Súplica a María, Madre Iglesia, Nueva Jerusalén

La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén, en la recurrencia del aniversario de su terrenal fundación y de la consagración solemne a María, Reina de las Victorias, invita a todos sus fieles y todos los hombres de buena voluntad a renovar, la consagración al Corazón Inmaculado de María, dirigiendo la propia súplica al Corazón de Aquella que es Madre, María, la Beata siempre Virgen María, la Reina del Cielo y de la Tierra, la Inmaculada del Espíritu Santo, en un acto de abandono filial a Su Corazón de Madre para llegar al Corazón del Padre.

 

Mamá celestial, candida estrella del Paraíso, alegría de nuestros corazones,
Tú que me has hecho comprender cómo es vano lo que es terrenal,
cómo es grande lo que es divino,
cuanto es seguro lo que es eterno,
cuanto es triste el infierno,
aleja de la mente de los pecadores las tinieblas del error y del mal,
Oh madre dulcísima, Tú, que me has revelado la grandeza de Tu amor, el valor de Tu S. Rosario, Te has dignado de indicarme para los pecadores el camino de la oración,
haz que nuestros corazones estén llenos de la gracia divina, y resplandezcan de sabiduría celestial.
Derrama el don de la misericordia, para que obtengamos el perdón de nuestros pecados.
Tú que todo puedes, oh buena Mamá, pidele a Jesús la conversión de los pobres pecadores:
«Ellos son, como ya Te ha sido recordado por otros, nuestros hermanos y hijos Tuyos, que cuestan sangre a Tu querido Jesús…».
Nosotros somos muy débiles, Mamá querida, y el demonio se ensaña con mucha soberbia; pero con Tu Rosario nos sentiremos seguros de vencerlo.
Él Te conoce, Mamá, y teme Tu mirada.
Sálvanos Tú, “Ave María…”.
Estamos aquí a Tus pies, no desprecies nuestras súplicas, Virgen, Mamá, Inmaculada del Espíritu Santo.
Nosotros confiamos en Ti, mira con Tus ojos misericordiosos nuestros sufrimientos.
Nosotros creemos en Ti, “vestida de sol y coronada de estrellas”, Reina de los Ángeles y de los Santos.
¡Tú eres nuestra confianza, nuestra esperanza, nuestra alegría!
No nos abandone.
Ven en nuestra ayuda.
Tú eres nuestra Mamá.
Nosotros sabemos que tú nos miras con ternura: 
Nos encomendamos a Ti. Nos consagramos a Ti en el corazón, en la voluntad, por la eternidad.
Vela sobre nuestro camino, cúbrenos con Tu materno manto… tómanos de la mano.
Tú eres por nosotros guía, refugio, fuerza, esperanza, conforte en las horas tristes.
La corona del S. Rosario, don de Tu amor, la apretaremos, Madre fuerte fuerte entre nuestras manos en los momentos del dolor,
de la prueba y con las lágrimas gritaremos a Ti, Mamá querida, Inmaculada, Consoladora de los afligidos: «Ruega por nosotros a Tu hijo Jesús».
No nos dejes hasta que nos veas salvos conTigo, allí arriba.
Toda bella eres, María, Tú tienes palabras de vida.
Abre tus brazos llenos de bondad y de gracias, alivia nuestras penas, no nos hagas esperar más, eres nuestra Mamá, llévanos a Jesús.
(Salve)