La Nueva Jerusalén está lista
para acoger a todas las gentes
que aman a Cristo, Luz del mundo

(Borrador)

La Nueva Jerusalén está lista. La Madre Iglesia querida por el Padre está lista para acoger a todas las gentes que quieren poner en el centro de la propia vida a Cristo, el Rey de los reyes y el Señor de los señores (Ap 19,16). En el Hijo Jesús (Jn 3,16) el Amor de Dios es: Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Amor hecho Persona, que quiere liberar a los hijos de los pesos que otros quisieran todavía imponer, para nuevamente aplastar a los hijos de Dios y hacer vivir muchos no más como hombres libres sino como esclavos (Jn 8,32.34-36).

En esta Madre Iglesia la Vida de Jesús volverá a ser centro de la vida de cada uno, a fin de que todos puedan manifestar las Virtudes que han caracterizado la Vida del Hombre-Dios, para ser, primero verdaderos hombres y, entonces, verdaderos cristianos. Hombres rectos (Lc 20,21; Hch 23,1) y leales (Is 10,20), hermanos (1P 1,22). Y de esta manera cristianos auténtico, que viven únicamente para hacer la voluntad del Padre (Mt 6,10), perseverando sobre el único Camino, Cristo; para anunciar a todos la única Verdad, Cristo; y hacer saborear a todos la eterna Vida, Cristo.

Al hacerlo, cada uno podrá manifestar la propia pertenencia a esta Madre Iglesia, querida por el Padre, expresión viva de Su voluntad, que se manifiesta en el Dios Niño, que en esta segunda y última Gruta del Amor del Padre está vivo y quiere atraer nuevamente todos hacia Sí. «Venid, todos vosotros. El Niño Divino os espera para llenarles de Su infinita gracia y de Su infinito Amor».

Esta Iglesia ha sido elegida por el Padre para que todas las gentes puedan adorar en la plenitud al Hijo de Dios, el único Camino que lleva directamente a Su Corazón de Padre, único Padre, único Creador. Por esto el Padre ha estipulado Su eterna y única Alianza con esta Iglesia, para hacer vivir eternamente Su Mesa a todos Sus hijos y a todos aquellos que en el corazón han mantenido con vida la buena voluntad de reconocer a la verdad, Cristo. En esta Casa, por medio del Corazón Inmaculado de María, confluye el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6), único Signo de la viva presencia del Padre en este mundo.

En esta Casa la libertad está viva y reina. La libertad en el único Amor, Cristo; la libertad en el único Pacto vivo y santo entre el Padre los hijos, Cristo. Aquí los hijos están libres y liberados de una tradición antigua y pasada que ya no transmite a Cristo, el único Salvador, la Verdad absoluta, sino que transmite una verdad distorsionada y relativizada.

De esta Iglesia parte nuevamente el rescate cristiano, dado por el Padre por medio de la única Palabra que salva, Cristo (Jn 1,14), para hacer confluir las almas al Salvador, al Señor de los señores y Rey de los reyes (Ap 17,14), porque todas las gentes puedan saborear eternamente la Bondad paterna que llama a todos a la fe viva y santa. De esta Iglesia nuevamente se irradia la Luz de Cristo (Jn 1,9) y todo será renovado en el esplendor y en la Luz del Padre. En este Rincón de Paraíso todo se cumple y se cumplirá. Nuevamente se dividirá la cizaña (Mt 13,30) de la hierba verde para los pastos del pueblo santo de Dios (Jer 23,3). Nuevamente la Casa donde se manifiesta la pureza de la Fe resplandecerá más y más y será como trueno para muchos (Ap 14,2a) y trompeta viva y santa de Amor (Ap 4,1) para todos aquellos que esperan.

María, la Madre Iglesia, acogerá a todo hijo que pide amor, a todo hijo que pide Cristo. El Amor vivo de María curará toda herida. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús los hijos serán acogidos por la Madre de todas las gentes. La Esposa fiel, la Mujer humilde, la Estrella para todas las gentes, la Puerta del Paraíso, la Luz de la Bondad del Padre acogerá, amará para hacer confluir todos en el Corazón del Niño Jesús, Fuente inagotable del Amor de Dios, ligazón absoluta entre el Cielo y la Tierra.

«Prepárate, Nueva Jerusalén, Ciudad Santa y Eterna (Ap 21,2), para acoger a Tus hijos que están en marcha para adorar al Niño Jesús. Levántate y revístate de Luz (Is 60,1), para donarles la Eternidad, en María, con María y por María».