La Asunción de María

(II)

María es la Inmaculada. La Inmaculada del Espíritu Santo. Quien quiere saborear la pureza de la fe se incline ante María, Sierva fiel. Quien quiere volver a encontrar el perfume de la fidelidad viva honre a María. Quien quiere saborear la frescura de la fe que en María es, se arrime a Su Seno para ser nuevamente moldeado y redescubrir el gusto de la vida de Su Fruto, el Hijo de Dios; y poder vivir la gracia materna.

María es la Asumida al Cielo. La fiesta de la Asumida es el día de la gracia materna, la fiesta de Aquella que ha sido asumida y que mira a Sus hijos nutriéndolos con Su infinito Amor. Quien quiere vivir el Cielo viva Su Corazón. Quien quiere demorar en Ella se revista de Su gracia y se deje purificar en el Espíritu. Los hijos de Dios y todos aquellos que están animados por la buena voluntad se sacian de Su Fuente viva, para redescubrir el sabor del agua límpida, fresca, santa, que de Su Seno brota para poder llegar en el corazón de cada hijo, anhelante de conocer la Verdad de Cristo.

La Asunción de María al Cielo es el día de santidad excelsa, de fiesta grande en Cielo y en Tierra, el día en el cual la humanidad entera está llamada a rencontrarse en María.

«¡Pueblo de Dios! Sed vosotros nuevamente los anunciadores de la beatitud de María. Sed vosotros aquellos que hacen redescubrir a la humanidad las delicias marianas, Su fidelidad, Su silencio y Su humildad de Corazón. En el silencio orante María ha vencido, siendo ejemplo de fidelidad pura, de obediencia amorosa y de abandono a la voluntad paterna. Ésta es la Asumida. Y cada hijo que en Ella cree, en el Corazón del Padre cree. Cada hijo que en Ella pide protección, encontrará la viva mirada de Amor del Padre. Cada hijo que a Su Corazón se abandona, recibirá la salvación por medio del Hijo de Dios, nacido de María para donar a todos Sus hijos Su viva realeza. En este tiempo de viva y total santidad crezca aún más en vosotros Su humildad, lo que debe caracterizar a los hijos de Su Corazón, los hijos de la Nueva Jerusalén, renovados por Su gracia, renovados y fortalecidos por Su fidelidad».

¡He aquí la fiesta! Aquella que ha aplastado la serpiente es levantada a la gloria del Padre. Aquella que sigue aplastando la cabeza a la serpiente hará levantar Sus hijos a la gloria del Padre. Cuanto más será vivo el abandono filial a la voluntad paterna, tanto más fuerte será la resistencia a cada tentación. En el día en que se celebra la fiesta de la Asumida las tentaciones se vencen, para ser flores nuevas del Jardín del Padre. María, la humilde sierva, la Mujer fiel. Todas las gentes a Ella deberán arrimarse para acoger el Misterio del Dios Niño, bajado del Cielo en la Tierra de Amor para dar cumplimiento al Plan de Amor y de Redención de la humanidad querido por el Padre.

Cielo Tierra: una sola cosa. María, la Inmaculada del Espíritu Santo, revestida de la gracia del Padre, llena del Espíritu Santo, coronada de Su Estrellas. La Reina del Cielo y de la Tierra ha vencido el mundo, seguir repitiendo cotidianamente: «He aquí la Sierva del Señor. Haz de Mi lo que Te guste». María es la Obra excelsa del Padre, la Obra paterna donada a la humanidad a fin de que la humanidad pueda ser acercada al Cielo.

No se puede vivir la santidad, no se puede vivir el Misterio de la Nueva Jerusalén sin pasar por María, sin reconocer María, sin encomendarse a Sus cuidados maternos. Sin Ella no se llega al Salvador. El Salvador pasa y sigue adelante donde no está y no estará abandono a Su Mamá. Éste es lo que está en el Corazón del Padre, que en la fiesta de la Asumida se manifiesta: día de infinita santidad, día de gracia materna, porque la Misericordia de María pueda tocar los Corazones y volver a donar a muchos el esplendor de una fe viva y santa. La mirada del Padre se ha posado sobre María porque el único faro de la fidelidad en Cristo pudiese ser el reconocimiento de la presencia del Padre en esta Tierra.

«¡Pueblo de Dios! Cantad nuevamente las alabanzas de María porque Su santidad pueda brillar y ser vista, amada y conocida por todos los verdaderos hijos de Dios y por todos los hombres de buena voluntad. María vence. María es. María».