En el Nombre de María Dios salva

María, la Reina del Cielo y de la Tierra, la Madre universal, aprieta a Su Corazón de Madre Sus hijos. En el Corazón Inmaculado de María cada hijo y cada hombre y mujer de buena voluntad encuentra el refugio de amor santo y perfecto, el amparo total. María, con Su Manto, cubre y protege Sus hijos de toda insidia y de toda adversidad.

En el Nombre de María todo demonio y todo hijo de la iniquidad huye y huirá. María, la Madre del mundo, abre Su Corazón, para proclamar al mundo: «Buscad la Paz, pronunciad Mi Nombre, proclamad la victoria en el Nombre de María».

Los hijos de Dios, santificados en el Nombre de María, viven la verdadera devoción a Su Nombre, a fin de que pronunciando con fe el Nombre de María los hijos de Dios puedan alejar el enemigo y sus tentaciones, sus adulaciones, para desencantar muchos corazones que ahora están hechizados por el engaño, por la iniquidad, que ha tomado la delantera a una casa que antes era y que ya ahora no es.

Muchos, que ahora tantean en las tinieblas, en la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén encontrarán salvación, encontrarán María, la Madre de Dios. Muchos, abrazando María, la Esposa de Dios, abrazarán Dios, conocerán a Dios, amarán totalmente a Dios. Muchos huirán de Babilonia (Jer 50, 8; 51, 6) para refugiarse en la Tierra de Amor donada por el Padre a los hombres de buena voluntad. Muchos vendrán, acudirán, pedirán ayuda. Se oirán los alaridos, los gritos. Escaparán de Babilonia (Ap 18, 4) para refugiarse en la Isla Blanca, donde Dios preserva la pureza de la fe, para refugiarse en el Corazón puro de María, María, el Arca de la Salvación, el Arca de la Nueva Alianza.

Muchos pronuncian el Nombre de María sin sentir la pertenencia a Ella, sin dar valor a aquel Nombre, sin dar importancia al Nombre de María vencedora sobre el mundo, sin comprender que todo se cumple en María, sin comprender que en María todo se regenera, que en María todo vuelve a partir, que en María se adora a Dios.

Muchos desprecian el Nombre de María. En muchos corazones ya no existe el Nombre “María”, ligazón fuerte que ata a Dios, ligazón indisoluble que ata los hijos con la Madre que lleva a Dios: María Puerta del Cielo, Salvación del mundo, Luz de Dios, que da vida al Fruto eterno.

No se pueden escindir el Nombre de María y el Nombre de Cristo. María, la Madre de Dios, la Madre universal, la Corredentora. Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Hijo unigénito del Padre, generado por el único Espíritu que procede en la historia, el único Salvador del mundo. María y Cristo. Cristo y María. Puente de la salvación, Puente de redención eterna.

Muchos pisotean el Nombre de María; otros profanan el Nombre de María; otros más se sirven del Nombre de María para complacer sus objetivos, atrayendo los corazones débiles, engañando los corazones haciendo creer amar el Nombre de María pero en realidad pronunciando Su Nombre con el engaño.

Para los verdaderos hijos de Dios el Nombre de María debe ser motivo de orgullo santo. Todos los verdaderos hijos de Dios están llamados a rencontrarse y reconocerse en el Nombre de María, para hacer nacer en el corazón de cada hijo y de cada hija el deseo santo y la voluntad viva de imitar Sus virtudes: la Fuerza, la Dulzura, la Humildad y la Simplicidad, para hacer ser todos en la Fidelidad viva y santa a Cristo Señor, que en María dona la Vida, para que todos puedan tener la Vida eterna y la tengan en abundancia (Jn 10, 10).

«¡Hijos de Dios, hijos de la Nueva Jerusalén, en el Nombre de María id, transmitid a todos vuestra fe en Su Nombre e incendiad a los corazones del Amor de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo!»