Los Principios y la Identidad de la Iglesia

19 de enero 2016

Con referencia a los recientes comunicados de otras realidades de culto, que han sido retomados también por órganos de prensa, que tienen como objeto las actividades de la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén y de sus pertenecientes, merece la pena subrayar algunos principios fundamentales que están en la base de las actividades de culto de esta Iglesia, de manera de evitar interpretaciones falsas y desviantes por parte de quien tiene la intención de crear voluntariamente un clima de conflicto y de confusión entre los fieles cristianos.

La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén quiere conducir la propia misión pastoral preocupándose de los principios fundamentales, que están en la base del propio credo religioso: hacer que todos los hombres de buena voluntad vivan las enseñanzas cristianas auténticas, contenidas en la Sagrada Escritura y hechos vivos en el ejemplo de vida de Cristo, el único Salvador del mundo, y de María, la Madre de Dios, la Madre universal, la Inmaculada, la Asumida al Cielo, la Reina del Cielo y de la Tierra.

Esta Iglesia jamás podrá, por ningún motivo, negociar dichos principios, ni tampoco podrá renunciar a ellos.

Como consecuencia de esto, la actividad de culto y la enseñanza religiosa de la Iglesia está dirigida a todos aquellos que quieren vivir las enseñanzas cristianas auténticas, permaneciendo fieles a la verdadera doctrina cristiana, respetando los Diez Mandamientos y el ejemplo de vida de Cristo y María, contenido en lo Santos Evangelios y manifestado por la acción del Espíritu Santo, que procede en la historia.

El verdadero cristianismo y sus principios fundamentales nunca podrán ser desestimados en la esencia y en la sustancia, para ser mezclados en la unión con otras doctrinas religiosas presentes en el actual contexto mundial, como el hebraísmo, el islamismo, el budismo y otras. Al hacerlo el cristianismo y los cristianos perderían y perderán la propia identidad y la propia peculiar acción, para confluir de esta manera en una nueva idea de religión, que ya no pone Cristo en el centro de la misión salvadora encomendadles. Esta nueva idea de religión, promovida por Jorge Mario Bergoglio, el cual en sus discursos y en sus acciones manifiesta, en realidad, una doctrina contraria a las enseñanzas cristianas auténticas (como ampliamente documentado por el sitio internet “Defendamos la Verdad”: www.difendiamolaverità.it, que se señala para la tramitación del tema) no es conforme a las enseñanzas cristianas auténticas y al Plan de Redención de Dios Padre para la salvación de la humanidad.

Como consecuencia, comprendiendo que la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén sólo quiere seguir profesando con los propios fieles las enseñanzas cristianas auténticas y no otro, se comprende también la mala fe de quien quiere hacer aparecer la voluntad de esta iglesia, que avanza con determinación y con la cabeza bien alta, como una actitud de odio y hostilidad con respecto a los otros, siguiendo con esto en denigrar tanto las actividades de la Iglesia como la dignidad de sus responsables.

Por lo tanto la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén remacha nuevamente que en el propio interior no hay ni sentimientos de odio ni sentimientos de hostilidad hacia ninguno (sean ellos ministros y fieles de otras realidades religiosas o ciudadanos laicos); sino está y siempre estará el sentimiento vivo y pasional que llevará a defender siempre y todavía la doctrina cristiana auténtica, incluso con respecto de quien, con soberbia y arrogancia, supone detener el monopolio de la gestión de la Viña del Padre, olvidando la enseñanza de la historia vivida por el pueblo judío que, al comienzo, fue constituido por administrar con fidelidad la Viña del Padre y luego llegó a ser infiel a Padre. ¿Podía el Padre seguir encomendando la gestión de Su Palabra y la administración de Su Viña en las manos de aquellos que profanaban la Palabra en el corazón, en los vicios y en el propio ser? No.

Dios Padre, como consecuencia, decidió estipular con otros Su (nueva) Alianza, enviando a motivo de esto Su Espíritu en una nueva realidad que, propio porque animada por el Espíritu del Padre, llegó a ser la nueva Iglesia. Y sin la presencia del Espíritu Santo los ministros de aquella iglesia en vano suministraban los sacramentos, en vano oficiaban los ritos, en vano levantaban oraciones al Padre, que ya no escuchaba aquellas oraciones. Sin la presencia del Espíritu del Padre todo era en vano.

La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén, animada por la acción del Espíritu Santo, quiere proseguir la propia misión por la cual se ha constituido, respetando la libertad de culto del otro y, al mismo tiempo, reivindicando la libertad de poder manifestar libremente el propio credo religioso, al fin de vivir y de hacer vivir las propias enseñanzas a todos los hombres de buena voluntad, dispuestos a buscar la voluntad del Padre, el Amor del Padre, el Amor, el verdadero Amor, que no tiene intenciones ocultas, sino quiere hacer vivir en Dios Padre. Este es el único interés que anima la Iglesia: dar a cada hijo de Dios Su respiro de Padre, de Hijo y de Espíritu Santo.