DOCUMENTO DE MAGISTERIO

Carta abierta del Pontífice Samuele
A los cristianos y al mundo de buena voluntad

¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!

  1. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En este momento de gran sufrimiento y de gran angustia que atenaza muchos corazones, Pueblos y Naciones (Is 60, 2), más y más divididos entre ellos, que recurren de forma creciente al uso de armas, deseo dirigirme a todos los Cristianos y al mundo que – todavía animado por la buena voluntad – no se resigna a la guerra, al pensamiento de que el uso de la violencia sea el único medio para resolver los conflictos que se han encendido en varios Continentes del mundo.

  2. La violencia no es de Dios, que ha mandado: “No matarás” (Dt 5,17). Jesús, el Hijo del Dios Viviente, ha venido en este mundo para hacer que se conozca la Esencia, encarnando su Sustancia, del Amor (Jn 1,14), hacia Dios y hacia el prójimo (Mc 12,30-31).

  3. Muchos son los resortes que hoy en el mundo se pueden utilizar como alternativa a las armas para vencer quien oprime los Pueblos y las Naciones. Y cuando ha habido la voluntad, los Gobernantes de las Naciones y los Poderosos que guían las Instituciones mundiales han dado muestra de saber utilizar estos resortes: aquello financiero, aquello económico, aquello jurídico, aquello social e incluso aquello medioambiental. Pero, para hacer esto, hay que tener el valor (Sal 30,25) y la voluntad de seguir rutas alternativas a las armas y a la violencia, que representa en apariencia la ruta más fácil, sino que la realidad es devastadora para todos. Muchos, de hecho, se olvidan – o fingen olvidarse – de las consecuencias y de los daños directos e indirectos causados por la guerra, cuyo resultado siempre es imprevisible, aunque hoy – considerado los armamentos nucleares a disposición de muchas Naciones – no es difícil prever que las consecuencias serían fatales para todos.

  4. El mundo corre el riesgo, así, de embocar un camino sin retorno (Sal 63,7). Los conflictos ya encendidos no tienden a apagarse sino, al contrario, van continuando; otros ya empiezan encendiéndose, con el riesgo de implicar un número creciente de Países confinantes y pertenecientes a Organizaciones de Naciones que, si implicadas, arrastrarían en el conflicto, como en un efecto dominó, un número creciente de Pueblos y Países.

  5. En este trágico contexto quiero dirigir mi dolorida apelación a la Paz, ante todo a los Cristianos y a las Naciones que se reconocen en Jesucristo (Jn 20,19), a fin de que se haga todo esfuerzo para buscar la Paz sin recurrir a la guerra, sino poniendo en campo todo resorte a disposición de los Gobernantes y de los Responsables de las Instituciones, para apagar de raíz toda violencia, sin conformarse al modus operandi de Pueblos y Naciones que no se reconocen en Jesús y en su enseñanza, que para los Cristianos es imperecedera y eterna.

  6. De otra manera, ¿qué diferencia hay entre quien ha conocido y reconocido al Salvador (Mc 8,29) con respecto a los otros?

  7. Unámonos en Jesús, en su Magisterio auténtico, para rezar y actuar a fin de que los Jefes de las Instituciones mundiales se activen con todo medio para buscar la Paz, en Cristo, con Cristo y por Cristo (Jn 20,21), como señal de distinción de todos los cristianos, que no están llamados a fomentar el odio entre quien ya vive de odio y de violencia en este mundo, sino a mirar a la Paz eterna y, en consecuencia, contribuir a su conquista ya sobre esta Tierra (Lc 2,24). En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

10 de octubre de 2023
Memoria de San Daniel

El Pontífice
Samuele