DOCUMENTO DE MAGISTERIO

Mensaje universal de la Madre Iglesia

(Borrador)

  1. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La Luz verdadera ha venido en el mundo (Jn 1,9) para donarnos su Amor, para aunar a sus hijos y apretarlos a su corazón, a fin de que todos aquellos que han conservado la fe en el verdadero Dios, Uno y Trino y en Él confían, puedan ahora vivirLo, amarlo y renacer aún más en su Amor de Padre, de Hijo y de Espíritu Santo.

  2. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús el unigénito Espíritu ha bajado en semejanza de Niño: un Niño con la mirada de Hombre, que mira, escudriña y actúa, para hacer comprender al mundo que hay que ser pequeños en la fe (Mt 11,25), pobres en espíritu (Mt 5,3), para poder comprender la acción del Hijo de Dios, acogerla y vivirla.

  3. Los hijos del mundo no comprenden la acción de Dios, porque encerrados en el propio egoísmo y concentrados y ocupados con otro: guerras crecientes, pestilencias nuevas y mudables, carestías de todo tipo, sin darse cuenta de que – mientras tanto – están perdiendo lo que de verdad sacia el corazón, el alma y el espíritu, para regenerarse y volver a vivir la verdadera vida, física y espiritualmente: el Amor de Dios (Sal 108,26; Os 6,6; 1Jn 4,8).

  4. He aquí la manifestación de la Pequeña Cuna del Niño Jesús, segunda y última Gruta de la humanidad (Lc 2,16), donde Jesús nuevamente ha bajado, ha vuelto, para apretar a Sí a su pueblo y conducir el Pequeño Resto del Israel de Dios (Is 10,20-22) a la victoria, para hacer vivir a todos aquellos que están animados por la buena voluntad en la Verdad, absoluta y jamás relativa.

  5. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús late el Corazón de un Niño, nacido para donar a todos la Vida, la verdadera Vida, renovada en el Verbo hecho carne, el Amor hecho Persona (Jn 1,14), bajado del Cielo para acoger a su gente, vivir entre su gente, para hacer vivir y hacer vencer todos aquellos que, reconociéndoLo y acogiéndoLo en el corazón y con el corazón, quieren vivir como “hijos” (Jn 1,12) y ya no como esclavos, como amigos libres y ya no como siervos (Jn 15,15).

  6. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús hay un Niño que a todos espera (Lc 2,10-12) para irradiar Luz y manifestar santidad, en la espera de que las promesas del Padre se cumplan, porque ha llegado el tiempo – y es este – en el cual todo se cumple y se cumplirá.

  7. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús el Niño Divino ha vuelto para volver a llevar en el corazón de muchos la verdadera fe en Aquel que es Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6), para alejar el hielo de la indiferencia hacia Dios; y para alejar la tentación de adorar a un dios humano y humanista, un dios anticristiano que quiere unir todo y todos en una humana religión basada sobre un humano e indistinto amor, que Amor no es (Hch 4,11).

  8. Cristo es el único y eterno Amor, el Amor hecho Persona, nacido para hacer renacer todos a vida nueva (Jn 3,7), vuelto para reconducir esta sociedad sobre el Camino maestro, que el Padre ha abierto, que el Hijo ha sellado y que el Espíritu Santo con continuidad traza y remacha (Jn 14,17), surcando la historia y los corazones que, continuamente solicitados por la tentación del enemigo de Dios, vacilan y se dejan desviar por el pensamiento del mundo, que quiere hacer que lo que es desamor aparezca como amor, infidelidad como fidelidad, invirtiendo y subvirtiendo los términos del Pensamiento original de Dios, a fin de que muchos se pierdan y caigan en la perdición (Ap 17,8).

  9. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús el Espíritu Divino (Jn 15,26) ha vuelto para volver a llevar el orden y la disciplina, para que las enseñanzas auténticas del Dios Uno y Trino sean colocadas nuevamente en el centro del corazón de sus hijos y de todos los hombres y las mujeres de buena voluntad (Jer 31,33), para alejar del corazón la tentación del espíritu diabólico que quiere hacer apostatar el mundo del verdadero Dios, engañando a las conciencias con enseñanzas humanas que alejan del Pensamiento de Dios, que descartan la Sacralidad de la Familia y la sacralidad de la Vida como el Padre, el Hijo y sus hijos Santo nos la han donado y enseñado. Es ésta la primera y verdadera “cultura del descarte” (Sal 117,22), no otras.

  10. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús el Hijo del Hombre ha vuelto en Espíritu y Vida (Jn 4,24) para aunar el Rebaño perdido y conducirlo a Sí para conducirlo al Padre (Jn 10,16), a fin de que las ovejitas de Dios puedan fortalecerse y tener raíces enraizadas en el Corazón del Padre, aquel Padre Bueno y Santo que en la Nueva Jerusalén ha puesto su Carpa que, una vez abierta (Jn 15,5), irradiará calor y Luz; y hará comprender a todos la celestialidad, la Morada metafísica que ya es y que pronto se manifestará.

  11. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús el Hijo manifestará la Omnipotencia del Padre: una Omnipotencia de Amor, sino de Fuego Santo, a fin de que esta humanidad árida y perdida sea purificada por el Fuego del Amor del Padre, para hacer renacer todo y todos en el unigénito Espíritu, que en el Hijo es Persona (1Jn 1,1-3).

  12. Quien quiere llegar y arribar en la Pequeña Cuna del Niño Jesús siga a la Estrella de la mañana, María, que ha surgido (Mt 2,2) y que atenta atende a sus hijos para reconfortarlos y saciarlos con su leche y miel, Aquella que llevará muchos a conocer y apreciar la Bondad del Corazón del Hijo (Mt 2,9), a fin de que siguiendo su ejemplo todos puedan vivir como verdaderos hombres – buenos, rectos y generosos – para poderse, así, manifestar como cristianos auténtico, animados por las mismas virtudes y sentimientos de Cristo (Flp 2,5), delante del cual toda rodilla tendrá que plegarse y toda lengua proclamar su alabanza, porque así quiere el Padre (Flp 2,10-11).

  13. La nueva Navidad de Cristo marca un tiempo de renacimiento de los hijos de Dios y de aquellos que, animados por la buena voluntad, querrán venir y acudir para adorar a Aquel que salva (Is 9,5; Lc 2,11), alejando del corazón la oscuridad de la duda, de la incredulidad, del desaliento y del desánimo, alejando las tinieblas y la niebla densa que envuelve muchos corazones, pueblos y naciones (Is 60,2).

  14. Dios Padre Todopoderoso ha enviado nuevamente a su Hijo amado no para sucumbir o hacerLo sucumbir, sino para vencer y hacer vencer el Hijo junto a los hijos (Ap 17,14), para vencer a un mundo descarriado y corrupto que se siente invencible sino que, como un relámpago, al resplandor del rayo, será desparramado como paja al viento (Sal 1,4), mientras que los hijos, como flor de trigo, frutos santos del Amor del Padre, encontrarán amparo en su granero, para unirse a los ángeles y a los santos del Cielo y vivir para favorecer el Cumplimiento de los cumplimientos, en la comunión viva entre Cielo y Tierra, comunión de los Santos, que suben y bajan la Escalera que el Patriarca Jacob vio (Gn 28,12) y que la Mozuela de Dios sube y baja continuamente junto a los ángeles, para confortar a sus hijos que en Ella esperan y que a su Corazón han consagrado su vida.

  15. He aquí María, la Madre de Dios, la Estrella reluciente de la mañana, la Toda Bella y Toda Pura, que ha conducido y conducirá definitivamente la humanidad fiel a Dios a vivir el Amanecer nuevo. He aquí María, la Todopoderosa por gracia (Lc 1,49), que nunca abandonará a sus hijos fieles, que del Cielo conduce a su Armada, formada por las filas terrenales y celestiales, encabezadas por Miguel (Ap 12,7), para hacer vencer y triunfar los hijos de Dios, Uno y Trino.

  16. Todo ha empezado y con el tiempo se verán más y más los efectos de esta acción: una acción inexorable y detonante, que nadie podrás parar porque prometida y querida por el Padre Todopoderoso. Sólo quien no querrá ni ver ni oír no verá ni oirá la avanzada de la Armada de la Inmaculada. Nada podrá el enemigo de Dios (Ap 12,17) contra Aquella que ha nacido y vive para aplastarle definitivamente la cabeza con su Calcañar (Gn 3,15).

  17. María y sus hijos, su estirpe, con su ejemplo santo de vida y con palabras y obras de Verdad y Vida, manifestarán aquel Calcañar que, al mando del Padre, bajará y aplastará, así como el Brazo del Padre, que bajará y aplastará, en una acción simultánea que María – siempre en perfecta y total sintonía con el Padre – manifestará junta al Hijo y a sus hijos fieles (Ap 19,11).

  18. “Venid, acoged y adorad, todos vosotros, al Espíritu Divino (1Jn 5,6b) que ha bajado para llevar nuevamente a todas gentes la única Palabra, imperecedera y eterna (Jn 5,24), para hacer que todos estén en un Corazón solo y una sola alma (Jer 32,39; Hch 4,32), todos unidos en el Corazón Inmaculado de María que, ahora como entonces, exulta y proclama: «Glorifica mi alma al Señor, y mi espíritu se goza en Dios mi Salvador» (Lc 1,46-47).

  19. En la Pequeña Cuna del Niño Jesús está la salvación, está el Salvador, Aquel que era, que es y que viene (Lc 2,11), que ha bajado del Cielo para hacer toda acción que el Padre sugiere a su Corazón, para aunar ahora a sus amigos, a sus hijos, a sus escuderos, aquellos que esperan y que viven por el Cumplimiento.

  20. Este es el tiempo en el cual el León de la Tribu de Judá sale para vencer, sale para vencer y todavía vencer (Ap 5,5). Este es el tiempo de la plenitud viva de los verdaderos hijos de Dios que con mirada orgullosa, espíritu vivo y santidad profunda barquean y barquearán a todos aquellos que, náufragos y prófugos (Ap 18,4) de una Tierra enferma y peligrosa, que está precipitando y se está hundiendo hacia el báratro (Ap 18,2), quieren arriban en la Isla Blanca, la Tierra prometida en herencia del Padre a sus hijos, donde corre leche y miel (Dt 6,3), donde ninguna impuridad, ningún lazo de muerte y de pecado más podrá ligar y esclavizar a los hijos de Dios, porque el Amor bajado del Cielo les atará y les apretará a Sí, con los hombres y las mujeres de buena voluntad, en el único Abrazo de Amor de Corazón a corazón, Alma a alma y Espíritu a espíritu.

  21. Jesús ha vuelto para donarse a todos aquellos que en la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) vendrán para suplicar el Amor de un Dios que ha bajado por infinita misericordia, para recompensar en la totalidad aquellos hijos que allí llegarán en la certeza de haber encontrado “la” Casa, la Morada de Dios entre los hombres (Ap 21,3). He aquí la fe de los hijos de María, Madre Iglesia, Nueva Jerusalén: Una, Santa y Universal. Encomendémonos a María y confiemos en el único Maestro que es Vida, para ser en la plenitud vivientes en el Espíritu de Cristo, que en la Nueva Jerusalén quiere renovar y nuevamente convertir todos a la única Palabra, que es Vida (Jn 6,63). En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

1 de enero de 2023
Octava de Navidad
Fiesta Solemne de María Santísima
Madre de Dios

El Pontífice
Samuele