTERIO
María Madre de la Cristiandad
(Borrador)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. María es la Llena de Gracia (Lc 1,28), entonces Madre de la Gracia para todos aquellos que, reconociéndose hijos en el Hijo Jesús (Jn 1,12; 1Jn 3,1), se encomiendan a Su Corazón de Madre.
María es Madre de la Cristiandad: de la Cristiandad que quiere vencer contra el Mal, contra todo mal, para colocar en el centro a Cristo, el único y eterno Bien, donado por el Padre y bajado del Cielo en la Nueva Jerusalén a fin de que todos puedan amarLo, conocerLo, vivirLo y ser salvados (Jn 3,17).
La Nueva Jerusalén es el Rincón de Paraíso en Tierra elegida por el Padre (Ap 21,2): el “Padre Nuestro” que Jesús ha hecho conocer a Sus hijos (Mt 6,9-13), el Padre del Hijo de Dios que aquí ha posado nuevamente Su Pie, Su Corazón, para renovar toda la Tierra y regenerarLa en lo íntimo.
Por medio de María, de esta Madre Tierra, los hijos vivirán la Nueva Cristiandad que del Brote (Is 4,2; 11,1; Jer 23,5; 33,15; Zc 6,12; Ap 5,5) está lista para renovar la humanidad, dividida entre el Bien y el Mal, aquel tanto mal que en estos tiempos sobreabunda y ha tomado la delantera en muchos corazones.
He aquí los tiempos duros y difíciles profetizados y anunciados (Mt 24,21), donde máxima es la expresión del Mal (1P 5,8) que actúa sin parar para hacer que la humanidad pueda implosionar y autodestruirse.
He aquí entonces la fuerza de la Cristiandad que ahora aún más tiene que manifestarse: la fuerza de la única y eterna Fe, verdadera y auténtica, enraizada en el Padre Creador, que en el Hijo se manifiesta, para demonstrar a todos que se debe dar culto y adorar sólo al único Dios, sólo al único Señor (Mt 4,10), sólo al único Espíritu que es Santo y que es Persona (Jn 4,24); y la fuerza de la Consagración al Corazón Inmaculado de María, Madre de la Cristiandad, Aquella que ha vencido y que con Su Estirpe vencerá al Mal y a todas sus filas (Gen 3,15).
El Niño Jesús ha bajado del Cielo en la Tierra de Amor (Hch 1,11) para aunar todo Su Pueblo bajo el único Estandarte: María, que en la Nueva Jerusalén todos aman y todos conocen. En María, con María y por María Él manifiesta Su Vitalidad y, ahora más que nunca, manifestará Su Fuerza, Su Amor, Su Pasión, Su Verdad, a fin de que todos en Su Luz puedan ver y ser vistos y amados, conocidos y reconocidos (Jn 3,21): por corrección, por santidad, por pureza, por equilibrio sino sobre todo por el corazón.
El corazón es el centro de la fe de los hijos de María: un corazón que late y más y más latirá de Amor por Aquella que es Madre (Jn 19,27), para hacer que todos laten de aquella Linfa que corre en el corazón de los hijos creyentes en el único Señor, en el único Maestro, llamados a consagrar el mundo de buena voluntad al Corazón Inmaculado de María, Madre de la Cristiandad, Fuente del Amor de Dios.
He aquí la Apelación que la Madre Iglesia ha dirigido a los cristianos y a los hombres y mujeres de buena voluntad a consagrarse al Corazón Inmaculado de María, a fin de que aquellos que se han consagrado a Su Corazón puedan ahora recibir la justa recompensa (Ap 11,18), por el gran amor, la gran devoción y por la gran fidelidad manifestada a Su Corazón.
Quien con fe se encomienda y se consagra al Corazón Inmaculado de María, Madre de la Divina Gracia, Madre de la Cristiandad, Corredentora Universal (Acto de Magisterio, “En María, con María y por María”, 22/12/2019), encontrará Salvación en el Corazón del Padre.
Aquellos que no habrán querido acoger la Apelación a consagrarse a María (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “María me consagro a Ti”, 10/03/1986), se encontrarán aún más apretados por el Mal, que avanzará en sus corazones. Sin la ayuda de María, no lograrán vencer al Mal; no lograrán comprender y vivir cumplidamente la Fuerza del Bien y el único Amor, Dios Amor (1Jn 4,7-9), que vence a todo peso y libera el corazón de toda cadena y de toda infidelidad.
He aquí el Sello de María Madre de la Cristiandad imprimido sobre todo hijo (Ap 7,3), a fin de que el Padre en su eterna Bondad pueda donar Su justa Recompensa y manifestar Su Rostro (Sal 79,4), para que se vea aún más la diferencia y la distinción entre los verdaderos adoradores de Dios y los sacrílegos, aquellos que, habiendo canjeado el Bien por el Mal, se han abandonado a cometer todo acto impuro y malvado.
He aquí la Iglesia de Cristo, única y eterna Iglesia (Mt 28,29) que por Voluntad del Padre se ha manifestado, ha nacido y ha surgido para juntar la humanidad a la Divinidad: la Iglesia que tiene María como protección para cada hijo, donde los Arcángeles monitorean, velan, aman, confortan y acompañan a Su Corazón Inmaculado a aquellos que se dejan servir y cuidar por Su verdadero Amor.
María es el único Amparo, el único Sostén, el único Reposo que donará paz y santidad al corazón de todos aquellos que en Ella viven y en Ella querrán vivir por la eternidad, para comprender aún más la esencia de Su Corazón (Lc 1,30) unido al Corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Quien quiere ser verdadero siervo de Dios sea siervo de María (Lc 1,48), para comprender el servicio del Hijo de Dios (Lc 2,52) que cotidianamente manifiesta el servicio al Corazón del Padre (Jn 12,28), para acompañar y acoger a cuantas más almas posibles, a fin de que Jesús pueda llegar a ser Rey de un gran pueblo (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “Las tres Fiestas más bellas”, 28/08/1994).
Dios Padre Todopoderoso ha donado Su Libertad a la humanidad, que no ha entendido el inmenso Don recibido. Muchos se perderán dispersando este Don. Dios no obliga, no fuerza, sino derrama Amor y deja libre de acogerLo o no acogerLo. He aquí la superioridad de los cristianos con respeto a otros, que encuentra cumplimiento en el Espíritu infundido por el Padre en su corazón (Jn 6,63).
Los Cristianos hacen proselitismo dejando libres, siguiendo el ejemplo del Padre, de acoger o no acoger Su invitación (Mc 16,15-16), a pesar del Mal que avanza en este mundo; a pesar de que el mundo no haya comprendido el Itinerario de la Salvación trazado por el Padre en la Nueva Jerusalén; a pesar de los que han querido cerrar a muchos este Itinerario; a pesar de los que nunca han aceptado al Itinerario de Dios, Su manifestarse en la historia de la humanidad.
Todo ha empezado y todo tendrá una conclusión, para re-comenzar y nunca más terminar (Ap 21,1).
He aquí María, el Alfa de la Cristiandad, que ha donado al mundo lo que el Padre había prometido (Lc 1,49). He aquí el Inicio, el Ápice, el Eje de la Cristiandad, aquel Templo vivo que ha permitido que el Verbo llegara en el mundo (Lc 1,35).
En la Nueva Jerusalén el Verbo ha vuelto, como había prometido (Jn 14, 2-3). Y he aquí nuevamente María, Omega de la Cristiandad (Ap 12,1): de donde todo ha empezado, todo termina, para hacer sumergir todos en el Corazón del Padre, Arribo final del Itinerario de la Salvación.
He aquí, entonces: el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y María, Colgante entre Dios y la humanidad, Expresión del Amor del Padre, Aquella que no ha guardado para Ella el Don más grande que el Padre Le hizo, sino Lo ha donado, sabiendo de encontrarLo en una multitud (Ap 7,9), para volver a entregar todos Sus hijos al Padre, santos y purificados en Su Amor de Madre.
Este es el Camino de cada cristiano: nacer de María, así como ha nacido Jesús, y volver en María, renaciendo de lo Alto, en el Espíritu (Jn 3,3), para luego rencontrarse en el Padre, en Su única y eterna Bondad, pura y santa, por la eternidad (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “El Retorno de Jesús”, 30/10/1994). En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
31 de octubre de 2024
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