La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén es la Iglesia surgida por voluntad del Padre para mantener derecho el Barco de la cristiandad que conduce a Su Corazón. El Arca de la Nueva Alianza, única y eterna, renovada en Su Amor de Padre (Jer 31,33) que en el unigénito Hijo es Persona (Jn 1,14), seguirá acogiendo todos los hijos y todos los hombres y las mujeres de buena voluntad que quieren poner Cristo y la cristiandad en el centro de la propia vida, queriendo vivir Dios como el único Bien primario.
Dos son los pilares fundamentales sobre los cuales se funda y prosigue la misión de esta Iglesia: la Familia y la sacralidad de la Vida, que son y permanecerán centro de la vida de los fieles de esta Madre Iglesia. Con motivo de este, esta Iglesia, animada por el Espíritu Santo, seguirá donándose con amor a todos aquellos que querrán consagrar la propia vida a Cristo y María, para hacer ser todos verdadera familia y uniformar la propia vida a Cristo y María, para llegar a ser similares a Ellos e todo (1Jn 3, 2b).
Quien de criatura ha llegado a ser “hijo” de Dios (1Jn 3,1) haciéndose bautizar en el nombre del único Señor, del único Salvador del mundo, Cristo, el Dios Uno y Trino (Mt 29,19) ha emprendido el Camino que conduce a la Salvación. Los corazones de los hijos de Dios que están unidos en el sacro vínculo del matrimonio para llegar a ser pequeña Iglesia doméstica, seguirán siendo parte viva de la Iglesia universal, para seguir juntos el camino que conduce directamente al Corazón del Padre. Quien, hermano entre los hermanos, ha consagrado la propia vida para hacerse portavoz, ministro de Dios, aún más se donará, a fin de que todos los miembros del Cuerpo místico de Cristo (Rm 12, 4-5) puedan absolver a su llamado y dar fruto en abundancia, renovando el propio “sí” al llamado del Padre.
Esta es la fe y la fidelidad que esta Iglesia, Madre Iglesia, hará conocer y amar a todos los hombres de buena voluntad. Cristo es unión. Cristo es Vida. Cristo es certeza. Éstos son los ejes principales para hacer que todos sean sobre el único Camino, Cristo, para proclamar a una sola voz el Señor de los señores y el Rey de los reyes (Ap 19,16), que conduce todo hermano a tomar Su mano que lleva al Corazón de Aquella que por gracia purifica, santifica y acompaña al Corazón del Padre para vivir la Vida eterna.
En esta Casa el Camino es maestro y conduce todos en la Verdad, para que nadie nunca pierda la esperanza y la confianza sino para que todos puedan volver a encontrar aquella certeza que Cristo Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6) ha venido para donar con Su Persona. En la Nueva Jerusalén brilla la Luz de Cristo, bajado del Cielo para nuevamente iluminar la vida de cada hombre. En esta Morada se festeja la Luz, la Navidad, Cristo que ha bajado del Corazón del Padre para levantar todos y ser revestidos de Su Amor, de la Luz del Espíritu revelador que conducirá a todos a vivir la Verdad entera (Jn 16,13).
En otra casa, que ha traicionado el llamado a su tiempo recibido y encomendadle por el Padre, se encuentra y se encontrará a vivir momentos cada vez más oscuros. Y todos aquellos que no ven y no quieren ver estarán en las tinieblas (Jn 1,5) cuando sobrevendrá la hora de la tribulación (Mt 24,21; cf. Ap 7,14). Cuando incluso el último baluarte de la fe en aquella casa se apagará, todo lo que el Padre ha revelado se manifiesta y se manifestará en la totalidad. Muchos han sido los signos enviados por el Cielo para hacer comprender a todos lo que estaba y está pasando. Pero esta humanidad no ha querido y no quiere comprender lo que proviene del Corazón del Padre.
Todos aquellos que han acogido, acogen y acogerán a la Luz de Cristo (Jn 1,9) nuevamente bajado en esta humanidad para donar a todos Sus hijos la Alegría, la Paz, la Sinceridad y el Amor no temerán ningún mal sino que serán llenados por el Espíritu de Cristo, que conducirá todos a la Verdad entera (Jn 16,13) para hacer vivir todos como sarmientos injertados en la única Vid (Jn 15,5) que dona la Vida, Cristo, el Árbol de la Vida (Ap 22,14) que el Padre ha puesto en el centro de Su Ciudad (Ap 21,2), la Nueva Jerusalén, Morada metafísica de Dios entre los hombres (Ap 21,3).
«Oh Nueva Jerusalén, Morada de Dios entre los hombres, Ciudad Santa y fiel del Amor del Padre, acoja nuestra oración para agradecer al Padre por todo lo que nos ha donado en este tiempo. Y prepáranos a acoger a todos aquellos que a Ti llegarán, para donar nuevamente al corazón de esta humanidad árida y perdida la Luz que es Cristo, bajado del Cielo para desgarrar las tinieblas que envuelven este mundo y conducir todos Tus hijos y todos aquellos animados por la buena voluntad a la salvación, que es Cristo, el Dios Uno y Trino, el único Camino, la sola Verdad, la eterna Vida. Y así sea».
El Patio de la pureza de la fe resplandece y resplandecerá más y más. El Patio de María, la Inmaculada Concepción, hará brillar el corazón de Sus hijos, para conducir a todos en el único redil (Jn 10,14-16), en la única Gruta querida por el Padre, hecha nueva en el Hijo para renovarla en el corazón de los hijos, que en el Señor creen, al Señor se inclinan y al Señor cantan himnos para amar, vivir y vencer en el corazón de Dios Padre Todopoderoso.