La viva responsabilidad de los hijos
en hacer hasta el fondo la voluntad del Padre

El Espíritu que anima la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén está vivo. El Espíritu vivo de la Madre Iglesia sopla para que el mensaje universal del Hijo de Dios pueda hacer eco en todo rincón, en toda casa, de norte a sur, de este a oeste, para que pueda volver a llevar en esta humanidad la divinidad, para hacer redescubrir a la humanidad entera el tesoro precioso que está encerrado en el Corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

En el tiempo y con tiempo el Padre ha preparado el corazón de Sus hijos.

En el tiempo y con tiempo lo que debía ser dicho ha sido dicho, hecho conocer, para que cada corazón pudiese prepararse a acoger todo lo que a través el Corazón del Padre se habría realizado. La humanidad, gran parte de la humanidad, siempre ha rechazado el Camino trazado por el Padre; por consiguiente siempre ha reaccionado hacia las sugerencias dadas por el Padre, aunque dadas en el respeto de la libertad de cada uno. La humanidad ha reaccionado contra la voluntad del Padre, sin nunca asumirse las propias responsabilidades. La responsabilidad que los gestos, las palabras y las acciones hechas por los hombres habrían provocado con respecto al Plan de Amor y de Redención querido por el Padre para la salvación de la humanidad.

En el tiempo y con tiempo con la Virgen María el Padre ha llamado nuevamente la humanidad en la filiación del Hijo de Dios, asegurando a la humanidad la protección materna. Quienquiera se hubiera refugiado en el Corazón de una Madre, María, la Sierva fiel, la Eterna Mozuela, la Inmaculada por gracia, habría sabido contener en el corazón lo que estaba en Su Corazón de Padre, acogiendo con Amor, viviendo con Amor, coparticipando con Amor.

En este tiempo, en esta Cuna, en esta Tierra de Amor, nuevamente los cuidados maternos han donado a la humanidad el Salvador, el Niño Jesús bajado del Cielo para salvar nuevamente la humanidad perdida, una humanidad compleja, una humanidad vaciada de la cristiandad.

En Espíritu y Verdad (Jn 4,24; 14,16-17) el Salvador ha venido. El Espíritu vivo del Salvador está presente en esta Madre Iglesia. Y de esta Iglesia vuelve a partir, para hacer vencer y triunfar la cristiandad, para hacer vencer y triunfar el Corazón Inmaculado de María, para poder extender Su gloria sobre toda la Tierra y donar al Padre una humanidad renovada en el vivo Amor de Cristo, Salvador del mundo.

Quien ama al Hijo ama al Padre. Quien no ama al Hijo (Jn 3.36; 5,23) no ama al Padre ni a la Madre, que ha generado el Hijo, donándoLo a todos como ejemplo y guía, para guiar los pasos, las palabras, toda acción, a fin de que todo pudiese contribuir (Ro 8,28) al alcance del objetivo requerido: paz, fraternidad, amor, santidad, alegría para ser, por consiguiente, libres en la Verdad (Jn 8,32).