DECRETO PONTIFICIO

En María, con María y por María

Dios ama a la mujer. María es. Dios es Madre1

PREFACIO

  1. María es.
    María es Madre de Dios2; María es Siempre Virgen3, María es Siempre Virgen4; María es Asunta al Cielo, en alma y cuerpo5. MMaría es, en Dios, con Dios, por Dios.

  2. María es Hija, Esposa y Madre de Dios6.
    María es Hija, Esposa y Madre de Dios. En Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mt 28,19), María es Hija, María es Esposa y María es Madre.

    1. María es Hija de Dios Padre Todopoderoso, que ha concebido María antes del tiempo, custodiándoLa en el propio Corazón puro y santo así de preservarLa de toda mancha de pecado.

    2. María es Esposa del Espíritu Santo, que en la unión con María, la llena de gracia (Lc 1,28) ha generado Cristo Señor, el Hombre Dios, unigénito Hijo de Dios, generado por el único Espíritu, que es Santo, que es Dios.

    3. María es Madre de Cristo, generado y no creado de la misma esencia y sustancia de Dios, que es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo. María es Madre Siempre Virgen, no corrompida por el pecado, habiendo Ella siempre permanecido en comunión perfecta de corazón (contenido en el cuerpo), de alma y de espíritu con Su Señor, Uno y Trino.

  3. María es Madre Universal. 
    María es Madre de Cristo y, por voluntad de Dios, Madre de todos los hijos de Cristo, que no ha querido guardar sólo para Si mismo Aquella que Lo ha generado, sino que La ha querido donar a todos nosotros como Madre universal.
    A los pies de la Cruz, en la Celebración viva del Sacrificio Eucarístico del Cristo, María, “la” Mujer, está llamada directamente por el Hijo Dios a manifestar Su ser “Madre” de todos los hijos dilectos (representados, en aquel momento, por aquel hijo dilecto y fiel, Juan, el Apóstol del Amor), diciéndoLe: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26). Así, en Juan el Apóstol, Jesús invita a todos Sus hijos dilectos a reconocer y a vivir María como buena y tierna Madre, diciendo “¡Ahí tienes a tu Madre!” (Jn 19,27). Y de aquel momento en adelante, siguiendo el ejemplo del hijo dilecto, todos los cristianos fieles a Cristo, todos los cristianos que a lo largo del tiempo se habrían reunidos en asamblea para ser en Cristo y manifestarse universalmente como Iglesia de los creyentes en Cristo, han sido llamados a vivir María como Madre del Hijo de Dios y como Madre de todos los hijos de Dios. María es entonces Madre Universal, María Madre de todos los vivientes (Gen 2,20; Mc 12,27a), Madre de todos aquellos que, muertos al mundo y al pecado, viven por Dios, en Cristo Señor (Rom 6,11), Madre de todos aquellos que, permaneciendo fieles a Dios, viven para proclamar día y noche: “Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, Aquel que era, que es y que va a venir” (Ap 4,8), para vivir eternamente en Cristo, con Cristo y por Cristo.

  4. María es Reina del Cielo y de la Tierra.
    María es la Reina del Cielo y de la Tierra. Por la gracia particular que Dios Padre Todopoderoso Le ha destinado, María es asunta al Cielo en alma y cuerpo. María sube al Cielo para reunirse al Hijo, así que en el Hijo y por el Hijo pueda seguir viviendo la propia misión de redención unida al Rey de los reyes y Señor de los señores (Ap 17,14). Dios Uno y Trino corona a María, Reina del Cielo y de la Tierra, a fin de que, coronada Reina y revestida de la realeza de Dios, María pueda, junto al Hijo, ponerse a la cabeza de todos los ángeles y los santos y llevar a cumplimiento la misión encomendadle por el Padre desde el principio: aplastar la cabeza a la serpiente antigua, para vencer definitivamente el mal y hundir el maligno en los infiernos, por todos los siglos de los siglos (Ap 20,10).

  5. María es Corredentora Universal.
    María es Corredentora Universal:

    1. Lo que es espíritu ha de ser entendido a la luz del Espíritu. Si no se renace de lo Alto (Jn 3,3) no se puede comprender la acción del Espíritu Santo que actúa en la historia y que ha animado María, Su llamado y Su acción, terrenal y divina.
      Generada por el Amor en Cristo, con Cristo y por Cristo por Dios Padre Todopoderoso por obra del Espíritu Santo antes de que el tiempo fuese7, María Santísima, la Inmaculada Concepción, la Inmaculada del Espíritu Santo, la Inmaculada de la Fidelidad viva, vive para desempeñar el propio llamado coparticipando totalmente con Cristo, en Cristo y por Cristo a la misión de Redención que Dios Padre Todopoderoso ha encomendado al Hijo.
      Dios Padre Todopoderoso reviste María de Su gracia (Lc 1,30), donándoLe Su dignidad, desde el principio. Ella vive en la santidad perfecta, desempeñando con voluntad viva y total el llamado del Padre, manteniendo puro e incorrupto Su Corazón Inmaculado, permaneciendo siempre íntimamente unida a la misión salvadora del unigénito Hijo, Rey y Señor, único Salvador y Redentor del Mundo. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo pueden actuar totalmente en María, que desde el principio se abandona totalmente a la voluntad del Padre, diciendo “He aquí la esclava del Señor. Haz de mi lo que Te agrada.”. (cf. Lc 1,38).

    2. María coparticipa de manera perfecta y total al Misterio de Redención, adhiriendo voluntaria y perfectamente a la voluntad del Cielo y ofreciéndose totalmente al Padre en Cristo para la salvación de la humanidad. Así es en el momento de la Anunciación (cf. Lc 1,26-38); así es en el momento de la Presentación al Templo, encontrando y acogiendo con amor, en el silencio orante, la profecía de Simeón (cf. Lc 2,34-35), que Le preanuncia la “espada” que Le hubiera traspasado el alma; así es durante todo el recorrido de Su vida, que La conduce a subir con el Hijo, en el Hijo y por el Hijo el Monte Calvario, para luego alcanzar y unirse espiritualmente, en la comunión perfecta y total de corazón, alma y espíritu, a la inmolación del Hijo en la celebración de Su Misa, viva, continua y palpitante, a la cual María toma parte en la totalidad, uniéndose totalmente al Hijo, ayudándoLo a llevar a cumplimiento hasta el fondo Su misión salvadora y redentora.

    3. Hasta el principio, cuando María estaba sólo en el Pensamiento del Padre, la unión indivisible de María con Cristo, Hombre y Dios, en el Pensamiento del Padre ya era. Uno es el Pensamiento del Padre, que se manifiesta y se desarrolla en la historia. Como Eva de hecho es sacada de Adán (Gen 2,22) para ser ayudo por él, porque no es bueno que el hombre esté solo (Gen 2,18), así María, la nueva Mujer, está llamada a coparticipar al plan salvador con el Hijo, porque el Padre, ahora como entonces, no considera que sea bueno que el Hombre esté solo, sino que quiere que esté unido indivisiblemente a la Mujer. El Padre, que en Su Pensamiento originario, llama a la mujer a coparticipar a la obra del hombre. La mujer no es concebida para estar sometida, ni al hombre ni a nadie, sino que el hombre y la mujer están llamados juntos a ser fieles y obedientes a Dios. En el principio la mujer es constituida y sacada del hombre con igual dignidad, a fin de que el hombre y la mujer puedan recíprocamente ayudarse en desempeñar el llamado que el Padre les dona. Es con la desobediencia y la infidelidad de la mujer (al hombre y a Dios) y con la desobediencia y la debilidad del hombre (ambas causadas por la acción malvada del enemigo de Dios) que las condiciones iniciales cambian. Pero en el Pensamiento originario del Padre, hombre y mujer están llamados a cooperar juntos (Gen 2, 18-24).

    4. En el Pensamiento del Padre Cristo está unido a María y María está unida a Cristo. Unidos el Uno a la Otra por el mismo Espíritu, que es Santo, para desempeñar la misión salvadora, iniciada públicamente en Cana de Galilea (Jn 2,1-11) y manifestada totalmente sobre el Gólgota, a los pies de la Cruz (Jn 19,25-27), donde Cristo Señor, verdadero Cordero inmolado (Ap 5,6a), encomienda Sus hijos a Aquella que Jesús manifiesta ser “Madre”, la buena y tierna Madre, humilde y fiel, pura y santa, “la” Madre Universal, que nunca podrá abandonar, como en Cielo así en la Tierra, los hijos a Ellas encomendados, los hijos que, escuchando y queriendo poner en práctica las palabras del Maestro – “¡Ahí tienes a tu Madre!” – se encomiendan y se encomendarán a María, para ser salvados.

    5. La misión salvadora y redentora de Cristo y María avanza en la historia. Las palabras del Protoevangelio (Gen 3,15) deben cumplirse en la totalidad. María está llamada a aplastar la cabeza a la serpiente que, por el contrario, declarará guerra a María y a Sus hijos, insidiando el talón inmaculado de María. La lucha es continua, entre María y Sus hijos por un lado y el maligno y sus seguidores por el otro. María, la Reina del Cielo y de la Tierra, al mando de Su celestial armada, está destinada a vencer, así como está escrito en el Protoevangelio y en el Libro del Apocalipsis. Es María que en Cristo, con Cristo y por Cristo conducirá a la victoria los hijos de Dios. Esta es la misión propia y directamente encomendadle a María, Aquella que rescatará con Su humildad, pureza y obediencia la desobediencia, la concupiscencia y la soberbia de Eva, aplastando con su talón la cabeza de la serpiente.

    6. En los últimos tiempos María es de manera particular unida a Cristo en el Misterio redentor. María, vestida de la Luz de Cristo, está representada como Reina, coronada de doce Estrellas (Ap 12,1), lista, aunque en el sufrimiento (Ap 12,2), a generar espiritualmente el Hijo en el corazón de los hijos, a fin de que Cristo sea acogido en el corazón de todos y vivido eternamente como Rey de los reyes y Señor de los Señores (Ap 19,16). María, en los últimos tiempos, retomando cuanto preanunciado en el Protoevangelio de Génesis 3,15, está directamente involucrada en el Misterio de Redención, concentrada en defender a Cristo y a los hijos de Dios de la acción del enemigo de Dios, representado por el dragón rojo (Ap 12,3), que declara guerra a María y a Sus hijos (Ap 12,17), sirviéndose de la ayuda de dos “bestias”: la primera, a la cual el dragón confiere el propio poder; la segunda, que a la apariencia parece a un cordero, en virtud de la “apariencia” exterior, pero que, en realidad, habla como un dragón (Ap 13,11). La nueva Mujer, María, unida al Cordero, combate y vence la buena batalla contra el mal, para renovar las bodas con el Cordero, que se une a la nueva Mujer, María, Ciudad Santa, Nueva Jerusalén. El ángel de Dios invita a todos a tomar parte al banquete de las bodas, para festejar en Cristo y María la eterna victoria. “El Espíritu y la Novia dicen: «¡Ven!» Y el que oiga, diga: «¡Ven!» Y el que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratis agua de Vida”(Ap 22,17).

    7. Después de haber salido al Cielo, María sigue permaneciendo unida a Su Hijo y Señor, en la ligazón total que une la Madre al Hijo, para redimir los hijos que el Hijo Le ha encomendado, Le encomienda y le encomendará. Cristo, Hombre Dios, ha vencido y vence el mundo. Así María, ha vencido y vence el mundo, para redimir, con el Hijo, el mundo.
      Esta es la voluntad del Padre, que los hijos de Dios están llamados a respetar y a acoger “con” fe y no solo “por” fe, porque los hijos quieren creer totalmente a la acción del Padre y acogerlo con docilidad en la totalidad.
      Gracias a María la humanidad es levantada a la dignidad del Hijo. El Hijo baja, se abaja, se hace hombre (Flp 2, 6-11) para levantar, con María, la humanidad, llevándola al Cielo. María es Corredentora, Aquella que con el Hijo, por el Hijo y en el Hijo salva, en la unión indivisible de corazón (Sacratísimo el Uno, Inmaculado el Otro), de alma y de espíritu (aquel único Espíritu que procede del Padre y del Hijo, que está en María, llena de gracia, Tabernáculo del Dios Viviente y Fuente de eterna Vida). Así como ha afirmado Juan Pablo II, María es “Corredentora de la humanidad”8.
      Corredentora significa entonces “redención-con”. La Corredentora es entonces Aquella llamada a “redimir-con”. María es entonces Aquella que redime con el Hijo, por el Hijo y en el Hijo Cristo, Corredentora y Mediadora de todas las gracias.
      Así como Le ha gustado al Padre, que ha elegido María entre todas las mujeres, llenándoLa de Su gracia, haciéndoLa llegar a ser Corredentora con el Hijo, por el Hijo y del Hijo. Quien es Corredentora tiene en Sí el poder, así como el Hijo, de salvar
      9.

PROCLAMACIÓN

Como Pontífice de la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén
declaro ser dogma de fe que:

MARÍA SANTÍSIMA
Inmaculada del Espíritu Santo y Siempre Virgen, 
Madre de Dios y Madre Universal, 
Asumida al Cielo y Reina del Cielo y de la Tierra
ES
«CORREDENTORA UNIVERSAL”

22 de diciembre de 2019

El Pontífice
Samuele

 

 

 
DISPOSICIONES FINALES
La Fiesta de María Corredentora se celebrará el día 15 de agosto, en la Fiesta Solemne dedicada a la Asunción al Cielo en alma y cuerpo de María SS.ma, Reina del Cielo y de la Tierra, Corredentora Universal.

 

NOTAS
[1] Sumo Pontífice Juan Pablo I, Roma, Ángelus, 10/09/1978
[2] Concilio de Éfeso, 431.
[3] Segundo Concilio de Constantinopla, 553.
[4] Sumo Pontífice Pio IX, Constitución Apostólica “Ineffabilis Deus”, 8/12/1854.
[5] Sumo Pontífice Pio XIII, Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus”, 1/11/1950.
[6] El Espíritu es vida (Jn 6,63). El Espíritu en María Hija es gracia. El Espíritu en María Esposa es regocijo. El Espíritu en María Madre es Salvación.
[7] María, Concebida Inmaculada está desde siempre en el pensamiento de Dios Padre, que es Amor, que en el Amor, puro y santo, genera María. María es desde siempre conocida por Dios y predestinada para ser conforme a Cristo (Rom 8,29). María es, entonces, con Cristo, primicia para la salvación a través de la Obra del Espíritu Santo (2Ts 2,13), primicia de todas Sus criaturas (Gc 1,18). María, en Su esencia amorosa, es entonces generada en el Amor de Dios, puro y sublime, que genera a Su vez el Amor que en Cristo se hace Persona.
[8] Sumo Pontífice Juan Pablo II, Roma, Audiencia General, 8/09/1982.
[9] El Seno Siempre Virgen que ha custodiado el Verbo de Dios (Jn 1,14) es puro; entonces, por la total gracia y por la autoridad que Dios Padre Todopoderoso Le ha concedido, María tiene en Ella el poder de salvar. María es de hecho la “llena de gracia” (Lc 1,18.30) y está llamada en primera Persona («Ipsa conteret caput tuum«, Gen 3,15) por el Padre a aplastar la cabeza a la serpiente. 
María es entonces la Puerta estrecha (Mt 7,14) por la humanidad sino que, al mismo tiempo, María es la Puerta ancha para la santidad, para vivir la cristiandad auténtica. María es la Puerta del Cielo. Quien entonces se postra al Corazón Inmaculado de María recibe la salvación, el Amor vivo, puro y santo.