ACTO DE MAGISTERIO

Santo es Tu Nombre:
imprime en nosotros el Sello de Tu Amor

(Borrador)

  1. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Al Padre Santo que está en los Cielos sea gloria (Dn 3,52-56) y honor (Ap 4,8-11), por los siglos de los siglos (Ap 7,12).

  2. Dios es Padre de eterna Bondad, Padre de infinita Misericordia (Sal 105,1) para los que Lo invocan y Lo invocarán con corazón sincero (Sal 144,18); y Padre de eterna Justicia (Sal 7,18) para los que Lo desafían y no Lo reconocen (Mc 3,29; Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “El Altar Privilegiado Eterno para la Unión Hipostática”, 30/06/1985).

  3. Su Nombre es Dios (Ap 19,13). Este es el Nombre imprimido en el corazón de sus hijos y de sus criaturas (Dt 12,5; Sal 67,5).

  4. Jesús, el Hijo del Dios Viviente (Mt 26,64), nos ha salvado con su Sacrificio de Cruz, imprimiendo en nuestros corazones los Signos de su dolorosa Pasión (Sal 22,16), de su Sacrificio salvador que nos ha dado la Vida (Gal 2,20).

  5. Ahora, en este tiempo, Dios Padre Todopoderoso imprime en nuestro corazón el Sello de su Amor (Ap 7,3), que es Salvación (Sal 78,9); y sopla en nosotros su Espíritu (Gn 2,7) que nos hace libres (Jn 8,32): libres de amar, de proclamar y de manifestar la esencia de Cristo, el Cordero victorioso, Aquel que es el único que abre el Sello para completar y vencer (Ap 8,1).

  6. Todo se cumple en la Pequeña Cuna del Niño Jesús, Pequeña Morada Santa, Lavacro del mundo (Sal 45,5; Tt 3,5), Signo de purificación de los hijos de Dios; y Signo de la última y eterna Alianza entre Dios y su Pueblo (Jer 31,31-34), aquel “Pequeño Resto” fuerte y santo (Jer 23,3) que ha permanecido fiel y encarnado en el Vientre de María (Jn 3,3-7), para poder comprender el significado profundo de su Amor maternal que lleva a comprender de forma plena el Amor del Hijo de Dios que en el Padre es Vida (1Jn 4,9).

  7. He aquí la esencia y la sustancia del Padre (Jn 17,3), del Hijo (Jn 3,16) y del Espíritu Santo (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “El Espíritu Santo”, 13/09/1984), que en el Vientre de María (Lc 1,42) ha dado vida a la Generación de los Santos (cf. Jer 1,5; Rom 8,29-30).

  8. El Padre nos pide a nosotros, sus hijos, acoger su Voluntad (Mt 6,10) que en la historia se encarna y se manifiesta. Es nuestro “sí” que casando el llamado da fruto y no apariencia (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “La Catequesis”, 01/01/1984). Y el Padre acoge nuestro “sí”, dicho y renovado con corazón sincero, infundiendo en nuestro corazón su Sapiencia y su Sabiduría (Sal 48,4), a fin de que sus hijos sean fuertes (Sal 19,8) y atentos, santos y veraces (Jn 7,18), para seguir robusteciendo el corazón y el espíritu (Sal 50,12), porque el corazón y el espíritu harán los hijos de Dios fuertes en el espíritu (Mc 14,38) y firmes en la fe (1Cor 16,13), para vencer toda insidia, combatir la buena batalla (1Tm 6,12) y guardar la fe (2Tm 4,7).

  9. He aquí aquellos que están llamados a hacerla comprender, amar y más y más practicar: la única y eterna Fe (Hch 13,48), aquella Fe que en Cristo y en María se cumple.

  10. He aquí el Anhelo de Vida del Padre (Jn 3,8), que en esta Pequeña Cuna se nos dona, a fin de que quienquiera llegue pueda reencontrar aquel Oxígeno perdido que hace respirar (Is 42,5-8) el corazón, el alma y hace renacer a vida nueva.

  11. “¿Quién les hará conocer Jesús?”. Esta es la pregunta que a lo largo del tiempo Dios ha dirigido a nosotros sus hijos por medio de su Mozuela (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “Morir para vivir, perder para ganar”, 24/03/1985). Los hijos de Dios ahora están llamados a hacerLo conocer, amar y vivir. Nosotros, hijos de Dios, fieles a sus enseñanzas, estamos ahora llamados a vivirLo, a amarLo para hacerLo triunfar, en nosotros (1Jn 3,24) y en cada corazón (1Jn 4,16).

  12. Muchos son los meteoros de este mundo que están a punto de caer (Ap 6,13-17). Habrá oscuridad en una parte del mundo. En la otra parte empieza el ocaso. En la tercera parte (Ap 16,19a) siempre estará el Sol de Dios (Ap 1,16), el único Sol que dará luz por la eternidad.

  13. En este tiempo de gracia los hijos de Dios están llamados a seguir recurriendo el recto Camino, para comprender hasta el fondo la Voluntad del Padre que en esta Madre Tierra, Nueva Jerusalén (Is 65,17), se cumple en la totalidad, para dar vida a la humanidad renovada, en el corazón, en el cuerpo y en el espíritu (Ap 21,1).

  14. “No habrá muerte, ni lamento ni dolor” (Ap 21,4), porque la última que se derrotará será la muerte. Esta es la primera Resurrección (Ap 20,6). Muertos al mundo y al pecado, uno renace de lo Alto, en Cristo, para tomar parte, nuevos y renovados, el Reino que en la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) ya es. Para luego vivir la eterna Resurrección, Pascua del Señor. Aquella Pascua eterna donde el Día, Día de Dios y de sus hijos fieles jamás tendrá fin (Ap 21,6-7).

  15. Sea este un tiempo de gracia y de purificación (Sal 50,9), para hacer más y más renacer y reflorecer el amor, que cotidianamente debe renovarnos y santificarnos, aquel amor puro, santo y esencial por Cristo: Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6). He aquí el crecimiento humano y espiritual al cual estamos llamados, para ser más y más verdaderos hombres y verdaderos cristianos, para ser fuertes, firmes y santos, para hacer hasta el fondo la Voluntad de Dios.

  16. El Espíritu nos conduce a vencer a toda tentación (Mt 4,1). Velad (1P 5,8). Sed templados, prudentes y astutos (Mt 10,16) para vencer el mal con la oración y la unión fraternal (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “La Catequesis”, 01/01/1998). Y nada Dios nos hará faltar (Sal 22,1). Dios nos estimula a ser santos y perfectos (Mt 5,48). Y como Padre, Hijo y Espíritu Santo escucha nuestra oración y nuestra súplica, la voluntad y la gana de volver a salir y vencer, inebriándonos de su Brisa santa que quiere rodear nuestro corazón de un perfume paradisíaco (Cc 2,16-17).

  17. He aquí aquella concreción que en este Rincón de Paraíso se vive: no una abstracción sino la concreción de vivir Dios en Espíritu y Verdad (Jn 4,24), porque sobre este Monte Santo Dios ha establecido su Morada, su Casa (Ap 21,3), sobre la cual ni el mundo ni el sinedrio tendrán autoridad, porque Dios Padre Todopoderoso La ha preservado para Él y para sus hijos fieles.

  18. Estamos sobre el Monte Santo donde se adora al Padre (Jn 4,21). Dios es Espíritu (Jn 4,24). Y los verdaderos adoradores Lo adorarán en Espíritu y Vida (Is 11,1-5; Jn 6,60-63.65).

  19. He aquí la Cima del Monte (Ap 14,1), donde se vive el silencio, la paz y la santidad; donde Dios llena sus hijos de su infinita Bondad (1P 2,1-5; Ap 5,5), que llena el corazón y el alma de su Amor pleno.

  20. Este es el premio que le corresponde a todos aquellos que sabrán permanecer fieles (Mc 13,13) y serán encontrados fieles hasta el final (Mt 24,13).

  21. El mundo no comprende la acción de Dios (1Cor 1,20). Y muchos son aquellos que, aclamados en vida, han sido olvidados por Dios; muchos son aquellos que, aclamados como santos por el mundo, ahora todavía tienen que expiar antes de poder ver Dios. Y muchos son aquellos – que el mundo no conoce – que están delante de Dios y resplandecen de su Luz perpetua.

  22. Quien quiere salvarse corre el riesgo de perderse, pero quien a Dios se encomienda salvará él mismo y salvará muchas almas (Mt 19,27-30; Lc 17,33).

  23. Quien quiere renovar la propia vida se encomiende en este tiempo a Cristo y a María, Redentor y Corredentora (Decreto Pontificio, “En María, Con María y Por María, 22/12/2019), para poder ya ahora vivir la eternidad (2P 3,18).

  24. El mundo no entiende el valor de la Vida (Mc 8,36; Jn 17,25) porque ha canjeado la esencia de la Vida (cf. Gn 25,29-34) por un amor y una pasión pasajera (Sab 4,12), que aplaca el frenesí de los corazones por un segundo pero deja un agujero enorme que hace los corazones indiferentes a todo lo que pertenece a Dios. Ay de todos estos, porque experimentarán la indiferencia de Dios, que es muerte (Ez 14,6-8; Ap 21,8).

  25. A quien, muerto al mundo (Jn 12,24) y al pecado, vive (Rom 6,1-14) para habitar (1Jn 2,6) en el Corazón del Padre, nada faltará. Dios Padre Todopoderoso, de la Cima de su Monte Santo (Ap 21,10), bendiga todos nosotros de lo profundo de su Corazón y nos done su Amor, su Abrazo paternal, unido al Abrazo de Jesús, Aquel que salva (Mt 1,21), a fin de que podamos renacer y siempre permanecer en el Vientre de María, aquel Vientre (Lc 1,54) que muchos no han querido conocer y reconocer, aquel Vientre (Ap 12,2) que ha generado el Reino que, ahora como entonces, está en medio de nosotros (Lc 17,21). He aquí el Espíritu que es Vida (Jn 6,63). En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

14 de febrero de 2024
Miércoles de Ceniza
Comienzo del Tiempo de Cuaresma

El Pontífice
Samuele