Revelación de Jesús a María G. Norcia
9 de marzo de 1997

“ La Morada establecida por Jesús”

(Borrador)

Jesús dice:

Vengo a vosotros a hablar como siempre del reino del Padre mío porque todavía la mayoría de la humanidad no ha entendido, no ha querido escuchar el mensaje de amor que a lo largo de los siglos el Padre mío ha enviado a sus hijos.

Reuní un pueblo para que trasmitiera a los venideros la grandeza del creador del entero universo.

Habló a su pueblo por medio de los profetas, guiándolos, amonestándolos, ayudándolos, pero las prevaricaciones siempre fueron causa de desacuerdo entre el Padre, que veía frustrado a su amor, y su pueblo.

Entonces, para que se realizara plenamente el proyecto de amor del Padre mío, como ha escrito Juan, el Verbo se hizo carne y vino a habitar en medio de su pueblo.

Entonces, a hablar no fueron más los profetas sino el Hijo mismo de Dios hecho hombre para rescatar la humanidad y llevar la palabra del Padre incluso a los que se definían gentiles o paganos.

Yo, Hijo de Dios, por la gloria del Padre y por amor hacia sus hijos vertí toda mi sangre haciendo así esta tierra purificada y redimida, para que mi enseñanza llegara al mundo entero.

El Espíritu Santo bajó sobre los apóstoles, guiados y protegidos por el amor de María, para que llevaran en el mundo entero la palabra del Salvador, hasta que mi mensaje llegó a los rincones más perdidos de la tierra, para que cada hombre de buena voluntad pudiese conocer y comprender la grandeza de su Dios.

Muchos, a lo largo de los siglos, han recogido y difundido este mensaje.

Primeros los apóstoles, pero aquel que mejor ha sabido explicar y difundir mi palabra, fue Pablo de Tarso, antes persecutor de mi fe, y luego mi fiel apóstol hasta el punto de donar su misma vida para defender y honrar a su Dios.

A fin de que mi mensaje pudiese llegar a todos los hombres de la tierra a lo largo de los siglos, he elegido hombres y mujeres por su abierta y declarada disponibilidad a mi amor, permitiéndoles mejor conocer a los secretos de mi corazón, les he puesto como faros para que con su luz pudiesen conducir a Mí aún más hijos, quitándoles así de los engaños y de las lisonjas del príncipe de las tinieblas.

Grande es el diseño de amor del Padre concebido desde el principio, y grande tendrá que ser la realización de este diseño llegado ya ahora casi a su completa conclusión.

Entonces, un faro más grande de todos pone sobre la tierra el Padre mío, encomendándolo completamente a mi amor y al corazón de Mi Madre, habiendo encontrado disponibilidad a su voluntad en criaturas que han permitido esta realización y que Yo llamo hijas mías dilectas.

Y he aquí nacer directamente del corazón del Padre la isla de mi amor, la isla blanca, la columna de luz que ya ahora, desde hace años, ilumina los corazones de muchos hijos míos, el castillo de las almas que constituye la base de la ciudad santa, la ciudad celestial que el apóstol Juan vio bajar del Cielo, bella como una esposa porque Yo, el esposo celestial, pueda acogerla para reinar en muchos hijos míos con cuántos han escuchado y hecho crecer en sus corazones la palabra que Yo he difundido y seguiré todavía difundiendo por medio de mi hija dilecta, cuál último y definitivo anuncio que, reconectándose directamente a la palabra del Padre por medio de los primeros profetas, cierra una época.

De hecho, como conduje de la mano, con la ayuda de Moisés, a Mi pueblo a la tierra prometida; así yo hoy, con la ayuda de mi hija estoy conduciendo de la mano a mi pueblo a la nueva Tierra Prometida, nueva porque nuevas Yo haré todas cosas, porque nueva se hará la tierra para acoger al Hijo de Dios y cuantos con su amor ha sabido volver a conquistar para ellos y para los hermanos la dignidad de hijos de Dios.

Este, hija mía, será el cumplimiento de paz, será el reino del Espíritu Santo, el triunfo del amor del Hijo de Dios.

Será el triunfo del amor de María, el justo reconocimiento para cuantos tuvieron fe en mis promesas y todos encontrarán aquí, en esta tierra bendecida, su morada al lado de mi corazón.

Entonces todos podrán cantar con alegría, “Gloria al Padre, alabanza a María” y todos podrán gozar de aquellas bellezas que el Padre había creado antes de cualquier otra cosa, porque el hombre, en armonía con la naturaleza, pudiese disponer de ellas.

Pronto este proyecto del Padre encontrará su realización final en la gloria y en el amor de esta tierra que el Padre ha elegido y Yo he establecido como mi morada.

Con esta certeza os bendigo y os abrazo.

Jesús