Fiesta del Corazón del Padre

3 de diciembre 2017

Evangelio: Juan, cap. 14, vv.6-27
Homilía del Pontífice Samuele

Hoy esta Iglesia, la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén, celebra la Fiesta del Corazón del Padre. Una Fiesta para todos los cristianos y para cada hombre y mujer de buena voluntad, deseosos de agradecer a Dios Padre Todopoderoso por todo lo que nos ha donado. Una Fiesta que concluye el año litúrgico de la Iglesia en el Corazón del Padre, así como todo el camino de los hijos de Dios se concluirá arribando en el Corazón del Padre. El Corazón del Padre: principio y fin de todo (Ap 1,8; 21,6;22,13), para poder vivir la eternidad (cf. 2Tm 1,9-10), así como era en el Proyecto salvador del Padre, que sólo en Cristo, con Cristo y por Cristo se cumple (Hch4,12; Ro 10,9).

El Padre Bueno y Justo, a través de la viva acción de Su Espíritu, que reside en este Tabernáculo, quiere imprimir hoy sobre el corazón y en el corazón de todos nosotros Sus hijos el sello del Dios viviente (2Cor 1,22), a fin de que hoy, en esta Tierra de Amor, se pueda ver, vivir y manifestar Su viva paternidad, Su viva presencia de Padre Bueno, Santo, Misericordioso y Justo, para donar a los hijos fieles Su abrazo de Amor, Su viva protección y Su mirada de Padre.

En esta Tierra de Amor, en esta Cuna de Amor, Cuna del Hijo de Dios, el Padre acoge toda oración que, hoy, a través del Corazón Inmaculado de María, cada hijo dirige a Su Corazón (Ef 6,18). El Padre sella estas oraciones, les custodia para hacerlas vivas.

Hoy es también un día de amonestación (cf. Ml 2, 1-9) para cada enemigo de Dios, para cada enemigo de los hijos de Dios, para cada enemigo de toda criatura anhelante por conocer la Verdad, que sólo en el Hijo de Dios se manifiesta. ¡Ay de todos aquellos que han dado la espalda a la Obra del Padre (Mt 23,13.15)! ¡Ay de todos aquellos que han dado la espalda al Hijo de Dios, para dirigirse a las fábulas (2Tm 4,4)! Ay de todos aquellos que traman y actúan contra el Proyecto de Salvación querido por el Padre (Mt 23,33-36), que sólo en Cristo se cumple, para envenenar los corazones y hacerlos atascarse en un sueño profundo y mortal, en un torpor que atenaza los corazones, en una tiniebla densa (Is 60,2) que aleja los corazones de la verdadera Luz, que es Cristo, para hacer vivir todos en las tinieblas del mundo, para conducir todos a arrimarse a filosofías religiosas que no son expresión de la voluntad del Padre.

De esta Tierra de Amor hoy se levanta para el mundo entero un himno de regocijo (1Cr 16,33; Sal 43,4; Is 35,2.10; 51,3.11) al Corazón del Padre para reconducir en el corazón de los hijos y de los hombres de buena voluntad el orden y la santidad, porque para ser verdaderos hombres es necesario reconocerse cuales verdaderos hijos (Jn1,12; 1Jn 3,1; Ef 1,5; Rm 8,29), que en el único Padre (1Cor 8,6; 12,4-6) manifiestan la propia filiación.

Esta es la acción del Espíritu del Cristo Resucitado (Mt 28,20b) que, a través de esta verdadera y viva filiación (Rm 8,15-16), hace exultar y vivir a todos la Fiesta del Corazón del Padre, para hacer vivir – en la unicidad de la paternidad santa (Ef 4,4-6) – la pertenencia al Dios Uno y Trino (2Cor 13,13), Verdadero, Santo, Misericordioso y Justo.

En el tiempo y con tiempo el Padre ha manifestado en la Historia Su viva Presencia, siempre acompañando el pueblo de Dios: acompañándolo a vencer toda batalla; acompañándolo a vencer contra toda adversidad; acompañándolo y también amonestándolo, para hacer volver a practicar el recto camino, el camino maestro, que en el origen debía llevar la disciplina en un mundo indisciplinado, sin reglas; acompañándolo con Sus Leyes, los Mandamientos (Ex 20,2-17; Dt 5,6-21), que, aunque Leyes, siempre han sido “Leyes de Amor”, aunque el Amor del Padre a lo largo de la historia no haya sido plenamente reconocido, nunca plenamente comprendido. No obstante esto, el Padre siempre ha acompañado a Su pueblo – en toda salida, contra todo enemigo – poniéndolo a la prueba y donándoSe totalmente.

El pueblo del Padre, el pueblo con el cual el Padre ha estipulado Su Alianza, siempre ha vencido. Y en el momento en el cual el Padre ha manifestado en la historia Su victoria, todos aquellos que ante esta victoria se han erigido haciendo pesar el propio papel, por el Padre han sido descartados (1Sam 15,23).

La viva acción paterna en la historia sirve para hacer crecer los corazones de los hijos y hacer acrecentar en los corazones de los hijos la viva concienciación de la pertenencia al único Padre en ser hijos y practicar, por consiguiente, una filiación recta, santa y bendita por el Padre (Gal 3,16.26-29).

Éste era el camino que el pueblo de Dios debía llevar adelante, hasta cuando aquellos que tenían que pacer el rebaño, ya no han hecho pacer el rebaño con dedicación y con respeto. En vez de poner en práctica la santidad, los pastores inicuos han hecho vivir al rebaño la esclavitud.

El Padre, en Su viva misericordia, ha donado parte de Sí, Su Hijo, bajado sobre la Tierra para nuevamente volver la libertad al pueblo (Gal 5,1), Su pueblo: pueblo santo, pueblo querido por Su Corazón, que a través del Amor del Hijo, hecho Persona, ha reconciliado el corazón de los hijos a Su Corazón de Padre, haciendo practicar a todos nuevamente Su Leyes que en el Amor se manifiestan: “Que os améis los unos a los otros (Jn 15,12) para ser amados; que os respetéis los unos a los otros; que os servís y que no os hagáis servir (Jn 13,14-15)”.

Sin embargo, nuevamente quien tenía que pacer el rebaño, poco a poco está conduciendo el rebaño – ya ha conducido el rebaño – sobre un camino diferente del Camino trazado por el Hijo de Dios, queriendo hacer vivir a todos enseñanzas que no son de Dios, que alejan del Dios católico, universal; alejan de Cristo, Verdad absoluta; alejan del proselitismo pedido por Jesús (Mt 28,19-20a; Mc16,15-16); para hacer ser todos, en el bautismo (Hch 2,38-39; 19,2-6), hijos y no más criaturas (Stg 1,18; 1P1,23). Los apóstatas de hoy quieren conducir los hijos de Dios y los hombres y las mujeres animados por la buena voluntad – de buscar y encontrar la Verdad, que en Cristo se manifiesta – a vivir una filiación que no es de Dios, con quien se proclama “padre” con la única finalidad de hacer vivir a todos una nueva filosofía religiosa mundial que junta, indistintamente, muchas expresiones religiosas que no provienen del Corazón del Padre, que ya no son en comunión con el Corazón del Padre, cuales el budismo, el hinduismo, el islamismo o el hebraísmo (Hb 8,13). El Padre se manifiesta sólo en Cristo (Jn 14,11) y en el verdadero cristianismo, en el Patio de la Iglesia de Cristo que no ha renegado de la verdadera religión, de la verdadera doctrina [cf. Acto de Magisterio, La Doctrina], que es Cristo y que sólo en Cristo, y no en otras expresiones religiosas, se manifiesta.

En esta Tierra de Amor, la humilde Sierva, la humilde Mozuela, la Eterna Mozuela, ha reconciliado nuevamente la filiación con la paternidad viva (cf. Ml 3,23-24). Y nuevamente, en Su infinita Misericordia, la mirada del Padre (Dt 26,15-19) se ha posado sobre esta Mozuela para mirar a la humanidad entera (cf. Am 9,8), que en el Corazón de María debía rencontrarse, se rencuentra y siempre se rencontrará (Lc 1,46b). Nuevamente parte del Corazón del Padre, en el Hijo unigénito del Padre (Jn 1,14; 3,16; 1Jn 4,9), en la viva acción del Espíritu del Cristo Resucitado (Jn 16,7-8; 13-14), en esta Tierra de Amor aúna el propio pueblo, pueblo de Dios, que reconducirá nuevamente la cristiandad como fundamento de la filiación en el Dios Uno y Trino, Verdadero y Santo. Único Padre, única Palabra, una sola Verdad (Jn10,30).

Cada hijo que pone y pondrá el pie en esta Tierra de Amor (cf. Gn 12,1); que abre el corazón a la viva acción del Espíritu Santo (Jn 14,16-17; 15,26; cf. 1Cor12,4) que procede del Padre y del Hijo; que reconoce en el unigénito Hijo de Dios la viva presencia del Padre (Jn 14,10), advertirá en el corazón la viva cercanía del Padre, Su vivo agradecimiento para haber acogido lo que está encerrado en Su Corazón para recibir el sello del Dios viviente (Ap 7,2) que recalienta cada corazón con la Flama de Su vivo Amor.

Esta Iglesia ha querido instituir hoy esta Fiesta, para que cada hijo fuel pueda aún más conocer el Corazón del Padre: un Corazón que está vivo, que late, que palpita, como viva, continua y palpitante es la Misa del Hijo, Pan vivo bajado del Cielo (Jn 6,51.63), que en esta Iglesia se dona, de Corazón a corazón, de Espíritu a espíritu, para hacer vivir a todos los hijos de Dios y a todos los hombres de buena voluntad la viva cercanía de Aquel que es Padre, Bueno y Santo, Misericordioso y Justo (Sal 116,5). Un Padre (1Cor 8,6), el Padre, que no es insensible al amor de Sus hijos; que ha creado todo por Amor; que ha donado todo por Amor, por Amor de Sus hijos, por Amor de quien Lo reconoce como Padre (no por quien Lo desprecia y por quien quiere someter a Sus hijos, Sus hijos, ¡Sus hijos!). Un Padre (1Tm 2,5), el Padre, que en este día de Amor abre Sus brazos, abre Su Corazón, abraza cada corazón, se acerca a cada corazón diciendo: «Venid hijos. Abrazad a vuestro Padre, porque habéis sido fieles y habéis hecho de vuestra fidelidad vuestro tesoro (Mt 6,20). Mi agradecimiento por la eternidad. Tomad lugar en vuestra Casa (Jn 14,2). El Hijo de Dios os saciará (Mt 14,20)». Y así sea.