Revelación de Jesús a María G. Norcia
26 de julio de 1996
“Ella que es la síntesis de los profetas
y de los antiguos patriarcas”
(Borrador: Traducción automática)
Aquí está Jesús; desciende en una gran luz, se acerca a mí y me dice:
La enseñanza de mi Padre se ha extendido por toda la tierra,
La enseñanza de mi Padre fue dada a un pueblo elegido y amado por Él para que creyera y difundiera su palabra.
Ese pueblo, sin embargo, considerándose elegido, no comunicó a los paganos el mensaje del amor de mi Padre, y entonces el Padre envió a la tierra una parte de sí mismo encarnada en el Hijo de la Virgen María, y yo Jesús, en la mente del Padre desde antes de todos los tiempos, comencé mi camino de amor para llevar a los pueblos de toda la tierra al amor del Padre, para llevar a todos los pueblos de la tierra al amor del Padre, borrando con mi sacrificio y llevando conmigo a la cruz los pecados del mundo.
Y así mi palabra, la palabra de mi Padre salió de los confines de Israel para propagarse por todo el mundo, incluso principalmente, a través del sacrificio y martirio de tantos hijos míos, pero mi misión aún no tiene fin y una vez más bajé como Niño para crecer en el corazón de tantos hijos míos que, de otra manera, nunca habrían conocido el amor de Dios.
Una vez más, como en siglos pasados, habrían conocido el amor de Dios y, una vez más, como en siglos pasados, el Padre eligió un alma escogida para encarnar la síntesis de todos los profetas y de los antiguos patriarcas para completar el cumplimiento de sus designios y me la confió para que yo creciera en su corazón, ayudándola así en este difícil camino que ella supo recorrer no sólo por amor al Padre, sino por amor a tantos hijos del Padre que nunca habrían encontrado el camino hacia mi corazón sin conocer el camino que conduce a mi Cuna.
Y tú, hija mía, ¿todavía te preguntas qué hacer?
¿No te das cuenta del trabajo que realizas cada día?
¿No te das cuenta de cuántas almas, arrebatadas al enemigo de todos los tiempos, devuelves al amor del Padre?
Grave es la tarea que mi Padre te ha confiado, pero ¿crees que cualquier otro la habría aceptado como tú la has aceptado?
Al veros cumplir, día tras día, con amor, a menudo con sufrimiento, pero siempre con infinita voluntad de hacer Su voluntad, es cuando el Padre del Cielo contempla vuestro trabajo y encuentra también un motivo de alegría que le compensa de tanto sufrimiento que le llega de tantos hijos que abandonan el camino verdadero y se vuelven a los falsos profetas, a viles engañadores que seducen y se llevan a tantos hijos Míos, pero aquí, aquí los recojo si vienen a Mí aunque sea una vez, si vienen a Mí aunque no quieran reconocerme, si vienen a Mí por pura curiosidad.
Los tomo y se los confío a María.
Algunos, particulares, os los confío a vosotros porque vuestro amor, vuestra comprensión, vuestra disponibilidad los hace dóciles primero al amor de ese Niño y después al de Mi Madre para que Yo pueda entonces abrir los brazos y estrecharlos contra Mi corazón.
Y ahora aquí encontrarán también otra asistencia, asistencia por añadidura no por sustitución porque la fuente de Mi amor está en esa pequeña Cuna Mía, porque Mis palabras de amor para los necesitados son transmitidas por Mí a través de las hijas de Mi corazón.
Esta es la continuación de mi obra.
Este debe ser el cumplimiento de la voluntad de Mi Padre, el único dispensador supremo de amor, que ha hecho suya esta isla bendita, para que tantos de Sus hijos puedan volver a Mí purificados en corazón y espíritu.
Esta, hija mía, es la voluntad del Padre.
Por eso, hija mía, Él te ha colocado en el centro de este amor Suyo, porque tu presencia constante debe convencer incluso a los corazones más duros de entender y hacer que incluso aquellos que antes no entendían los signos de los tiempos comprendan que ahora el tiempo del Padre está cerca, el tiempo en el que el Padre me confiará el premio a repartir entre los justos valiéndose de tu trabajo y del amor de tu madre a la que hoy quiero recordar de manera especial porque Ana era el nombre de la abuela a la que no conocí en mi vida terrena y mis buenos deseos van también para la abuela a la que he elegido como abuela terrena y a la que he confiado una tarea importante en la realización de este gran plan de amor por mandato del Padre.
Vuelvo al Padre donde, desde hace unos días, una nueva estrella brilla a mi lado, dando esplendor para extenderse sobre tantos nuevos hijos a los que llamaréis aquí porque un día muchas estrellas brillantes tendrán que brillar a la luz del Padre sobre mi ciudad.
Yo te bendigo hija Mía y tú bendice siempre en tu corazón aunque no te lo pidan.
Bendice siempre en Mi nombre a todos los que se acerquen a ti con fe por ese Niño que con tanto amor sabes acunar.
Jesús te bendice y vuelve al Padre cada vez más deseoso de volver para siempre, de volver en medio de Su rebaño que ve crecer cada día más.
Jesús te ama.
Jesús te ama con toda la fuerza de su corazón.