Apelación por la Paz

El mundo está a punto de vivir la víspera de un nuevo conflicto (Gen 6,11). El ansia de poder del hombre, su egoísmo y su deseo siempre vivo de querer subyugar y someter sus símiles tendrá consecuencias nefastas para muchos. Y como siempre, a pagar el precio más alto del odio y de la violencia serán muchos pequeños, débiles e inocentes victimas del delirio (Dt 28,28) de omnipotencia de pocos.

En este día dirijo nuevamente mi dolorida apelación a quien se profesa cristiano y a todos aquellos que están animados por la buena voluntad a fin de que sean depuestas las armas del odio y de la violencia (Sal 54,22) que llevarán pueblos contra pueblos, naciones contra naciones en un creciendo de ostentación de potencia y sumisión.

Quien provoca la guerra es responsable del más grande pecado y llega a ser uno con satanás (Mt 4,19), el príncipe de las tinieblas y de la muerte, aquel que ha declarado la guerra a Dios, a sus Filas y a todos sus hijos. Jesús es Paz (Jn 14,27). Jesús ha donado Si mismo para donar al mundo Amor y Vida (Jn 15,13). Jesús ha nuevamente vuelto en la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) para donar a sus hijos la Paz (Mi 4,1-3), que se hará vivir a todos aquellos que en Cristo Señor piden la Paz, la verdadera Paz, que sólo el Príncipe de la Paz (Is 9,5) puede donar, establecer y defender.