El dono y el respeto por la Vida
23 de noviembre 2016
A tiempo la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén ha exhortado todos los propios fieles y todos los hombres de buena voluntad a reunirse en oración para defender el don y la sacralidad de la Vida, que en Cristo se manifiesta plenamente. Ahora, en este tiempo, todo se comprende. La iglesia de Roma, por mano de aquel que la guía, ha promulgado una nueva ley (a través de la llamada carta apostólica “misericordia et misera”) que, en nombre de una falsa misericordia, humilla la sacralidad de la vida en la fase embrionaria, permitiendo a todos poder lograr fácilmente un vacío perdón, oferto a quien práctica y hace practicar la interrupción voluntaria de la vida de otra persona.
Ninguna ley humana puede permitir al hombre matar a otro hombre. Ninguna ley humana puede permitir al hombre juzgar quien debe vivir o quien debe morir, en cuales tiempos y en cuales modalidades. Ninguna mujer puede interrumpir voluntariamente el fruto de la vida que proviene de Dios. Ninguna llamada a una falsa misericordia puede atenuar la gravedad de hechos que necesitan un verdadero, convencido y profundo arrepentimiento que permita volver a ser en comunión con el Cuerpo Místico de Cristo.
El alarido de muchos inocentes grita delante del Padre, que ya ha manifestado su dura condena contra la iglesia de Roma que, en plena Apostasía, ha abjurado la verdadera fe en Cristo, Aquel que es Vida, para inclinarse al príncipe de las tinieblas, a un espíritu que es anti-cristo, que muchos en este día invocan para ser salvados. Uno solo es Aquel que salva: Cristo, el Rey de los reyes, el Señor de los señores, el único Salvador del mundo. Ninguna nueva filosofía religiosa a escala mundial, inspirada en un falso concepto de “amor”, podrá salvar la iglesia de Roma de la ira del Padre, que siempre más será manifiesta.
María, Madre Iglesia, Nueva Jerusalén, acoge la Vida, dona la Vida, defiende la Vida; no la interrumpe, no pide interrumpirla, no abraza quien, con voluntad y sin arrepentimiento, la interrumpe. La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén condena cada abuso contra la vida, cada atropello contra la vida, cada engaño contra la vida. Una madre cuida la vida de los propios hijos, donando, si es necesario, la propia vida en defensa de sus hijos, sin esconderse detrás de una ley inicua, humanamente injusta, para practicar con verdadera concienciación y conciencia, sin remordimiento, prácticas contrarias al don recibido por el Padre, que hace ser “hijos” en el respeto de la paternidad santa.
Ninguna ley humana podrá y deberá interrumpir lo que proviene del Espíritu Santo. Los verdaderos hijos de Dios y todos los hombres de buena voluntad proclamarán siempre la Ley Santa de Dios que, sobre el ejemplo de María, Hija, Esposa y Madre, Pura y Fiel, deberá ser por todos defendida y respetada, con las palabras y con el ejemplo, para la gloria y en honor a Dios Padre Omnipotente.