La Pila Bautismal para la eterna Salvación

(Borrador)

Jesús ha resucitado (Lc 24,34) para donarnos su vida: donada a sus hijos para hacerla vivir a todos, a todos aquellos que encontrando los hijos de Dios quieren ver a Aquel que ha resucitado (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “Morir para vivir, perder para ganar”, 24/03/1985), Aquel que, derrotando a la muerte, ha conducido y quiere conducir todos a su Casa.

La Pequeña Cuna del Niño Jesús es la Casa del Amor de Dios, aquel Amor vivo que devuelve la Vida, a quien la pide con corazón sincero (1Jn 3,16).

Bienaventurados todos aquellos que ya habitan la Casa del Amor de Dios (CC 2,4).

Bienaventurados todos aquellos que han creído y creerán en Aquel que, aquí bajado del Cielo (Hch 1,11), ha resucitado para aunar todo su Rebaño bajo un único Pastor (Ez 37,24), bajo el único Manto por el cual estamos protegidos y amados.

Bienaventurados todos aquellos que han creído en el Hijo de Dios, “el” Nazareno, Aquel que ha Resucitado, Aquel que ha aplastado la muerte para donar la Luz.

Bienaventurados todos aquellos que en la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) han reconocido “el” Nazareno, vuelto, en esta nueva Galilea, Galilea de las gentes (Mt 26,32), que aquí se aúna para levantar alabanzas al único Señor que, resucitando, ha hecho resucitar la humanidad: aquellos que se han dejado plasmar, tocar y curar por su Amor de Padre, de Hijo y de Espíritu Santo.

La Primera Pila Bautismal de los hijos de Dios fue el Costado de Jesús (Jn 19,34), que ha donado la Vida y ha asperjado a sus hijos con su Agua de Vida, Fuente inagotable del Amor del Padre.

Ahora, en la Pequeña Cuna del Niño Jesús, Tabernáculo del Amor de Dios (Ap 21,6), está la nueva Fuente, para un nuevo Bautismo de purificación y santificación por la eternidad.

Es esta la invitación que en su Infinita Misericordia Jesús, el Resucitado, dirige a todos sus hijos y a los hombres de buena voluntad, a fin de que muchos se acerquen a esta Cuna, segunda y última Gruta de la Manifestación del Salvador (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “El Espíritu Santo”, 13/09/1984), para bajar la cabeza y pedir con corazón sincero: “ Mi Señor y Dios mío (Jn 20,28), acógeme en el Corazón Inmaculado de María, para poder gustar aquella Miel Santa para arribar en el Corazón de Aquel que todo ha creado”.

He aquí la Divina Misericordia del Hijo de Dios que, no como regalo sino como petición de ayuda sincera, se derrama sobre cuantos la piden y la pedirán (Sal 5,8).

¡Hijos de Aquel que ha resucitado! Id y testimoniad al mundo que Dios es Misericordia (Lc 1, 54) y que Dios es incluso Justicia (Sal 84,11). Abrid el corazón a Aquel que quiere penetrar y llenarlo de su Amor. Sed testigos ardientes y vivientes de todo lo que en la Nueva Jerusalén vivir y experimentad. Este es el Evangelio de Cristo Señor, renovado en el Sacrificio y en el Amor. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús el Amor triunfa, los hijos de Dios triunfan.

La Fiesta de la Divina Misericordia es la Santa Fiesta en la cual “el” Perdón se derrama en el momento en el cual Lo se pide con verdadera sinceridad (Sal 50,3). Quien con fe y corazón pedirá, recibirá (Jn 15,7). Y el Espíritu Santo, que sopla y habla al corazón de sus hijos, decirá: “Hijo, hija, Yo te absuelvo de todos tus pecados (Lc 7,48). Ve, dé gloria a Dios con el testimonio de una vida recta y correcta, para llegar a ser santos, generosos y cristianos auténticos (Lc 7,50)”.

Los hijos de María (Jn 1,12) van por las calles de este mundo para derramar el Amor, sin más la mancha del pecado mas con aquella intransigencia espiritual que aniquila el “yo” y hace vender en el Nombre de Dios (Jn 20,31): Aquel que salva, Aquel que salva, Aquel que, único, salva (Mt 1,21).