La viva acción del Espíritu Santo
en la Iglesia de Cristo
(II)
El Espíritu Santo, que está presente en la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén, acompaña a Sus hijos en este camino vivo y santo, en este tiempo en el cual la santidad cada vez más se manifiesta y se manifestará; el tiempo en el cual los corazones deben ver y cada vez más verán la santidad de la Casa del Padre, de Su viva acción y de Su autenticidad.
Esta Casa seguirá afirmando siempre las raíces cristianas que están en el corazón de los hijos de Dios. Esta Casa siempre seguirá afirmando la tradición cristiana, una tradición auténtica, esencial y sustancial, que lleva los hijos al conocimiento directo de la cristiandad pura, que está enraizada en el Corazón del Padre que ha mandado al Hijo para nuevamente santificar los corazones y reconducir los corazones a la cercanía paterna.
Nuevamente, con la ayuda del Espíritu Santo, los corazones predispuestos y todos aquellos que querrán comprender la Verdad, tendrán la posibilidad de discernir la acción auténtica y esencial que reconduce todos a la originalidad del Espíritu, que es esencia y sustancia del Pensamiento del Padre. Este es lo que los corazones tienen que comprender. El pensamiento original que parte del Corazón del Padre, que continua y continuará contra toda adversidad y contra todo pensamiento humano.
El Patio de la Nueva Jerusalén desde siempre, a través del Corazón Inmaculado de María, defiende y defenderá la pureza de la fe, la pureza de la acción del Espíritu Santo, que reconduce todos sobre el único Camino, Cristo; en la única Verdad, Cristo; a contemplar la Vida, Cristo. Lo que otros han puesto de adorno a la acción del Espíritu es y será derrotada, porque todo esto ha sido puesto para confundir las conciencias y no hacer comprender a los corazones la importancia de la relación filial entre hijos y Padre, para poder comprender el Hijo, para ser todos hijos en el unigénito Hijo de Dios.
«Tú Babilonia (Ap 17, 1-7) que estás en la entrada de la puerta y no te das cuenta y no quieres que se diera cuenta de las víctimas que a manos tuyas se han caído, caen y caerán – por las acciones malvadas y por los pensamientos retorcidos que quieres imprimir en el corazón de los hijos que todavía están de pie – perecerás ante todo esto. Las puertas de la Casa del Padre se cierran. Detrás de tus puertas se oirán los lamentos. Y por obra del Espíritu Santo aquellos lamentos y aquellas escenas serán visibles, a fin de que permanecerás desnuda y tu desnudez podrá ser vista, para que las gentes, los corazones y los hijos del Padre puedan arrepentirse y comprender tu real persona».
El Espíritu Santo sopla y soplará aún más en la Iglesia de Cristo. El Espíritu Santo aún más hará crecer en el corazón de muchos una fidelidad viva, una fidelidad profunda, una fidelidad materna, que haga aún más erigir los hijos en defensa y a conocimiento del Patio de la Jerusalén santa, único Patio donde reside la santidad. Éste estaba en el pensamiento del Padre, éste está en el Pensamiento del Hijo, éste está en la acción del Espíritu Santo.
Nada se puede contra la acción del Espíritu Santo. Nada han enseñado los tiempos pasados, porque esta humanidad ha llegado a ser árida: cada vez más se ha alejado del recto camino, cada vez más ha perdido el contacto a manos de quien debía estrechar la relación con el Padre, sino que ha estrechado las relaciones con el mundo, para poder de esta manera ser reina (Ap 18, 7b) de un mundo perverso.
«De sangre están sucias tus vestiduras: pero no la sangre de la pasión de Cristo, que reconduce todos a la victoria, que reconduce todos a ser resurgidos, a la resurrección eterna; sino de la sangre de los hijos de Dios (Ap 17, 6), de aquellos que animados por la buena voluntad querían vivir una espiritualidad genuina, viva, santa. Y a manos de tus ministros todo esto se ha cometido, reduciendo al silencio espiritualmente y físicamente aquellos que vislumbraban más allá de tus puertas».
«Las vestiduras de los hijos de la Jerusalén son blancas (Ap 7, 9.14). Y en los corazones tienen el sello de Dios viviente (Ap 3, 12). Y en sus corazones están encerrados todos aquellos que han dado la vida, a fin de que el Proyecto del Padre se pudiese cumplir. En sus corazones está vivo todo lo que ha sido escrito y todo lo que debía realizar. En sus corazones, en los hijos de la Jerusalén celestial (Ap 21, 2), todo esto está vivo, porque no es algo que se ha cumplido sino que se está cumpliendo».
«Nada puedes, Babilonia, ante la viva acción del Espíritu Santo, que en el Salvador continua, prosigue y llega. Te afrontará, desenvainará el camino que en la espada (Ap 1, 16) del Hijo de Dios conducirá los hijos a hacer vivir a todos la salvación, la victoria, en el Niño Jesús. El Espíritu Santo te afrontará y Te golpeará, no para herirte sino para vencerte (Ap 18, 2)».
«Éste es el Espíritu que anima la Iglesia de Cristo. Éste es el Espíritu Santo que vive, flota, es: en los hijos santos (Ap 14, 12), obedientes y rectos».