ACTO DE MAGISTERIO

El Sagrario de la Nueva Jerusalén

  1. La Pequeña Cuna del Niño Jesús es el Sagrario más alto del mundo, el Sagrario donde habita lo que es más sagrado (Ez 41, 23) y que manifiesta la esencia y la sustancia de Aquel que es (Is 42,8).

  2. En la Nueva Jerusalén Cristo Señor – verdadero Hombre y verdadero Dios, portador de Amor y de Paz, de Santidad y de Justicia, de Misericordia y de Vida – ha puesto su Morada (Ap 21,3). Morada para cuantos ahí quieren habitar para ser así como Aquel que es: verdaderos adoradores de Espíritu y de Vida, para reconocer el Espíritu y reconocer la Vida, Aquel que salva (Jn 14,6).

  3. He aquí el Espíritu que ánima la Tierra de Amor, el Espíritu Santo bajado en la Pequeña Cuna, Fuente de eterna Vida (Ap 21,6), que en esta Tierra se manifiesta en la esencia y en la sustancia, a fin de que la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) resplandezca en Amor y Santidad; a fin de que la Nueva Jerusalén sea ejemplo para el mundo entero; a fin de que la Vida en la Nueva Jerusalén sea expresión del Corazón de Dios; y para que todos aquellos que ahí habitan puedan ser rayos de la acción del Sol de Dios (Ap 22,5) que, dejándose impregnar de la acción salvífica del Espíritu Santo, puedan transmitir enseñanzas vivas y santa que parten del Corazón y de la Voluntad del Padre.

  4. En el Sagrario de la Nueva Jerusalén (Ex 26,34), Fuente de eterna Vida, viva debe estar la armonía y la santidad (Pr 10,11; 13,14); viva debe estar la fraternidad; y viva debe estar la predisposición de los corazones en acoger todo lo que es expresión de la Vida en Cristo Señor (Pr 14,27).

  5. He aquí la regeneración actuada en la Tierra de Amor por la acción del Espíritu Divino (1Jn 5,6), para llevar a cumplimiento lo que el Padre desea, para que su pensamiento original en la Nueva Jerusalén se pueda cumplir y manifestar para consistir en todos (Sal 118,160).

  6. He aquí el don que el Padre ha hecho a esta humanidad, renovada en la Vida de Cristo Señor (Jn 4,10).

  7. En esta concienciación, en la Tierra de Amor vivo debe estar el color; vivo debe estar el calor; y vivos deben estar aquellos que en la Pequeña Cuna han donado el corazón, libres y exentos de lo que es mundo, para ser resanados en el espíritu y curados en el alma (Jn 3,3), a fin de que la autenticidad de la fe en Cristo Señor pueda consistir y manifestarse imperecedera y eterna, ser victoriosa y dar fruto, ser baluarte contra toda infidelidad y apostasía (2Ts 2,3).

  8. Sólo así todo pensamiento malsano podrá uniformarse al único pensamiento que en esta Tierra es dominante y dominante será eternamente: Paz y Amor (Ga 5,22), Santidad y Misericordia (2Jn 3), Justicia y Fidelidad al único Dios (Is 11,1-5) y a todo lo que del Corazón del Padre se manifiesta (Zac 8,8).

  9. He aquí la acción del Espíritu Santo Amor que manifiesta la voluntad del Padre. Y he aquí la obediencia del Hijo (Flp 2,8) y de sus hijos deseosos de poner en práctica sus enseñanzas (Sal 92,5), para ser verdaderos hombres y verdaderos cristianos, para poder comprender el don de la Vida.

  10. La Vida es don del Padre (Ro 6,23). Para poder comprender su esencia, mas sobre todo su misterio – de la vida en el Hijo y de la vida del Hijo en los hijos – hay que renacer en el corazón y en el alma (Jn 3,4-5), para ser nuevos en el espíritu y llegar al Sagrario de los sagrarios y pedir con sinceridad viva: «Padre, dóname un corazón nuevo, a fin de que pueda estar en Ti, por Ti y con Ti, para llegar a ser humilde, bueno, santo y obediente; para ser leal, temeroso y timorato de Ti, Dios».

  11. Éste es lo que debe animar cada creyente, para no ser más incrédulos (Ap 21,8) sino santos (Lv 11,45). Éste el Espíritu Divino manifestará al mundo entero: un mundo agonizante, golpeado a muerte por el enemigo de Dios, que se ha servido y se sirve de muchos detractores (Jer 10,21) que han manipulado la verdadera fe en una mezcolanza de pensamientos humanos y diabólicos, haciendo derrumbar los hijos de Dios, alejándolos del recto Camino para dispersar el pueblo santo de Dios (Jer 23,2).

  12. El Padre en su infinita misericordia ha nuevamente enviado al Espíritu Divino (Jn 14,16), bajado en la Nueva Jerusalén para aunar nuevamente al pueblo de Dios (Ez 37,24; Jn 10,16), para manifestar la voluntad del Padre, que es la de realizar el Paraíso en la Tierra, a fin de que lo que estaba en el primer Jardín (Gn 2,8), en esta Tierra de Amor pueda volver a vivirse, y todo pueda resplandecer en aquella armonía celestial, donde el Hombre Dios camina con sus hijos (Ap 21,3-5), habla con sus hijos (Job 33,14), infunde en los corazones el verdadero Amor, el verdadero conocimiento (Sb 10) que es Espíritu y Vida (Ez 37,20), Espíritu y Vida (1Cor 15,45; Ga 6,8), Espíritu y Vida (Jn 6,63).

  13. Así se podrá acoger todo lo que es santo (1P 1,15-16), en la entereza (Jn 16,13), descartando la razón para coger con el corazón cada pequeña expresión del Cielo, de Dios, Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

5 de junio de 2022
Fiesta Solemne de Pentecostés

El Pontífice
Samuele