La Cruz de Luz ilumina el mundo
y libera los pequeños de la esclavitud de Roma

(Borrador)

Jesús, el Hijo del Dios viviente, ha bajado en esta Tierra de Amor para liberar a todos Sus pequeños, a todos Sus hijos que querían y quieren permanecer atados a Su Nombre, a Su Palabra, a Sus enseñanzas. Bajo el signo de María, Madre Iglesia, Nueva Jerusalén, Jesús acoge a cada hijo que aquí llega para pedir la Vida.

El hijo de Dios, por el Nombre de María Buena y Tierna Madre, libera a todo hijo de muchos verdugos, libera al corazón de Sus hijos de la pesadez que otros han querido fijar en sus corazones, poniendo los hijos de Dios en cruz: aquella cruz que quita la dignidad y que hace ser nuevamente esclavos y penitentes. En esta Tierra de Amor el Hijo de Dios, por medio de Su Luz, quiere volver a levantar a Sus hijos a fin de que el yugo pesado (Is 47,6) puesto por otros sobre sus hombros pueda recaer sobre todos aquellos que han utilizado el Nombre de Jesús, Su Palabra, Sus Escrituras al detrimento de Sus pequeños.

Para volver a vivir la Vida de Cristo hace falta vivir la simplicidad. Para volver a vivir la Vida de Cristo hace falta vivir la ligereza cristiana. Para volver a vivir la Vida de Cristo hace falta renacer nuevamente en el corazón (Jn 3,3) y acoger todo lo que el Padre ha querido realizar.

Este es lo que en esta Tierra de Amor se realizará, al detrimento de todos aquellos que, anclados a la tradición (Mc 7,8-9.13), permanecerán aplastados por las ruinas de aquella ciudad, de aquella casa (Mt 7,27; Jer 4,6) que ha malvendido el Espíritu (Mc 3,29), el Espíritu del Padre, el Espíritu que anuncia la Verdad, el Espíritu que hace libres (Jn 16,13).

Nada ha cambiado desde cuando Jesús ha bajado por primera vez con respecto a hoy. Aquella realidad que había nacido para renovar se ha encontrado nuevamente a ser verdugo de los pequeños (Ap 17,6), abusando de todos aquellos que se dirigen al Padre para pedir ayuda, humana y espiritualmente. Los tiempos han cambiado pero las maneras utilizadas son siempre las mismas. Sumisión y silencio. El silencio orante ayuda a hacer crecer el alma cuando el corazón está orientado a la contemplación divina. El silencio total, frente a la corrupción, frente a todo lo que es negación de la acción del Espíritu Santo, hace todo corazón guarida del espíritu inmundo.

He aquí que todos aquellos corazones que debían transmitir la santidad por la misión recibida han fracasado, canjeando la santidad con el poder, para negociar lo que nunca se habría debido negociar y ser, así, artífices de la nueva traición que se está consumando y se ha consumado hacia el Padre.

Todo tentáculo de aquella casa será aplastado y cortado y echado. El Espíritu del Padre mostrará todo tentáculo de aquel pulpo a fin de que se puedan ver todos aquellos que han abusado de la misericordia del Padre, porque los hijos de Dios ya no permanezcan ahogados sobre la cruz sino puedan levantar la Cruz de Luz para que la justicia del Padre pueda abatirse y vencer todo poder. Toda cátedra, así como ha sido profetizado, caerá. Todo poder dejará el paso a la acción divina. Todo reino que no está fundado sobre la Palabra del Padre que está en los Cielos quebrará. Toda nación que ha desviado de la acción divina naufragará. Todos aquellos que han aniquilado el espíritu de la fraternidad animados por la competición moral y espiritual perecerán en el espíritu. Y esta Isla de Amor cada vez más hará resplandecer la Luz de Cristo (1Jn 1,5) cada hijo que reconocerá esta Madre Tierra.

Jesús, el Hijo del Dios viviente bajado en la Tierra de Amor por voluntad del Padre, volverá a donar consuelo para que nazca en los corazones nuevamente la esperanza, que se transforma en certeza, a fin de que muchos puedan advertir la presencia viva del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que en esta Tierra es. La universalidad de la Iglesia de Cristo triunfará. El mensaje que con amor y santidad esta Madre Iglesia transmite a todas las gentes reconvertirá todo corazón a la Verdad del Evangelio (Ef 6,19-20) para hacer volver todos a la esencialidad de la Palabra de Jesús que, transmitida con amor, da fruto y no apariencias.

Este es lo que esta Tierra de Amor nace y cada vez más nacerá. Estos serán los frutos que podrán hacer comprender todos aquellos que quieren conocer y reconocer la Verdad que aquí todo se concretiza y todo se vive en Espíritu y Verdad (Jn 4,24), porque la Escrituras se cumplen y puedan ser comprendidas, vividas, como protagonistas y no como espectadores, no como aquellos que antes, son usados y luego echados, no como aquellos que estás sometidos con el terror.

En esta Tierra todos podrán vivir Dios en Espíritu y Verdad (Jn 14,17). El nombre de los hijos de Dios será escrito en el Libro de la Vida (Ap 20,12c; 21,27), la Vida que nunca acabará, la Vida eterna que en Cristo, sólo en Cristo, se podrá vivir. Éste es el camino de los hijos de Dios, de aquellos que quieren vivir la Verdad absoluta que este mundo no ha querido comprender porque nublado por las lisonjas del mundo y por las pasiones desenfrenadas, impuras, que otro espíritu pone en el corazón de todos.

El estandarte de Dios brillará alto y contrastará toda acción anti-cristiana, toda palabra anti-cristiana. Y se podrá de verdad comprender y apreciar la Palabra de esta Casa con respecto a la palabra de otra casa. En esta Casa palabras santas y divinas; en otra casa palabras blasfemas.

He aquí la primacía de la Iglesia de Cristo con respecto a otra casa que ha perdido, vendido, canjeado la primogenitura (Jén 25,34b), menospreciando la Verdad y llevando adelante un mensaje de verdad relativa.

Esta Iglesia, la Iglesia de Cristo, nunca tramontará. Y la Cruz de Luz que encauzará las gentes iluminará el camino de los hijos fieles a Cristo, único Camino, única Verdad, única Vida (Jn 14,6).