Los hijos de la Madre Iglesia renuevan su «Sí»
para hacer triunfar el Corazón Inmaculado de María

La esencia de la Madre Iglesia penetrará los corazones y hará los corazones de los hijos de Dios vivos, santos y cristianos auténticos. En la unión de los corazones con el Corazón de Cristo, por el Corazón Inmaculado de María, el perfume de esta Iglesia pasará toda frontera, se expandirá por el aire, para que los corazones listos puedan acoger el perfume de la santidad; y hacer comprender a todos la diferencia entre el perfume de Dios y la náusea del mundo, presa de vicios y sometido a un poder diabólico.

La náusea del mundo penetra en los corazones de aquellos que no están despiertos, que son presa de una apatía crónica. La náusea del mundo penetra en los corazones de aquellos que no logran comprender, permaneciendo, de esta manera, anclados a una tradición pasada. La náusea del mundo penetra en los corazones de aquellos que son tibios. La náusea del mundo penetra en los corazones de aquellos que son iracundos. La náusea del mundo penetra en el corazón de aquellos que son soberbios. La náusea del mundo penetra en el corazón de aquellos que son agentes de iniquidad, haciendo aparecer su acción como verdad, mascarando y ocultando, de esta manera, la Verdad, la única Verdad que salva, la pura y santa Verdad, que es Cristo.

El perfume de Dios y de la santidad impregna el alma y el corazón. Y hace el corazón despejado, ligero, libre, de encomendarse, abandonarse, para poder crecer en la unión santa con los hermanos y con Dios.

Éste es el mensaje universal de esta Madre Iglesia, que ata los corazones en un abrazo de amor, ata los corazones en una fraternidad verdadera, ata los corazones con aquel amarre de amor que María, la pura, la sin mancha, la Inmaculada del Espíritu Santo, dona a cada hijo anhelante por estar unido a Su Corazón. Hace libre el corazón, libre el alma, libre el espíritu. Éste es lo que ata la santidad. Ésta es la acción del Espíritu Santo, que no hace ser y sentirse sometidos como aplastados por un yugo pesado, sino que hace sentirse ligeros y anhelantes por dejarse rellenar del Amor de Dios, vivo y verdadero.

He aquí la diferencia esencial y sustancial entre quien vive la santidad con respecto a quien practica una santidad aparente. La apariencia se derrumba. La apariencia desvanece y más y más desvanecerá, para dejar espacio a la concreción de Dios. Todos aquellos que nunca han querido emprender el camino de santidad por prejuicios humanos; todos aquellos que se han alejado de la santidad; y todos aquellos que han renegado la acción del Padre en este Misterio de Amor experimentarán la viva acción del Espíritu Santo.

«Alejaos, todos vosotros agentes de iniquidad; todos vosotros consagrados a un mundo que ha perdido a Dios; todos vosotros que con malicia y concienciación buscáis por conveniencia la salvación de una casa en ruinas que se derrumba y cada vez más se derrumbará».

 El Espíritu del Hijo de Dios, por la autoridad que el Padre Suyo Le ha concedido, interviene e intervendrá, a fin de que la acción del Padre se pueda comprender, realizar y cumplir. El Arcángel Miguel, el Defensor, el Jefe de la milicia celestial, el Comandante en Cielo de la Armada de María, la Inmaculada del Espíritu Santo, está listo por intervenir para defender lo que pertenece a Dios, para dar cumplimiento a las palabras del Padre y hacer comprender a todos cuál es la vara de medir del Padre.

Los hijos de esta Madre Iglesia renuevan su “sí” a Cristo, el único Camino que conduce a la salvación, la única fuente de Verdad, la única eterna Vida. Y en la comunión de los corazones, unidos a los santos y a los ángeles del Cielo, nuevamente invocan al Padre para que, ahora y siempre, se cumpla su Voluntad.

Los hijos de Dios acogen en el corazón. Los hijos de Dios, siguiendo el ejemplo de María, guardan todo en el proprio corazón (Lc 2, 19). Y en el silencio orante avanzan y en la oración fraterna vencen. Los hijos del mundo son como las cigarras, que pierden el tiempo a cantar y en el tiempo esencial se pierden. Éste es el tiempo de la esencialidad, para que la voluntad del Padre que está en los Cielos se cumpla y se cumpla ahora.

«¡Avanza, Michael! ¡Avanza y vence! ¡Avanza y haz triunfar el Corazón Inmaculado de María!». Y así sea.