La Fiesta de los Santos de la Nueva Jerusalén

A todos aquellos que abrirán el corazón le será concedido comprender la Verdad de Dios. A todos aquellos que, abriendo el corazón ante el Tabernáculo viviente que en la Nueva Jerusalén es, y se pondrán en entredicho, le será dada la posibilidad de rescatar la propia vida, ser tomados de la mano y emprender un nuevo camino que conduce a la santidad viva y verdadera. A todos aquellos que, llegando a la Nueva Jerusalén, advertirán en el corazón que están en el Jardín de Dios y, como consecuencia de ello, vivirán la santidad, le será concedida la eternidad. A todos aquellos que aman, viven y defienden a la Nueva Jerusalén le será concedido sentarse al banquete eterno juntos al Rey.

A todos aquellos que viven en la “Jerusalén que ha renegado de Dios”, en la “vieja Jerusalén”, la “Jerusalén” anclada a una traición pasada, no le será permitido escuchar la fiesta que está viva más allá de los muros, la fiesta de los santos que se desarrolla en la “Nueva Jerusalén”.

Estas palabras se realizan. Estas palabras se cumplen, para que todos puedan comprender, advertir y ver la esencia del Hijo de Dios y la omnipotencia de Dios Padre.

En la Nueva Jerusalén se levantarán himnos de alegría. En la Nueva Jerusalén la oración está viva y continua. En la Nueva Jerusalén la Vida es. A todos aquellos que han donado la propia vida, que donan el propio corazón, que viven para dar lustre a la Nueva Jerusalén, el Padre le concede recibir las gracias abundantes que como Padre Bueno y Justo, Misericordioso y Santo Él derrama.

Es en esta Viña que se presta servicio al único Dios: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Es en esta Viña que la obra de los hijos es acogida y comprendida. Es en esta Viña que está la verdadera correspondencia entre los hijos y el Padre, entre el Padre y los hijos, entre hermanos. Éste es el verdadero Amor: este intercambio gratuito de Amor de corazón a corazón, para recibir como dono la recompensa del Padre: la eternidad.

Esta es la promesa hecha por el Padre al Hijo: todos los que confesarán al Hijo delante de los hombres, también el Hijo les confesará delante del Padre Suyo (Mt 10, 32). Y el Padre conoce al Hijo (Jn 10,15). Éste por voluntad del Padre el Hijo dijo. Y nuevamente el Espíritu vivo del Hijo invita a todos los hijos de Dios a amar, defender y proclamar al Nombre de Dios, Padre Todopoderoso. Y el nombre de los hijos que amarán, defenderán y proclamarán al nombre del Padre será escrito en el Libro de la Vida.

He aquí los santos de Dios: todos aquellos que son pacificadores, agentes de una verdadera fraternidad, agentes de una cristiandad esencial y sustancial. Harán comprender el verdadero servicio; harán comprender el verdadero amor; harán comprender lo que anima su corazón; harán comprender y resplandecer la cristiandad, que a manos de muchos ahora está socavada, que muchos quieren pisotear y hacer que se olvide, aguar, para que se confunda la cristiandad con otras realidades que no provienen de Dios.

Con tiempo María ha preparado los corazones de Sus hijos, a fin de que el engaño no pudiese entrar y penetrar en sus corazones. Los hijos de Dios están ahora llamados a ser las antorchas ardientes de la única Verdad que arde en su corazón, que ilumina los corazones y que hace libres. Cristo Camino, Cristo Verdad y Cristo Vida. Y los hijos de Dios harán comprender a todos el engaño sutil que el hombre inicuo está llevando adelante, confundiendo el corazón de los cristianos con palabras de buenismo vacías de la Verdad cristiana.

«Levantaos, hijos de Dios; y sed ejemplo de rectitud y de obediencia amorosa. Transmitid la santidad que en la Nueva Jerusalén respiráis. Transmitid a todos vuestra voluntad de permanecer fieles a las palabras del único Maestro, para que el mundo de buena voluntad pueda obtener la salvación. Alegraos y cantad, hijos de Dios, porque vuestra es la Verdad, porque vuestra es la Sapiencia y la Sabiduría que en esta Tierra de Amor impregna a los corazones para hacer los corazones vivos, santos y verdaderos».

Éste es ser santos, querer ser santos, vivir la comunión de todos los santos. Defender a la cristiandad en la esencia y en la sustancia, para dar cumplimiento al Proyecto de Salvación querido por el Padre, por el triunfo del Corazón Inmaculado de María, de Sus hijos fieles y de todos los hombres de buena voluntad.