La concienciación de los hijos de Dios que quieren tomar parte al banquete de las Bodas del Cielo con la humanidad
La concienciación de los hijos de Dios que quieren tomar parte al banquete de las Bodas del Cielo con la humanidad
(Borrador)
En aquel día santo la Mozuela de Dios, Flor perfumada del Padre, prometida Esposa del Padre, ya estaba lista para su “sí”: el “sí” de amor puro y santo, incondicional, para casar la voluntad del Padre.
El 15 de mayo de 1974 aquella que ha sido llamada a casar la voluntad del Padre por la eternidad estaba lista. He aquí la Esposa. He aquí la flor perfumada del Padre. He aquí aquel “sí” brotado de su corazón para hacer que muchos otros corazones pudiesen seguir saciándose de su linfa, como Ella ha hecho, nutriéndose del Corazón de Jesús y del Corazón Inmaculado de María, que en aquel día se Le ha manifestado por primera vez de corazón a corazón, en la unión santa de los corazones que han sabido amar a Jesús del mismo amor, como Jesús dijo el 30 de octubre de 1994: “Me ha amado como me ha amado Mi Madre”.
En esta morada, elegida por el Padre (Ap 21,3), el Padre ha instaurado su total presencia para reunir todos aquellos que habrían querido mantener con vida la fe en el Dios Uno y Trino, la fe verdadera, auténtica y santa, vivida en el nombre del Hijo de Dios (2P 1,1-2). Con tiempo y en el tiempo en esta Tierra de Amor la Mozuela de Dios, Esposa fiel de la voluntad del Padre, ha curado, cura y sigue curando cada corazón anhelante de amor, anhelante del respiro de Dios, confiado de su viva presencia (Sal 55,14).
Hoy, aún más, los hijos de la Madre Iglesia están listos para manifestar, aún más, la pertenencia a esta Tierra, a esta Casa, a la Morada de Dios, yendo contra todo lo que es mundo (Stg 4,4; 1Jn 2,15; 1Jn 5,5.19) tal de respetar la santa voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Ef 1,14).
He aquí los hijos de Dios, listos y conscientes, que viven para ser santos (Ap 13,10), en la concienciación de todo lo que se está viviendo, que se vive y que cada vez más se vivirá.
Quien con tiempo ha depositado la propia confianza en las manos de María, Aquella que por voluntad del Padre ha llegado a ser Tabernáculo de Su Amor (Lc 1,49), que en el Hijo es Persona (Jn 1,14), se ha quedado, se queda y se quedará colgado en estos tiempos duros y difíciles. Estos son los tiempos que el pueblo elegido por Dios con concienciación viva esperaba y espera, para proclamar y renovar el propio “sí” (cf. Lc 1,38) al llamado recibido, para hacer brillar aun más la omnipotencia del Padre (Sal 146,5); y para hacer brillar nuevamente la única alianza del Padre, la nueva y eterna alianza renovada en Su Amor, que es Cristo y María (Jer 31, 31-34).
El 15 de mayo es el día vivo de las bodas del Cielo con la humanidad, que gracias a esta Mozuela ha recibido por el Padre una nueva posibilidad de salvación. No escuchadas las apelaciones del Cielo. No escuchadas las apelaciones de la Madre de Dios peregrina sobre esta Tierra. La Justicia del Padre ya habría tenido que abatirse sobre esta humidad árida y perdida. Pero la infinita Misericordia del Padre ha nuevamente prevalecido, gracias a la viva intercesión de María. Y gracias a aquel “sí” proclamado de manera incondicional el Padre ha podido nuevamente intervenir, para actuar Su Plan de Amor y de Redención.
Gracias a las oraciones de la Mozuela de Dios y a las oraciones de todos aquellos que han llegado en la Nueva Jerusalén el amor del Padre ha podido nuevamente traspasar muchas fonteras, muchas barreras; y restablecer en muchos corazones el orden y el equilibrio, para volver a colocar en el centro Dios y su ley (Jer 32,38-40) que en María, la Obra más bella del Padre, en la Tierra de Amor encuentra cumplimiento.
Es ésta la flor pura y perfumada guardada celosamente por el Padre (Ct 2,2). Y aquella flor ha transmitido y sigue transmitiendo todo su perfume: aquel perfume santo que hace reconocer los verdaderos cristianos, auténticos y santos (Os 14,6-10), con respecto a otros que, por un provecho personal, por un instante de humana popularidad, han vendido y malvended el Bien más grande: el Amor del Padre, Su cercanía, que en el Hijo es Persona (1Jn 4,9-10).
He aquí los supérstites de la gran guerra (Ap 16, 14.16), aquellos que espiritualmente combaten la buena batalla (1Tm 6,12), para conservar la fe auténtica en el verdadero Dios (2Tm 4,7), bajado del Cielo en la Tierra de amor para habitar en el corazón puro y santo de una Mozuela, que ha casado la voluntad del Padre, que en la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) ha establecido su Morada.