Revelación de Jesús a María G. Norcia
19 de febrero de 1995

“El Lugar Santo del Regreso de Jesús”

(Borrador)

Ha venido Jesús y dice:

Hija mía, tienes que decir a mi pueblo que Yo siempre estoy aquí en medio de ellos.
Durante mi vida terrenal giraba y visitaba todos los pueblos, para conocer y ver las necesidades de mis hijos.
Así hago aquí. Camino entre ellos, escucho sus oraciones, veo y leo en sus corazones, luego me paro en oración junto a ellos, me quedo en mi Cuna, levanto los ojos al cielo e invoco al Padre para que escuche todas las peticiones que vienen de mis hijos.
Lo imploro porque Yo sé que grande es su amor: quiere a todos cerca de su corazón.
Todos los hijos que vienen aquí a mis pies tienen que llevar en sus corazones la certeza de un gran don, tienen que vivir con la certeza de estar constantemente unidos a mi amor.
Tienen que irradiar alrededor de ellos este amor, como un faro que ilumina el camino para hacer que el camino sea más seguro.
Yo quiero que mis hijos sean todos como lámparas resplandecientes.
Hija mía, Yo repito y tú recuérdale a todo mi pueblo de que aquí se encuentra la fuente de mi amor y sólo el amor de Dios puede hacer puros sus corazones y hacerlos dignos de ser los hijos predilectos de Dios.
Yo vengo aquí, no sólo para descansar en mi Cuna, sino para donar otra vez, para donar amor, amor, todo mi amor a cuantos vienen aquí llamados por mi corazón.
Vengo aquí todos los días para aliviar los sufrimientos de muchos hijos míos.
Mi Madre está aquí que súplica a sus hijos que escuchen mi voz.
Os he dado dos criaturas que os hablan, como Yo os hablo, os he dado esta isla de amor.
La Madre os ha dado el agua.
¿Qué otros tengo que daros para que muchos otros puedan volver a encontrar el amor de Dios, el amor de María?
Me alegro cuando me siento en la fuente y miro a mis hijos que con fe y amor toman el agua no para saciar su sed, sino para sentir el amor de la Madre que custodia esta fuente bendecida.
Sufro, pero, por los hijos desobedientes que todavía no respetan mis palabras.
Hijos míos queridos, ¿lográis comprender la grandeza de este gran diseño del Padre?
¿Lográis imaginar el Hijo de Dios que baja entre vosotros para liberar al mundo de todas las consecuencias del pecado, para hacer justicia a los justos, haciéndoles heredar la tierra regenerada por el inmenso amor del Padre?
¿Lográis comprender qué significa vivir junto al Hijo de Dios, junto a María, madre mía y madre vuestra, saciados cada día por el amor del Padre y santificados por la sapiencia del Espíritu Santo?
¿Lográis, hijos míos, solo imaginar la belleza del Paraíso; comprender la armonía del creado?
He aquí, Yo quiero que en cada uno de vosotros esté esta certeza, porque en mi nuevo Reino ya no habrá lugar para los inciertos y los dudosos.
Los hijos que vienen aquí en mi Cuna, que atesoran a mis palabras, al amor, a la dedicación de las hijas de mi corazón, jamás deberán tener dudas, jamás deberás tener incertezas.
Yo os quiero duros como roca en esta certeza; no la dejéis rasguñar, ni siquiera por un solo instante porque vuestra certeza, vuestra fe en este santo misterio tiene que servir como guía, como estímulo, como incitación para cuantos aún se dejan vencer por las dudas y las incertezas.
Quisiera que todo el pueblo de la tierra llegara a ser digno de entrar en mi ciudad santa.
Todos los hijos de esta ciudad verán bajar la Reina del Cielo en toda la gloria que el Padre le ha reservado.
María, la sin mancha, la estrella luciente del Paraíso, Aquella que da luz y esplendor a la bóveda celeste, Aquella frente a la cual se inclinan reverentes los Ángeles y los Santos del Paraíso, bajará entre vosotros.
Bajará de su trono y luego, humilde entre los humildes, se sentará en medio de vosotros, hablará con cada uno de vosotros, dará a cada uno de vosotros un don del Padre.
Se sentará al lado de mis hijas que han puesto la primera piedra de mi ciudad, porque mi Cuna ha sido la primera piedra y Yo la guardaré en el centro de mi ciudad.
Hijos míos queridos, nunca me cansaré de repetir que este es el lugar santo elegido por el Padre para mi regreso.
Este es el mensaje de amor, este es el mensaje de alegría, el mensaje de vida eterna que envío a todo el mundo, a todos mis hijos.
Os dejo con mi Bendición, para que siempre sea fuerte en vuestros corazones el amor por mi Madre, vuestra mediadora, mediadora de toda la tierra.

Jesús