Revelación de Jesús a María G. Norcia
30 de junio de 1985
“El Altar Eterno Privilegiado
para la Unión Hipostática”
(Borrador: Traducción automática)
Hija mía,
Los protomártires fueron los mártires más desconocidos, los que consumaron su martirio en masa.
De ellos, tomados uno a uno, ni siquiera se conocen sus nombres en la tierra. Sin embargo, fueron los más fecundos para la difusión del cristianismo, pues nada ni nadie los separó de Mí.
Ellos dieron cumplimiento en sí mismos a Mi Muerte y Resurrección, a Mi Pascua, de la manera más heroica, más perfecta.
Se convirtieron así en el Eterno Altar Privilegiado.
Su sangre unida a la Mía hizo blancas sus vestiduras y fue derramada para la Redención de muchos. Toma ejemplo de ellos.
Aún no has llegado al derramamiento de tu sangre, y sin embargo ya estás cansado e impaciente.
Recordad que la leña debe estar seca para arder bien y dar luz y calor, a fin de llevar a cabo Mis designios sobre cada uno de vosotros.
El martirio es un signo de Esperanza grande y duradera. Por él os sentiréis animados a dar la vida por vuestros amigos: los desdichados, los que Me buscan, pero no Me encuentran, porque tienen los ojos vendados y no saben. Y cuanto más me buscan, más no me encuentran; y cuanto más no me encuentran, más se desesperan. Deben llegar al fondo y perder así todo respeto humano, para tomar conciencia de Mí.
Yo obro a través de vosotros: vosotros sois el Templo y la familia de Dios.
El Altar Eterno Privilegiado está preparado para la unión perfecta de vuestra humanidad con Mi Divinidad. Pero el Pan Eucarístico, colocado sobre la mesa de oro del Tabernáculo, parece reservado sólo para unos pocos y ciertamente no para los mejores. ¿Y los demás? ¿Los desesperados, los desposeídos, los miserables, los leprosos del Espíritu? ¿Qué les impide asistir a esta reunión? ¡La Ley! ¿Qué Ley? Ciertamente no la Ley de la Misericordia, ante el estado de necesidad.
Así, estos mártires «sucios» languidecerían sin conocerme, si Yo no interviniera por medios extraordinarios.
Hay algo más grande que la Ley: Mi Obra y Mi Persona.
Así, las ovejas perdidas, extraviadas por guías ciegos, que no ven y no quieren ser vistas, son atraídas directamente a Mí, a este Lugar Santo, desde donde, en esta pequeña Cuna, reclamo para Mí y para Mi Misión una autoridad divina, que sobrepasa los estrechos límites de la Ley y, como Dios y como Legislador, Me reclamo Dueño hasta de la fiesta y puedo dispensar del descanso festivo.
Mi Caridad es superior a todas las demás virtudes, y en los días de fiesta hago todo lo que la Caridad exige.
¿Por qué, entonces, tanta lividez por Mis signos? De nuevo se repite la historia de Mi Pasión y de nuevo soy juzgado y desterrado, sólo porque trabajo por la Redención humana y por la implantación del Nuevo Reino de Paz.
Ah, el pecado contra el Espíritu Santo, que consiste en negar la Verdad conocida, persiste todavía a causa de la obstinada voluntad y de la falta de toda disposición para el Perdón.
Yo estoy dispuesto a acoger al pecador que se arrepiente; pero los fariseos no quieren arrepentirse, desprecian al penitente y, por tanto, no se ponen en condiciones de ser perdonados.
El pecado contra Mis Señales puede ser perdonado, pero no aquel contra los efectos de las Señales en las almas: negar la realidad y el origen de Mis maravillas, de Mis Obras, es negarme a Mí.
Y al tercer día quedarán consternados, aterrorizados, cuando, desde esta Cuna, Yo dé la Señal de Mi Divinidad, que será Resurrección para unos pocos y condenación para muchos.
A los que presumen de haber aceptado Mi Palabra, les mostraré con hechos que su perversión es grande y que es peligroso pisotear las gracias de Dios.
Ningún supuesto parentesco Conmigo debe apartarse del deber de la Caridad.
Ésta no circula sólo entre los íntimos, pues, a la larga, se hace repetitiva, poco creativa y asfixiante, sino que se extiende a todos los hombres de buena voluntad, sobre todo cuando, en ellos, se declara la obediencia a la Iglesia.
Mis verdaderos hermanos son los que hacen Mi Voluntad y están unidos a Mí por los lazos del Amor y de la Gracia, que es una participación de Mi Naturaleza Divina, y los hace, por tanto, Mis hijos.
María Santísima fue grande como Madre Mía, pero más grande por haber hecho la Voluntad de Dios.
Mis hijos lo son, no porque ejerzan un Ministerio o porque sean bien intencionados, sino porque habrán hecho Mi Voluntad, cumpliendo Mi Misericordia.
Hija Mía, veo tus santos esfuerzos por dar a conocer Mi Verdad y los convalido todos bajándolos a Mi Preciosa Sangre.
Recuerda a quien te envío que la suerte y los frutos del Evangelio dependen de las disposiciones personales.
Ciertamente no fue Mi intención predicar la Buena Nueva para que no fuera comprendida.
¡Me bastaba con no hablar!
Más bien, ante el peligro de ser incomprendido, usé parábolas, en las que sólo brilla un rayo de Mi Verdad. Entonces los buenos, deseosos de comprensión plena, preguntaban, obteniendo la explicación.
Aquellos, sin embargo, que no tenían buena voluntad, no se preocupaban y permanecían en su ceguera.
¡Recuerda la Virgo Prudentissima!
Lo mismo sucederá con los que se acerquen a ti; malvados los ha habido y los habrá siempre. Sobre las Verdades del Evangelio el enemigo siembra los errores de herejes y filósofos, que luchan contra ellas, tergiversándolas.
A veces os resulta difícil distinguir la Verdad del error. Pero no debéis eliminar a los culpables que, arrepintiéndose, pueden ser útiles. El celo impaciente e impetuoso de algunos apóstoles arruina a menudo todo bien. Deben hacer como Yo, que restauro con paciencia y bondad. De este modo, el grano de mostaza se convierte en uno de nuestros árboles fructíferos, y ellos, convertidos en piedras vivas y perfectas, volviendo a redoblar su ímpetu por el ejercicio de la humildad, se extenderán por toda la tierra y, así renovados por el fermento divino, transformarán a la humanidad.
La contaminación es general y ha alcanzado las más altas esferas.
A Mí, sin embargo, me bastan unos pocos justos, para apartar a los hombres del castigo.
Yo daré sentido y valor a toda obra de mediación realizada por unos hombres en favor de otros hombres, preparando a la humanidad al conocimiento de Mi primacía universal y realizando la solidaridad de todos en torno a Mi Persona, considerada a la luz de la unión hipostática del Hombre-Dios.
La culpa y la muerte dominan ahora a la humanidad, pues hay pocos testimonios de justos. Pero lo importante es que el buen trigo no se convierta en cizaña.
Nadie puede eximirse de hacer algo para eliminar el mal.
Y este algo es el testimonio de una manera diferente de actuar, de pensar, de plantear la propia vida y, si es necesario, el testimonio abierto y leal de una vuelta atrás, de un cambio de camino, de arrepentimiento por el mal hecho.
Oh sí, esto es lo que Yo deseo en todos vosotros y tendré Misericordia de todos aquellos que afronten con alegría todas las dificultades que encuentren en su camino, sin vacilar, corroborando, con Mi Preciosa Sangre, el heroísmo de su fidelidad en las pruebas.
Yo os bendigo
Jesús