ACTO DE MAGISTERIO

La Autenticidad del Cuidado Cristiano

El itinerario del cuidado cristiano en Cristo y en María
y del “descuido” del Espíritu de Dios

 

I. EL CUIDADO PATERNO Y MATERNO DE LAS ALMAS

  1. Jesús es el unigénito Hijo de Dios (Jn 1,18), el Salvador del mundo (Jn 4,42). Quien cree en él vivirá (Jn 3,16). Quien no cree, perecerá (Jn 3,18). Esta es la verdad de fe imperecedera y eterna para todos los cristianos, para todos aquellos que en el Hijo son “hijos” de Dios (Jn 1,12), Uno y Trino.

  2. Jesús es Maestro, Hermano y Amigo (Jn 13,13). En su esencia y sustancia de Hombre-Dios, Jesús manifiesta su viva cercanía y su cuidado por cada hijo, aquel cuidado fraternal y divino (Sal 67,20) que, como Maestro y Dios (Jn 20,16), Jesús tiene por cada hijo y por todos aquellos que el Padre a lo largo del tiempo le ha encomendado, le encomienda y le encomendará: un cuidado santo, preciso y amoroso.

  3. Unido al cuidado de Jesús, Hombre-Dios, Hermano y Amigo, Señor y Maestro (Jn 13,13), está el cuidado de María, Madre suya y nuestra (Lc 1,43): un cuidado continuo, constante y santo.

  4. Jesús y María manifiestan así el cuidado paterno y el cuidado materno por todos los hijos que, con docilidad (Fm 21), se dejan cuidar deseando acercarse a su Corazón, a fin de que el Sagradísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María puedan nutrir, instruir y santificar el corazón de los hijos de Dios.

  5. Este es el cuidado espiritual y material que en el tiempo y con tiempo el Padre ha concedido a cada “hijo” de Dios (Jn 10,35), a fin de que los “hijos” (1Jn 3,2), recibiendo este cuidado, lo pudiesen a su vez distribuir (Jos 22,5) y hacer conocer a todas las “criaturas”, teniendo así, a su vez, cuidado de todos aquellos que el Padre en el tiempo y con tiempo les habría encomendado (Tb 10,13; Jn 13,7).

  6. Siguiendo el ejemplo del Hombre-Dios Jesús el cuidado cristiano consiste en tener cuidado de si mismos (Jos 23,11; Lc 10,27) y del prójimo (Lc 10,34-35; Jn 15,17), viendo en el prójimo el nacimiento de la Iglesia de Cristo.

  7. Este es lo que Jesús ha hecho y enseñado a sus primeros discípulos, hermanos y amigos (Jn 13,34), aquellos que se han dejado renovar y plasmar por sus manos, por su Corazón, por sus palabras y por su infinito Amor de Hombre-Dios. Al hacerlo, se han dejado permear por el Amor de María, que les ha donado el mismo cuidado que Ella había donado a Su Hijo Jesús, Hijo y Dios (Lc 2,40).

  8. Aquellos hijos han podido así experimentar el único gran Amor y el único gran cuidado, paterno y materno, que ha curado el alma y el cuerpo. Ellos se han dejado curar por el Amor de Cristo y por el Amor de María para ser salvados (Jn 2,5).

  9. Por todos los hijos de Dios la salvación pasa por este cuidado, que presupone docilidad de espíritu y de corazón (Stg 1,21) y la voluntad de abandonarse (1P 5,7) a Aquel y a Aquella que salva, a fin de que todos, en el Padre, puedan volver a encontrarse en el único Amor trinitario que en el Corazón Inmaculado de María encuentra cumplimiento.

  10. El cuidado de las almas es necesario (Ex 34,6) para hacer conocer a cada hijo y a cada criatura la voluntad del Cielo, el lenguaje espiritual, la divinidad, para llegar a ser día tras día santos: los santos de Dios (Lev 11,45; Mt 5,48).

II. MARÍA, LA OBRA MÁS BELLA DEL PADRE, ES PARA TODOS EL EJEMPLO DE SANTIDAD

  1. María es el ejemplo, Aquella que se ha dejado plasmar en la plenitud por el Creador (Jer 18,6), llegando a ser la Obra más bella realizada por las manos del Padre. Quien en María ve y reconoce (Lc 1,30) el baluarte de santidad querido por el Cielo logra comprender en María la salvación.

  2. Quien quiere ser salvado tome de las manos de María que, con su caricia materna, ayudará a todos a renacer dejándose plasmar por el único Amor que es Cristo (Rom 8,35), generado por María (Is 7,14) para el cumplimiento de todo, en un único entrelazo de Amor que une Cristo a María.

III. CRISTO Y MARÍA: UNA ÚNICA CORRELACIÓN QUE CONDUCE A LA REDENCIÓN

  1. El entrelazo de Amor entre Cristo y María es santo (Lc 1,31-32). Su comprensión está al alcance de todos, incluso si muchos no quieren comprender. Los puros de corazón comprenden con facilidad (Mt 5,8), así como los que son humildes (Sir 3,18-20), sin presunción y sin prejuicios. Quien quiere comprender y medir la lógica de Dios con el metro de juicio humano (Sal 144,3) corre el riesgo de traicionar Su Persona, que en el Hijo es (Jn 10,30). Quien quiere sólo indagar lo que es de Dios (Sir 3,21) por curiosidad o descubrir los tesoros de Dios para silenciar y someter, no es digno del conocimiento de Dios.

  2. Conociendo la Obra realizada en María (Lc 1,48a) se logrará comprender la Obra del Hijo de Dios: dos manos que conducen a la única mano que es Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mt 28,19).

  3. Los primeros discípulos y amigos de Jesús comprendieron tanto las manos del Maestro como las manos de María. Cuando, de hecho, ya no pudieron físicamente apretar las manos de Jesús, se aferraron a las manos de María (Hch 1,14), aquellas manos santas que mucho han podido apretar a Jesús y que mucho han podido servir al Señor (Lc 2,39-40). Aquellos hijos han hecho comunidad (Hch 2,48), a fin de que de aquella comunidad pudiese nacer la Iglesia, fundamento de la cristiandad y de las raíces santas que la Iglesia de Cristo habría puesto en el mundo.

  4. Alrededor de María los hijos de Cristo han podido construir la Casa, que es Iglesia (Jn 19,27). Gracias a las Puertas del Corazón Inmaculado de María los hijos pueden atravesar la Puerta del Cielo que conduce a la salvación (Ap 21,25). ¿Quién como María (Lc 1,48b-49)? ¿Quién como Aquella que ha llevado en su vientre el fruto enviado por el Padre (Lc 1,42; Ap 12,2)?

  5. Esta es la correlación y la corredención a vida nueva. Renacer de lo Alto (Jn 3,7) para ser salvados, en Cristo y en María. Los hijos de Cristo han logrado curar el mundo gracias al cuidado recibido por Dios y por María, la Madre de Dios, logrando curar en el tiempo aquella parte de mundo que no se ha querido sustraer del cuidado cristiano (1Ts 2,7-12).

IV. EN EL TIEMPO EL CUIDADO CRISTIANO SE HA CONVERTIDO EN “DESCUIDO”ANZA”

  1. En el tiempo el cuidado cristiano se ha convertido para muchos en “descuido” (Jer 23,1; Ez 34): “descuido” de lo que pertenece a Dios, sino cuidado de los propios negocios (Ex 34,2), llegados a ser “negocios sucios” para muchos (Mt 23,27). Muchos, llamados a cuidar de la Viña del Señor (Lc 20,9), se han preocupado de curar el propio patio, ya no teniendo cuidado del espíritu de los hermanos (Jn 10,12-13), sin más alimentar el espíritu con la oración, con la caridad y con la obediencia a Dios; sin más distribuir lo que pertenecía al Padre a fin de que cada hijo pudiese recibir la propia parte (Lc 11,46; Hch 2,42-45).

  2. El “descuido” del Espíritu de Dios ha llegado a ser padrón en muchos corazones (Jn 5,42). Y muchos hijos y hermanos han quedado víctimas de aquel “descuido” (Mt 23,13), llegando a ser mártires (Ap 17,6) y coparticipando al Sacrificio de Jesús, entonces a la salvación de las almas (Jn 12,24-25).

V. EL MISTERIO DE LA CORREDENCIÓN

  1. Quien coparticipa en Jesús, con Jesús y por Jesús es corredentor con Jesús, en Jesús y por Jesús (Mt 16,24; Ap 7,14). Este significa ofrecer y sufrir, para estar en el Señor, por el Señor y con el Señor, en un todo indivisible, en una única oferta grata a Dios (Ap 12,11) que Jesús hará convertir en una Cruz de Luz que ilumina el mundo (Ap 21,24).

  2. Aquellos que del cuidado cristiano han pasado al “descuido” y al cuidado de los propios intereses ya no se han preocupado de conocer y hacer conocer María, Aquella que, por gracia (Lc 1,28), el Padre ha llamado a ser Corredentora Universal (Jen 3,15): María, la Flor más bella, la Obra del Padre, Aquella que ha generado el Hombre-Dios Jesús (Lc 1,31), Aquella que a los pies de la Cruz ha renovado su “sí” a Dios, acogiendo en su Corazón Inmaculado la humanidad entera que Jesús, como Hijo, le ha encomendado y le habría encomendado, con tiempo y en el tiempo (Jn 19,26).

VI. LAS DIVISIONES Y EL ALEJAMIENTO DE LA VERDAD

  1. El “descuido” de todo esto ha llevado a las divisiones, a los sufrimientos, a las continuas guerras humanas y espirituales (1Cor 1,12-13), dando así inicio a la confusión general, que los hombres han conducido y amplificado con su soberbia (1Jn 2,15-16).

  2. De aquellas divisiones han nacido distintos pensamientos que han seguido sofocando la Verdad, contribuyendo a crear aún más confusión (Rom 16,17-18), dando así aún más espacio al enemigo de Dios para llamar hacia sí muchos corazones (1P 5,8b), alejándolos de la única Verdad, Cristo (Jn 14,6), para adoctrinarlos con una verdad mentirosa y falsa (Jn 8,44). Por esto grave es el pecado de aquellos que han permitido todo esto (Jn 10,13), mistificando la única Verdad absoluta (Jn 14,17b), haciendo ver no la Verdad sino el contrario (Lc 11,42) a quien habría tenido que mirar a la Casa de Cristo como el centro del Amor de Dios (Jn 2,17).

VII. LA INFINITA MISERICORDIA DEL PADRE INTERVIENE EN LA HISTORIA

  1. Pero en su infinita misericordia el Padre nuevamente ha enviado una Parte de Su Corazón (Jer 23,5) en la historia de la humanidad. En la Tierra de Amor el Niño Jesús ha bajado (Hch 1,11) para ser nuevamente acogido por una Mozuela, llamada por el Padre a hacer renacer todos de lo Alto (Jn 2,5-8), en el Amor hecho Persona (Jn 1,14), a fin de que Jesús pueda nuevamente renacer espiritualmente en el corazón de sus hijos (Jn 4,24).

  2. Así María ha generado espiritualmente el Hijo en el corazón de los hijos (Ap 12,5). Otra vez y otra vez más (cf. Lc, 1, 46-49), por última vez.

VIII. EL ITINERARIO DE LA SALVACIÓN CONDUCE A LA NUEVA JERUSALÉN

  1. En María la salvación será sólo por aquellos que, combatiendo, conservarán la única fe (2Tm 4,7), haciendo conocer la única Verdad (Jn 15,26) y el verdadero rostro de Dios (Jn 3,2). María: Aquella que genera la Vida y Aquella que salva la humanidad regenerándola en el Hijo (Ap 21,22-23).

  2. Quien no se despoja de si mismo (cf. Flp 2,7) y no se deja plasmar por la acción del Espíritu Santo nunca podrá comprender la espiritualidad del Cielo, sino seguirá poniendo límites a la compresión de lo que es de Dios, oponiendo la propia razón a la fe, poniendo límites a la propia racionalidad, que no conducen sobre el recto Camino, Cristo, sino conducen sobre un camino distinto, personal y relativo, que quiere humanizar el pensamiento de Dios (Is 29,16).

  3. Por esto el itinerario de la salvación ha conducido los hijos de Dios en la Nueva Jerusalén, renovada en el Amor de María (Ap 19,7), en su constancia y en su bondad, para hacer conocer al mundo el verdadero rostro de Dios (Ap 22,4) que en la Tierra de Amor se manifiesta, en la Luz y en el infinito Amor. La Nueva Jerusalén (Ap 21,2) es la Casa de la Bondad de Dios, donde se respira el verdadero oxígeno, que es Espíritu y es Santo, que regenera el alma y hace volar el corazón.

  4. En la Nueva Jerusalén los hijos de Dios acuden para ser nutridos y saciados (Sal 22,1; Ez 34,11-15). Y acudirán incluso aquellos que están lejos de la Verdad (Ez 34,16), porque sentirán el perfume de la santidad, el perfume de la misericordia de Dios, que por todos estos está viva, pero que se convertirá en misericordiosa justicia por todos aquellos que son insensibles y que “descuidan” del Amor de Jesús. Quien entra en la Nueva Jerusalén (Ap 21,10) triunfará, así como triunfante ha sido la entrada de Jesús (Mt 21,9), bajado Niño del Cielo para hacer triunfar todos por la eternidad.

IX. EN LA “VIEJA JERUSALÉN” YA NO ESTÁ EL CUIDADO DEL MAESTRO

  1. Quien todavía permanece anclado a la “vieja Jerusalén” (Ez 11,23; Ap 17,5), con todos sus preceptos y todas sus reglas humanas, corre el riesgo de perder todo lo que el Padre ha preparado en el “Lugar” anunciado por Jesús (Jn 14,2-3), el Rincón de Paraíso en Tierra donado a los hijos para hacerlos ascender y habitar en Su Corazón, Cristo, Rey de Paz, Amor y Bondad (Is 9,5-6).

  2. En la “vieja Jerusalén”, donde el cuidado cristiano ha sido suplantado por el “descuido”, se ha perdido el cuidado del Maestro (Jer 50,12-13). Y Jesús ya no cuida de los destinos de aquella casa (Mt 23,38-39) llegada a ser vieja, de sabor rancio, que ha renegado del Espíritu Santo y que se ha dejado enceguecer por el humo de otro espíritu. Aquella casa experimentará la propia pasión, que será verdadera y total. Una pasión no ligada al Sacrificio y a la victoria del Hijo de Dios, sino debida a su derrota eterna (Ap 14,8; 18.2).

X. EL TRIUNFO DE LA NUEVA JERUSALÉN

  1. Los hijos de Dios mirarán hacia arriba, con el corazón colmo de Amor, listos para escuchar y advertir todo lo que el Padre hará. Su dedo indica una posición cierta (Ap 17,9), un dolor vivo (Ap 18,7-8) y un grito profundo (Jer 50,15-16; Ap 18,9-10.19). El desgarro y la división será viva y visible. Y muchos serán aquellos que se huirán (Is 48,20; Jer 50,8; 51,6; Ap 18,4) para dejar sola una “mujer” (Ap 17,18) llegada a ser impura que ha prostituido sus habitantes (Ap 17,2) dejándose acariciar por el pecado mortal (Ap 18,3). La ramera (Ap 19,2) será saqueada y despojada (Ap 17,6) y ya no vivirá la Pascua del Hijo de Dios (Ap 18,23a), porque la Pascua de Jesús está hecha de Amor y de Luz, esplendor y santidad.

  2. Jesús dará a sus hijos la viva y verdadera libertad (Ap 19,1-2). Y Jesús seguirá pescando almas (Jn 21,6), a curar y a cocer con su fuego de amor (Jn 21,9), para despertar en muchos corazones el hambre de Dios (Jn 21,13), para despertar en muchos corazones el gusto de la verdadera fe, para despertar en muchos corazones en encomendamiento a María, Madre, Esposa y Reina, Corredentora del Hijo, por el Hijo y con el Hijo (Ap 22,17), porque así ha querido el Padre (Lc 1,49) y nunca nadie podrá decir lo contrario (Sal 8,5; Sir 4,25). Los hijos de Dios (Ap 21,7), animados por el Amor de Jesús y por el Amor de María, festejarán y cantarán alabanzas al Señor (Sal 83,5), ahoya y siempre (Ap 22,20).

11 de abril de 2021
Fiesta de la Divina Misericordia

El Pontífice
Samuele