ACTO DE MAGISTERIO

Mensaje Universal del Pontífice Samuele para todos los Cristianos
y para todos los hombres y las mujeres animados por la buena voluntad

El Amor nuevamente ha bajado a la Tierra

I. DIRECCIÓN Y ORACIÓN

  1. ¡Amados hermanos y queridísimos hombres y mujeres animados por la buena voluntad: la paz, la alegría y el Amor de Cristo (1Sam 25,6), Luz de todas las gentes (Hch 13,47), sea con todos vosotros!

  2. Escribo a todos vosotros animados por el Amor (Rom 8,35), que es Cristo Jesús. Aquel Amor que, después de haberse donado para nuestra salvación, nos une y desea re-uniros en un único Cuerpo, para hacernos estar todos en Cristo, con Cristo y por Cristo, el Amor hecho carne (Jn 1,14), Aquel que es Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6).

  3. Con sinceridad de corazón me dirijo a cada uno de vosotros con el vivo deseo de unirme al corazón de todos para levantar juntos una oración de alabanza y de agradecimiento (Jdt 9,12) a Dios Padre Todopoderoso: «Honor y gloria a Ti, Padre Santo» (2P 1,17).

II. EL AMOR NUEVAMENTE BAJADO EN LA TIERRA

  1. Dios Padre Todopoderoso ha tanto amado el mundo hasta donar su Unigénito Hijo, Jesús, Cristo Señor (Jn 3,16), a fin de que en Cristo Señor todos pudiésemos formar un solo Cuerpo (1Cor 12,13), expresión y animado por el Unigénito Espíritu, que es Cristo Señor, aquel que es Vida, aquel que por Amor de sus hijos se ha inmolado para donar la eterna Vida (Jn 12,24).

  2. En su infinito Amor por el Padre, Jesús nunca ha faltado, a lo largo de la historia, de donaros continuamente su infinito Amor y su viva y continua Presencia (Mt 28,20). Ahora vivimos los tiempos últimos de la cristiandad (1P 1,5), los tiempos en los cuales el Padre quiere llevar a cumplimiento su Plan de Amor y de Redención para los cristianos y para la humanidad entera animada por la buena voluntad (Mt 24,33-35).

  3. Para realizar el Cumplimiento de su infinito Amor, el Padre ha nuevamente enviado una parte de su Corazón en una franja de Tierra no lejos de la ciudad donde los Apóstoles Pedro y Pablo han derramado su sangre por Amor de Jesús, en la unión de corazón, alma y espíritu con Andrés, Santiago y Juan, los primeros amigos (Mc 1,16-20) que ha acompañado la misión terrenal de Jesucristo Nuestro Señor, Unigénito Salvador del mundo. En esta Tierra bendecida por el Padre el Amor nuevamente ha bajado del cielo (Hch 1,11), para habitar y manifestarse a todos los cristianos y a todos aquellos que están en búsqueda de la Verdad, a todos aquellos que desean recibir la infinita misericordia del Padre que en el Hijo se manifiesta. Dios Padre Todopoderoso ha elegido este Lugar, esta Tierra de Amor para realizar aquel Plan de Amor y de Redención arriba mencionado que aquí Él ha prometido, manifestándolo al corazón de una Mozuela, depositaria de este Misterio de Amor, encargada por el Cielo de anunciar a todos que aquí el Padre ha puesto su Carpa para manifestar a los cristianos y al mundo de buena voluntad la “Nueva Jerusalén”, revelada en las Sagradas Escrituras y anunciada por el Apóstol Juan en el Libro de la Revelación (Ap 21,2).

  4. Esta revelación aquí se cumple (Ap 21,3) por infinito Amor del Padre y para la salvación de todos aquellos que, reconociéndose hijos (Jn 1,12), quieren reconocer Jesús como verdadero Dios sobre todas cosas: adorarlo, vivirlo, para poderlo amar, con la propia vida, en la propia cotidianidad, poniendo en el centro el Amor, que en Jesús se manifiesta, se vive y se cumple.

  5. La Nueva Jerusalén es la Tierra del Amor del Padre (Is 60). Un Amor infinito para todos, para todos, para todos aquellos que en este Lugar quieren renacer a Vida nueva: renacer en el Corazón del Hijo que conduce todos en el Corazón del Padre.

  6. Amados hermanos, nosotros sabemos bien lo que nos ha enseñado Nuestro Señor Jesucristo: no quien dice «Señor, Señor» se salvará (Mt 7,21); sino se salvará quien con sinceridad de corazón logrará morir a sí mismo para renacer en el Hijo (Mc 8,34) para reconocer el Padre, que en la Nueva Jerusalén se manifiesta como verdadero Hombre y verdadero Dios. «El que Me ha visto a mí, ha visto al Padre», dijo Jesús (Jn 14,9). Así ahora, por voluntad del Padre, quien en esta Pequeña Cuna del Niño Jesús encuentra a Jesús en Espíritu y Verdad (Jn 4,23), encuentra los ojos del Padre. Los ojos de un padre Bueno y Santo, Justo y Misericordioso, que quiere donar a sus hijos la Vida, la verdadera Vida (Jn 15,1), a fin de que todos puedan vivir la Vida (Jn 15,4-5), comprenderla y amarla, en la esencia y en la sustancia divina, para poder renacer de lo Alto (Jn 3,7), revestirse de Su Luz y donar a todos las enseñanzas santas que en la Pequeña Cuna del Niño Jesús resplandecen y resplandecerán.

  7. Vivir las palabras escritas en el Libro de los libros, vivir las palabras que se levantan de esta Tierra de Amor, significa vivir y encarnar las palabras de Jesús en la propia vida (Jn 14,21): ser ejemplo e instrumentos santos que se donan con amor para que el Amor fluya y pueda tomar asiento en el corazón de todos, delante de todo y de todos, por encima de cualquiera lógica humana, más allá de un vacío humanismo que levanta el hombre al precio de descartar nuevamente al Hombre-Dios Jesús (Sal 117,22; Mc 12,10), sus enseñanzas y su Sacrificio salvador (2Tm 4,1-5).

  8. Quien quiere ser curado en el alma tiene que pedir con corazón sincero: «Padre, cúrame» (Jer 17,14). Todo puede el Padre: puede curar físicamente y puede curar en el alma, en el profundo. Sin embargo, para hacer esto el Padre necesita el consentimiento personal (Mc 1,40), para donar nuevamente un corazón puro, santo, listo para comprender el Amor, listo para comprender su paternidad, listo para comprender el sentido de la cristiandad, que en la Nueva Jerusalén está enraizado en el Corazón del Padre.

  9. Este significa ser nuevos cristianos. No para abandonar lo que se conoce, sino para profundizar el sentido de la proveniencia de cada uno, de la Vida, en la esencia y en la sustancia, en la originalidad del pensamiento del Padre (Gen 1,27-2,25).

  10. En esta Tierra de Amor Dios Padre ha puesto el centro del Amor (Ap 21), donde Jesús ha querido restaurar una nueva relación, entre los hijos y el Padre. Esta es la Casa donde otra vez más la Alianza se ha afianzado para nunca más soltarse (Jer 31,31). Esta es la Tierra donde la Vida es, donde el soplo de la Vida (Gen 2,7) se renueva, se regenera eternamente.

III. CONCLUSIÓN Y DESEO

  1. Este es el mensaje que con amor y humildad quiero dirigir a todos vosotros, amados hermanos y queridísimos hombres y mujeres de buena voluntad (Rom 16,25), a fin de que Jesús nos ayude a reconducir todos sobre el recto Camino, a fin de que se pueda vivir en la sencillez de las relaciones humanas con todas las poblaciones de esta Tierra, para que todas las gentes puedan comprender en la genuinidad del mensaje cristiano la esencia de la Vida, para que se pueda practicar el Bien en detrimento del mal (1Ts 5,15).

  2. Y para que el Bien pueda triunfar (Rom 12,21). No un bien subjetivo, personal, sino un Bien objetivo y primario sobre todos: el Amor de Dios (1Cor 16,24), Sumo Bien, Bien universal por la humanidad. El Amor de un Dios verdadero y santo, único Señor y Maestro (Jd 25).

  3. Este es mi deseo y mi invitación, que hoy, en esta Fiesta de Luz (Lc 2,32), quiero dirigir a todos vosotros, para desear el inicio de una nueva relación que pueda aún más unir a los cristianos y la humanidad de buena voluntad con todo lo que es Cielo.

2 de febrero de 2022
Fiesta de la Presentación de Jesús al Templo

El Pontífice
Samuele