La Nueva Jerusalén,
el Rincón de Paraíso
que une el Cielo a la Tierra

En la Nueva Jerusalén el Padre ha nuevamente donado a esta humanidad una parte de Sí, una parte de Su Corazón, para donar a todos Su infinito Amor, a fin de que el Amor hecho Persona pueda reinar en la totalidad en el corazón de los hijos de Dios (Jn 17,25-26; Ef 3,17-19; 1Jn 4,7-16), a fin de que los hijos puedan guardar este Amor para hacerLo fructificar y poder de esta manera dar fruto (Mt 13,23; Mc 4,20; Lc 8,15; Jn 12,24; 15,5-9; 1Jn 3,18-19; 2Jn 1,6): aquel Fruto santo y genuino, Amor, que en la Cuna del Niño Jesús se encuentra, como verdadero Dios y verdadero Hombre (Jn 4,25).

A cuantos aman a la Cuna del Niño Jesús, a cuantos viven la Cuna de Amor, a cuantos adoran en la Cuna divinael Verbo de Dios (Jn 1,1.14; 1Jn 1,1), la Madre Iglesia dirige nuevamente la propia invitación, de corazón a corazón: «Amad a vuestro Señor con todos vosotros (Sal 31,24, Mt 22,37; Mc 12,30), para ser santos, dóciles y dispuestos a Su Voluntad, para hacer la voluntad del Padre, que en esta Tierra se realiza, a fin de que todos, siguiendo el ejemplo de la Mozuela de Dios, puedan contestar “Si, Te amor Señor; Si, te amo hermano” (Mt 22,39), para hacer vivir en los corazones y en el mundo entero Su viva presencia de Padre, de Hijo y de Espíritu Santo».

En la Nueva Jerusalén ya se vive el Reino de Dios. En la Nueva Jerusalén, el Rincón de Paraíso en Tierra, el Reino de Dios es uno con el Cielo (Ap 21,1-2). Aquellos que ya lo han experimentado humanamente, hoy en el Espíritu ya lo viven para hacer comprender a todos la cercanía del Cielo y la dimensión que sobre este Monte Santo se vive: la Morada de Dios, Morada metafísica de Dios, Morada del único Dios Uno y Trino, Redentor y Salvador (Ap 21,3).

En la Nueva Jerusalén ninguna distancia está entre el Cielo y la Tierra. En el Rincón de Paraíso donde el Padre ha puesto Su Tienda (Ap 7,15) ninguna interferencia está. En la Nueva Jerusalén el Mal nunca podrá prevalecer sobre Dios Sumo Bien que habita conSus hijos (Ap 22,3).

En la Tierra de Amor se vive el único contacto de Corazón a corazón, de Espíritu a espíritu con Cristo, Pan vivo bajado del Cielo (Jn 6,51), para poder ser verdaderos hombres y verdaderos cristianos, así de poder vivir, amar y experimentar ya desde ahora las delicias del Cielo, la acción del Espíritu, la viva presencia de Dios Uno y Trino. Y desde aquel 5 de julio de 2008, día de obediencia viva, de voluntad profunda y de unión santa, siguiendo el ejemplo de la Mozuela de Dios cada hijo de Dios y cada hombre y mujer de buena voluntad podrá con todo sí mismo aún más proclamar: «Padre, haz de mi lo que Te agrada». Éste es el corode esta Iglesia, querida por el Padre para que las raíces cristianas pudiesen aún más hundiren el corazón de muchos y poder así testimoniar a Cristo como verdadero Dios y verdadero Hombre (Jn 11,27).

Cristo es la Roca sobre la cual cada hijo de esta Madre Iglesia se aferra, se aprieta, para poder recibir fuerza, coraje, voluntad, vitalidad y santidad (1Cor 10,4). Cristo es la Roca, la única Roca, descartada por el mundo, que en esta Iglesia es piedra angular (Mt 21,42; Mc 12,10; Hch 4,11). Cristo es la Roca sobre la cual cada hombre y cada mujer de buena voluntad puede aferrarse para no llegar a ser naufrago. Cristo es la Roca, apoyo y certeza para todos los hijos de Dios: la certeza que el Padre en esta Tierra de Amor ha donado al Corazón de la Mozuela de Dios, a fin de que Ella pudiese donarlo con tanto amor a todos sus hijos espirituales y a todos los hombres de buena voluntad. Cristo es la Roca sobre la Cual Aquella que es Madreespiritual de sus hijos se ha aferrado y nunca más abandonado.

Los Ángeles y los Santos en esta Tierra de Amor suben y bajan la Escala de oro (Gen 28,12; Jn 1,51), para unirse a aquellos que sobreesta Tierra viven para ser santos, para hacer resplandecer aún más la Madre Iglesia, a fin de que Su mensaje universal pueda atravesar cada corazón, pueda extirpar toda duda, pueda cancelar toda mentira. Al hacerlo María Madre Iglesia Nueva Jerusalén será vista, amada y comprendida cada vez más, cual signo de Verdad universal (Jn 14,6).