Padre Nuestro

No nos induzcas a la tentación
mas líbranos del mal y de los hijos del maligno

 

  1. Quien ama al Padre ama al Hijo (Jn 14,21b). Quien ama al Hijo ama al Espíritu Santo (Jn 14,15-17). Quien ama al Espíritu Santo permanece en la Verdad (Jn 4,23-24) y escucha la Palabra de Cristo y pone en práctica Sus enseñanzas (Jn 14,23).

  2. El Pensamiento de Dios debe ser amado y acogido (Sab 9,17; 1Cr28,9). La lógica de Dios (1Cor 2,15-16) es diferente de la lógica humana (Is 55, 8-9; Lc 12,22). El hombre que quiere divinizarse, para llegar a ser como Él es (1Jn 3,2), tiene que amar y abandonarse a Dios, al Pensamiento de Dios (Sir 24,27; Am 4,13), abrazándoLo incluso cuando no es inmediata y totalmente comprensible (Rm 11,33-34). Sólo abandonándose, no por obligación sino por amor, a Dios, a Su Pensamiento y a Su enseñanza, todo se podrá hacer y todo llegará a ser comprensible, en la medida en la cual cada uno se abandona a Dios abriendo el corazón a la acción del Espíritu Santo.

  3. El “Padre Nuestro” (Mt 6,9-13) es “la” oración que Jesús, el Hijo del Dios viviente (Mt 16,16), el unigénito Hijo de Dios (Jn 1,18; 3, 16; 1Jn 4,9), ha donado a Sus hijos. Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo la alabanza y la gloria de los cristianos y de cada hombre y mujer animados por la buena voluntad, ahora y siempre (Dn 3,52-90; Ap 7,12). En el “Padre Nuestro” Jesús nos enseña a pedir al Padre: “no nos induzcas a la tentación” (Mt 6,13). La traducción griega y aquella latina son correctas. De la misma manera es correcta la traducción “no nos induzcas a la tentación” (Lc 11,4), que refiere fielmente las palabras originales enseñadas por Jesús en Su oración dirigida al Padre.

  4. El Padre permite la prueba (Sir 2,1). El Padre permite que la tentación se acerque al corazón de los hijos, para probar el corazón de los hijos (Mac 2,52; Pr 17,3). Los hijos, a la hora de la tentación (Lc 8,13), tienen que tomar fuerza del Espíritu del Padre y decir: «Padre, ayúdame en la prueba para hacerme vencer». Al hacerlo, día tras día, los hijos se refuerzan y llegan a ser victoriosos en la tentación (Stg 1,12), que se aleja con la fuerza viva de la fe en el Padre, en el único Padre, en el único Dios, Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

  5. Muchos son los hijos que el Padre ha inducido a la tentación a lo largo de Su historia. Y muchos son aquellos que, aunque inducidos a la tentación, han vencido la tentación, recibiendo como don lo que el Padre les había prometido. En el Antiguo Testamento Abrahán es el ejemplo refulgente de esto, habiendo enfrentado y vencido la tentación en la cual el Espíritu del Padre lo había “inducido”, pidiéndole ofrecer en holocausto su único amado hijo Isaac, el hijo de la promesa (Jen 22,1-2). Abrahán ha vencido la prueba, gracias a su total e incondicionada obediencia y viva fidelidad a Dios (Jen 22,3-12) Por consiguiente, el Padre ha confirmado la promesa hecha con antecedencia a Abrahán (Jen 17,2.4), estipulando Su Alianza eterna (Jen 17, 5-8), bendiciendo Abrahán y haciendo Abrahán padre de una multitud (Jen 22, 16-18).

  6. Aquella Alianza, que los hombres han traicionado debido a su infidelidad, ha sido revocada (Hb 8,13) y hecha nueva en Jesús, el Hijo unigénito que el Padre ha donado a esta humanidad.

  7. Jesús ha enfrentado y vencido la tentación en la cual el Espíritu del Padre lo había “inducido”, “introducido”, “conducido” (Mt 4,1), “empujándoLo” al desierto (Mc 1,12) para ser tentado por el diablo. Y Jesús ha vencido. Pero como verdadero Maestro, Hermano y Amigo (Jn 15,15) de Sus hijos, sabiendo que el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mt 26,41), Jesús socorre a Sus hijos y hermanos, enseñándoles a pedirle al Padre ser eximidos de la tentación, diciendo “no nos induzcas a la tentación”. Esta enseñanza manifiesta tanto la oración de intercesión que el Maestro, en Su Nombre, nos pide pedir al Padre a fin de que muchos, siendo débiles en la fe, no caigan como ocurrido en pasado (Hb 3,7-9); como la gracia concedida por Jesús en los últimos tiempos a Sus hijos fieles (Ap 3,10). Con esta oración Jesús manifiesta de esta manera Su naturaleza de Dios Bueno y Misericordioso (Sal 116,5), Hermano entre los hermanos (Rm 8,2), que ayuda a Sus hermanos a pedir al Padre lo que es necesario para evitar caer, porque muchos cristianos, aunque profesándose tales, no están listos para enfrentar y superar la prueba de la tentación.

  8. La verdadera fe no puede ser tal sin ser probada por el fuego (Sal 26,2; 66,10; Sir 2,5M 1P1,7). Cada tentación es una llama que puede ser vencida con la fuerza de la fe que en la verdadera y única Llama, la que manifiesta la presencia del Padre, dona todo lo del cual hay necesidad para vencer la prueba. Y nunca el Padre permite que la prueba pueda ser superior a las fuerzas de los hijos (1Cor 10,13).

  9. Mal es el maligno. Nunca el Padre tienta a Sus hijos (Stg 1,13-15). El Padre permite la tentación para reforzar la fe de los hijos. El Padre entonces induce en la tentación, pero nunca abandona a los hijos que en la tentación Lo invocan con corazón sincero. Nunca el Padre abandona a los hijos a sus propios recursos, cuanto más viva está en su corazón la voluntad de encomendarse al Padre, de llamar al Padre para ser ayudados. Ésta es la naturaleza y la esencia del Padre. Un verdadero padre nunca abandona a los hijos en la prueba (2Mac 6,16).

  10. Quien después de alrededor de dos mil años ha cambiado las palabras originales de Jesús “no nos induzcas a la tentación” con las vacías palabras humanas “no nos abandones a la tentación” traiciona al Hijo, por consiguiente al Padre y entonces al Espíritu Santo. Y quien traiciona al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo demuestra estar animado por un espíritu anti-cristiano que anima a los hijos del maligno (1Jn 2,22b). Pedir al Padre de “no abandonarnos a la tentación” no es sólo inútil y desviante, porque se pide lo que es obvio y connatural en la esencia de Dios Padre Todopoderoso; sino que es sobre todo dañino, porque no diciendo más “no nos induzcas a la tentación” se exponen los hijos a la prueba de la tentación con la consecuencia que muchos, que no son fuertes en la fe, en la tentación caerán y se perderán por la eternidad. El Espíritu Santo fortalece el corazón de los hijos de Dios para prevenir toda caída y vencer toda prueba. El espíritu maligno, a través de sus hijos, trastoca la Palabra de Dios para favorecer la caída de muchos que, siguiendo falsas enseñanzas, caerán aún más en un báratro sin fin.

  11. Nadie puede cambiar la palabra de Dios (Dt 4,2). Quien cambia lo que proviene de Dios reniega y entonces traiciona. Y quien traiciona a Dios perece. “Ay del Apóstol que cae”. Aquel “ay” resuena y resonará ahora más que nunca por las calles de este mundo. Mejor es perder la propia vida salvando la propia alma tal de permanecer fieles al Espíritu Santo, que en Cristo es, en vez de traicionar a Cristo y perder la propia alma por la eternidad (Mt 16,25-27). Quien está animado por un espíritu anticristo reniega del Hijo y de Su Palabra (1Jn 4,3); y el Espíritu Santo no habita en él (Jn 2,18). Quien reniega del Hijo reniega del Padre y será condenado por la eternidad (1Jn 2,22-23). Quien se arroga el derecho de modificar, añadiendo o quitando, incluso sólo una coma de la Sagrada Escritura, perecerá y será privado de la Vida eterna, que en Cristo, Árbol de la Vida, es por la eternidad (Ap 22,18-19).

  12. También el tiempo que estamos viviendo es un tiempo de prueba para todos los cristianos y para la humanidad entera. El Padre está permitiendo al espíritu maligno, que ha prevalecido en el corazón de muchos consagrados, devastar desde el interior el templo que un tiempo era el Templo de todos los cristianos. La abominación de la desolación se ha sentado en el lugar que un tiempo era santo, como Jesús había preanunciado (Mt 24,15). Y los cristianos están ahora invitados a salir de aquel templo, llegado a ser una verdadera “Babilonia”, para no ser asociados a sus pecados y recibir parte de las plagas que el Padre hará bajar contra ello (Ap 18,4). El Padre permite incluso esta tentación pero no abandona a Sus hijos que en la prueba Lo invocan con corazón sincero. He aquí la manifestación al mundo de la Nueva Jerusalén, querida por el Padre para vencer la prueba de los últimos tiempos y acoger en Su Ciudad Santa (Ap 21,2-3) quien quiere permanecer cristianos siguiendo a Jesús y a Sus enseñanzas auténticas, liberando de esta manera a Sus hijos del mal y de los hijos del maligno que han devastado el lugar que una vez era santo.

  13. En la Nueva Jerusalén himnos y cantos de alegría a nuestro Señor Jesucristo (Sal 146,1-2; Rm 11,36b), que llega, está cerca, está aquí. María, la refulgente Estrella de la mañana, brilla más y más (2P 1,19; Ap 2,28), para conducir todas las gentes a contemplar al Niño Jesús en esta segunda y última Gruta, donada por el Padre a esta humanidad.

  14. «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace»” (Lc 2,10-14).

25 de diciembre de 2018
Fiesta Solemne de Navidad
de Cristo Jesús

El Pontífice
Samuele

 

 

 

[1] “Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea Tu nombre; venga a nosotros Tu reino; hágase Tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”. (Mt 6,9-13)