Súplica a Dios Padre todopoderoso por la Vida

«A Ti, Padre Santo y Bueno, Padre de toda Bondad, ofrecemos nuestro corazón; a Ti, Padre Santo y Misericordioso, Padre de toda Misericordia, donamos nuestra vida; a Ti, Padre Santo y Justo, Padre de Toda Justicia, ofrecemos nuestra oración, así que en el corazón y en la voluntad de Tus hijos Tu Ley Santa sea amada y honorada, protegida y custodiada, defendida y respetada; y reinar y triunfar por la eternidad».

«A Ti, Padre Santo, nosotros Tus hijos dirigimos nuestra mirada de Alegría, Paz, Sinceridad y Amor, así que en tu Bondad, en unión al Corazón Inmaculado de María, Madre Tuya y nuestra, Tú pueda donar a todos Tus hijos y a todos los hombres de buena voluntad la verdadera Vida, que en Cristo, Tu Hijo, nuestro Señor, es y siempre será».

«A Ti, Padre Santo, nuestro grito y nuestra súplica de hijos, para que cada hijo de esta Iglesia, Madre Iglesia, Nueva Jerusalén pueda sentir Tu viva Presencia de Padre a su lado; y con Ti, en Ti y para Ti sentirse amado, protegido y vivo».

«Te suplicamos, Padre Santo: extiende Tu Brazo y muéstraTe como Tú eres, Padre de infinita Misericordia y Padre de eterna Justicia. Ten piedad de todos Tus hijos que con vivo Amor en Cristo, con Cristo y en Cristo a Ti se dirigen. Y devuelve Tu Justicia a los justos. Aniquila y para Tu enemigo y todos sus hijos, aquellos que, permanecidos insensibles a tu reclamo, han endurecido el corazón y traicionado Cristo; aquellos que se obstinan a ensuciar lo que era santo y santo debería permanecer, cometiendo homicidios, atropellos, abusando de los pequeños y engañando el corazón de los simples».

«A Ti, Padre Santo, encomendamos Tu Iglesia. Vigila y vela, para que San Miguel la proteja. Y siguiendo el ejemplo de la Santa Familia cada uno de Tus hijos y cada hombre y mujer de buena voluntad pueda comprender, amar y vivir el don de la Vida, que en Cristo Camino has enseñado, que en Cristo Verdad has defendido y que en Cristo Vida has donado por la eternidad. Para la alabanza y gloria Tuya, Padre Santo, para vencer y triunfar; y proclamar al mundo María, Madre Iglesia, Nueva Jerusalén».

En unión a Cristo y al Corazón Inmaculado de María, Hija, Esposa y Madre fiel digamos juntos:
«A TI, PADRE SANTO, OFRECEMOS NUESTRA VIDA, NUESTRA COTIDIANIDAD. HAZNOS PARTÍCIPES DE TU AMOR PARA PODER VENCER EN TU NOMBRE. EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO».