Celebración de la Boda de Giuseppe y Francesca
17 de diciembre 2017
Evangelio: Mateo cap. 6, vv. 25-34
Homilía del Pontífice Samuele
“Buscad primero su Reino y su justica, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6,33), dice Jesús. Nosotros lo hemos encontrado. Aquí, en esta Tierra de Amor, nosotros hemos encontrado lo que Jesús nos dice en esta página del Evangelio de Mateo, de buscar “primero”.
Aquí, en esta Tierra de Amor, hemos encontrado el Tesoro anunciado por Jesús (cf. Mt 13,44), custodiado y anunciado por María, la Inmaculada del Espíritu Santo, la Inmaculada por gracia, que ha hallado gracia ante Dios, María, la Eterna Mozuela, nuestra buena y tierna Madre: el Reino anunciado por Jesús (Mt 4,17), preparado para todos Sus hijos fieles y santos.
Este Tesoro está ocultado a los eruditos del mundo (Mt 11,25), a aquellos que en el mundo viven para amontonar riquezas, dinero, que se preocupan “primero” de qué comer, de cómo vestirse, de cómo embellecer el propio cuerpo (Mt 6,25). Este Tesoro no está ocultado a los hijos de Dios, a los hijos de esta Iglesia – a vosotros, Giuseppe y Francesca, que estáis aquí – a aquellos que han reconocido en el Misterio del Dios Niño el cumplimiento de las promesas de Jesús (2P 3,13); y que hoy están aquí, para festejar Giuseppe y Francesca, que con su “sí” quieren prometer delante de Dios de quererse amar por toda la vida, de querer ser fieles: Giuseppe a Francesca; Francesca a Giuseppe. Éste es el desafío de esta Iglesia y éste es el desafío de Giuseppe y Francesca. Porque hoy en este mundo, en este tiempo, todo esto no es para nada descontado. Permanecer fieles: éste es el desafío (Jn 8,31).
¡Fidelidad! ¡Fidelidad! ¡Fidelidad! Lo que hoy falta en este mundo (Sal 12,2). Esta virtud pisoteada, usurpada, utilizada sólo con las palabras. En esta Tierra de Amor la Fidelidad está viva. En esta Tierra de Amor la Fidelidad será rescatada (Pro 16,6). Volverá a ser en el centro de la vida de los hijos de Dios, que quieren ser fieles a Dios, al Misterio de Dios, a la Iglesia de Cristo; y que quieren ser fieles los unos hacia los otros, venciendo toda tentación, queriendo alejar toda tentación, rezando al Padre que no induzca los hijos en la prueba, en la tentación, así como rezamos en el Padre Nuestro: “No nos induzcas a la tentación” (Mt 6,13). Dios Padre ha permitido que el Hijo Jesús fuese tentado por el maligno (Mt 4,1). Jesús ha afrontado y vencido la tentación (Mt 4, 2-11). Y en el Padre Nuestro nos ha pedido pedir al Padre no ser “inducidos” a la tentación, porque como dice (incluso San Pablo) “el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26,41b; Mc14,38; cf. Ro 6,19a; 7,5; 8,5-6).
Nosotros queremos permanecer fieles a estas enseñanzas. En esta Iglesia no se cambiarán las palabras del “Padre Nuestro” (Mt 6,9-13) enseñadas a nosotros por Jesús, como otro pontífice, de otra casa, ha dicho querer hacer en su casa. En esta Casa permaneceremos fieles a las palabras de Jesús. Y por esto ha nacido esta Iglesia. Para defender la cristiandad, para defender y volver a colocar en el centro la verdadera enseñanza de Jesús.
Nunca en esta Casa se dirá que sobre la Cruz Jesús se ha hecho “diablo”, que se ha hecho “serpiente”, que se ha hecho “maldición – cito textualmente las palabras dichas -; que es “feo que apesta”: ¡Jesús!
Nunca en esta Casa se dirá no creer en un Dios católico, de no creer que Cristo es la Verdad absoluta. Nunca en esta Casa se dirá que todos son hijos de Dios y que por consiguiente las religiones, todas las religiones, llevan a Dios, como querer decir que todas las religiones, al fin y al cabo, son más o menos iguales.
Al hacerlo se traiciona el Proyecto del Padre, que ha donado Su Hijo a esta humanidad, el Unigénito Hijo de Dios (Jn 1,14), porque sólo en Cristo se puede alcanzar la salvación (Jn 3,16-17). Éste es el sentido de la Navidad de los cristianos que nos preparamos para vivir, que ya vivimos: festejar la venida del Señor (Lc 2,11), que nace nuevamente en el corazón de quien Lo acoge, de quien se hace “Cuna viviente” para acoger a Su Amor, el Amor hecho Persona (cf. Jn 15,9; 1Jn 4,9-10), generado por voluntad del Padre en el Corazón de una Mujer, la Virgen María, por obra del Espíritu Santo (Lc 1,35).
Ésta es nuestra fe en el Dios Uno y Trino. Éste es nuestro creer en la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. No como se dice en otra casa que la Trinidad aparentemente es unida pero en su interior, hay peleas.
Giuseppe y Francesca, vosotros no peleáis nunca. Intentad con todas vuestras fuerzas no pelear nunca. Éste os digo por el gran amor que como hermano siento para vosotros. Sabed os amar, comprender y respetar, como durante de poco diremos. Escuchad las enseñanzas de Jesús, que están vivas; y más y más serán vivas en nuestro corazón, cuanto más vuestro corazón será dócil y obediente a la acción del Espíritu Santo, que en esta Cuna está vivo. No escuchad las enseñanzas de otro pontífice que en otra casa dice: “Peleéis cuanto queráis, que vuelen los platos, con tal de que luego hagáis las paces”. No es esta la enseñanza de Jesús a los recién casados. He aquí porque os digo: intentad nunca pelear. Que no vuelen los platos. Que no os insultéis. Respetaos y amaos siempre (Jn 15,17). Porque las huellas de tales gestos y de tales palabras permanecen y hacen daño. Y escandalizarían a aquellos que os miran, aquellos que os aman, que os quieren: familiares y amigos; y sobre todo escandalizarían a los pequeños (Mc 9,42), los inocentes, que serían marcados por siempre por ver volar los platos en familia, por oír “mamá” que insulta a “papá”; “papá” que insulta a “mamá”.
Ésta es la enseñanza de esta nuestra Iglesia, que se distingue de otra iglesia, donde en cambio se enseña todo esto. Pero esta no es la enseñanza de Jesús. Es otra enseñanza. Con esta enseñanza las familias no se mantienen unidas: se dividen.
Éste es nuestro querer vivir “primero” el Reino de Dios e Su Justicia, respetando las promesas hechas. Antes de todo otro pensamiento humano. Antes de toda otra cosa. Antes de todo lo demás.
En esta Cuna de Amor, en este Lugar Santo, querido por el Padre hemos encontrado al verdadero Amor, Cristo, el Amor hecho Persona, el Salvador que el Padre ha nuevamente enviado para salvar esta humanidad (1Jv 4,14) árida y perdida: una humanidad afligida, una humanidad inquieta, que no encuentra paz, que no encuentra satisfacción en nada, porque no vive Dios, porque no ha encontrado el verdadero Amor de Dios, que se manifiesta a Sus hijos fieles, que ama a Sus hijos fieles, que acompaña a Sus hijos fieles a vivir una vida santa. Así como recemos en la oración al Niño Jesús, que ahora estamos haciendo en preparación a la Navidad; y Le pedimos ayudarnos a ser: “Buenos, rectos, generosos y cristianos auténticos”, porque queremos ser santos (1P 1,16). No sólo con las palabras, sino con el ejemplo. Con el ejemplo de una vida recta en la cotidianidad.
Esta es la enseñanza de esta Iglesia. Éste sirve para podernos preparar para vivir la Navidad de Cristo. No un “evento”, una festividad del calendario, un recuerdo pasado; sino algo vivo: ¡Cristo que viene a nacer en el corazón de cada uno de nosotros!
Todos vosotros que en esta Cuna de Amor habéis encontrado el verdadero Amor; todos vosotros que aquí habéis renacido a vida nueva: perseverad en la santidad; perseverad, para recibir la abundancia del Padre (Lc 21,19); perseverad con amor y fidelidad (Sal 117,2), manteniendo fiel vuestro corazón a las palabras de amor que la Eterna Mozuela ha derramado a vuestro corazón.
Dad testimonio de vuestro creer en esta Iglesia, de vuestro creer en Cristo Señor, de vuestro creer porque aquí habéis recibido la vida (Mt 17,20). Es vuestro testimonio que hará que muchas palabras puedan ser alejadas y dejar espacio a los frutos de amor que aquí, en esta Tierra, nacen y cada vez más nacerán. Es el ejemplo que como siempre hace la diferencia (Jn 13,15). No las palabras.
Vivid, Giuseppe y Francesca, vuestro amor. Vivid, Giuseppe y Francesca, vuestro amor hacia un Dios que se inclina sobre vosotros y sopla, con el fuego de Su Espíritu, a fin de que desde hoy más y más vuestro amor sea vivo, para haceros ser no más dos, sino una cosa sola (Mt 19,5; Mc 10, 7-8), una familia, iglesia doméstica, que es parte de la Iglesia Universal, que quiere volver a colocar en el centro de este mundo el mensaje universal de Cristo, que ha nacido, ha venido, para hacernos renacer a vida nueva, para hacernos renacer en el Espíritu (Jn 3,5), para hacernos saborear ya hoy el “Reino” y Su “Justicia”, como proclamado por el evangelista (Mt 6,33).
Bienaventurados vosotros, que después de haber encontrado en esta Cuna vuestro todo, queréis ahora prometeros el uno hacia el otro amor y fidelidad, por toda la vida. Sed fieles a esta promesa. Sed fieles a Jesús. Sed fieles a Sus enseñanzas. No preocupaos y no os aflijáis para todo lo que es mundo. En el equilibrio todo se vivirá. Buscad el Reino de Dios y Su Justicia, como os pide Jesús. Y todas esta cosas os serán dadas por añadidura.
El Padre nunca abandona a Sus hijos (Jn 10,11-12). En el momento en el cual está vivo el Espíritu, la materia no fallecerá (Mt 6,26-32). Esta es una promesa de Jesús. Y Jesús es fiel a Sus promesas. Éste lo digo a vosotros, Giuseppe y Francesca; y lo digo a todos vosotros, queridos fieles, hermanos en Cristo. Y así como Jesús es fiel a Sus promesas (1Co 1,9), incluso nosotros tenemos que hacer lo mismo. Permanecer fieles a nuestras promesas, para no fallecer, ni como hombres ni como cristianos.
Permaneciendo fieles a Jesús nada faltará (Jn 8,31).
He aquí nuestra alegría. Alegraos y exultad, Giuseppe y Francesca. Hoy las palabras escuchadas se cumplen. Aquí en esta Tierra de Amor, el Padre nos llama a vivir ya ahora Su Reino y Su Justicia.
Bienaventurados vosotros que escuchando pondréis en práctica estas enseñanzas. No permitid que estas palabras entren por un oído, como se suele decir, y salgan por el otro.
Esta es la viva misericordia de un Dios que os abre las puertas del Corazón para donarnos Su Amor (Ef 2,4). Nutríos de este Amor, del Amor de un Dios que viene hacia vosotros (1Jn 4,16), que os ha llamado, para festejar estos dos hermanos y darnos, de esta manera, la posibilidad de poner el pie y de poner el corazón en esta Tierra de Amor. Pedid al Padre Su misericordia y el Padre se la donará. Pedid al Padre Su vivo Amor y el Padre en esta Tierra se lo donará (Ef3,14-19).
Vivid este momento. Vivid este día. Hacedlo por amor de Giuseppe y de Francesca, que os han llamado para poder coparticipar y compartir este suyo momento de amor, el más importante.
Oración y unión fraternal y todo se cumplirá. Y la alegría será plena y total. Así para Giuseppe y para Francesca. Y así para todos nosotros, que queremos permanecer fieles (Js 22,5) a las promesas, a nuestro Jesús, a nuestro Amigo y Hermano Jesús (Jn 15,15). Y así sea.