La Madre Iglesia nunca renegará de Cristo
y nunca abandonará los propios hijos
La Iglesia Cristiana Universal más y más hará escuchar la propia voz.
La voz de esta Madre Iglesia proclamará cada vez más el nombre de Dios, del único Dios, que ha mandado Su Hijo para salvar el mundo, para salvar esta humanidad, para hacer que esta humanidad pueda rencontrarse en el Corazón Inmaculado de María y comprender la Verdad. Nunca esta Madre Iglesia renegará de Cristo, el Hijo de Dios, para “mezclar” Cristo con otras filosofías religiosas que no provienen de Dios. Nunca esta Madre Iglesia malvenderá el Sacrificio del Hijo de Dios que, en otra casa, que antes era y que ahoya no es más, ha sido nuevamente descartado y traicionado, para adorar a dioses extranjeros (Bar 6,3-5). En la Iglesia Cristiana Universal Cristo es la Piedra angular (Mt 21,42).
El credo de esta Madre Iglesia cada vez más se hará oír, escuchar. Y para muchos será alabanza; para otros, fuego que quema (Nm 16,35; Dt 9,21; Sal 83,15-19; Sal 97,3; Is 33,11-14; Ez 15; 21; Jos 7,15; Mt 13,40-43; Jn 15,6; Hb 12,29; Ap 16,8-9; Ap 18,8). Esta Madre Iglesia cree y hará creer todos aquellos que son anhelantes por rencontrarse en el recto Camino, Cristo, que lleva al único Padre: Dios Padre Todopoderoso.
Esta Madre Iglesia tomará de la mano todos aquellos que quieren emprender y que ya han emprendido el camino que lleva al Corazón del Padre. Esta Madre Iglesia no deja las manos de los propios hijos: las sostiene, teniéndolas bien firmes y bien apretadas, para que todos aquellos que quieren permanecer atados a Cristo, única Salvación, única Fuente de Vida, puedan seguir viviendo la cristiandad auténtica, la verdadera doctrina; y no demasiado tarde darse cuenta del engaño.
El perfume de esta Madre Iglesia, la voluntad de los hijos de vivir la santidad de esta Madre Iglesia, las alabanzas que esta Madre Iglesia levanta a Dios Padre Todopoderoso pasarán toda frontera. Para todos los hijos de Dios y los hombres de buena voluntad será bálsamo del Amor vivo y santo. Para los otros será la condena del Hijo de Dios (Mc 12,40; 16,15-16; Jn 3,18; 12,48; 2Ts 2,11).
Muchos son y serán los frutos de esta Madre Iglesia, que llenarán las calles de este mundo, llenarán el Valle bendito por el Padre y proclamarán la pertenencia al Corazón Inmaculado de María, a fin de que la Nueva Jerusalén, la Ciudad Santa querida por Dios entre los hombres (Ap 21, 2) se manifieste en su totalidad.
Muchos serán sacudidos como paja que se lleva el viento (Sal 1,4; Sal 35,5; Sal 83,14), porque agentes de iniquidad. Muchos caerán de rodillas golpeándose el pecho, pero no hará escape para la falsedad. Verán esta Madre Iglesia erigirse. Verán el juicio de esta Madre Iglesia. Lo que para el mundo es omnipotente caerá (Ap 18,17.21-24). Y lo que para el mundo es impotente en su gloria y magnificencia se erigirá (Ap 19,7-8; 21,2-4).
La luz de este mundo termina. La Luz de Cristo se erige, se levanta, aclara, ilumina. Fermento para los hijos de Dios, entusiasmo para esta Madre Iglesia, Fuente inagotable del Amor del Padre.
«¡Hijos de Dios! Tocaréis con la mano el Amor del Padre; os saciaréis y saborearéis Sus delicias».
Cada conquista, una fiesta para el pueblo de Dios; cada prueba superada, una victoria para los hijos de Dios.
«Cantad y exultad todos vosotros, que no habéis perdido la certeza de la ayuda de Dios».
«Cantad y exultad, vosotros pequeños, porque en esta Casa habéis encontrado vuestra gracia».
«Cantad y exultad, porque inmenso es vuestro Tesoro».