«Avanza, pueblo de Dios;
y da fruto en El que es Fruto»

La Iglesia de Cristo avanza y siempre más avanzará contra todos aquellos que son animados en el corazón por el espíritu malvado y enemigo de Dios; contra todos aquellos que forman las armadas enemigas que quieren hostigar los corazones; contra todos aquellos que quieren penetrar en los corazones de los simples para anular lo que es santo, con el único fin de confundir, de someter y de poner al centro de cada corazón una falsa doctrina centrada en el hombre, que no tiene fundamento en Cristo, el Hombre-Dios.

La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén, Iglesia de Cristo, Madre Iglesia, defende y siempre defenderá los valores de Cristo, los valores de la Vida, los valores de la Verdad, para proclamar la Vida a fin de que la Vida pueda ser comprendida, amada y pueda dar fruto en abundancia, para hacer que cada hombre en la cotidianidad pueda comprender el verdadero significado de la Vida en Cristo, de la defensa de la Vida en Cristo.

La Iglesia de Cristo defende y defenderá todos aquellos que en la vida están minados, que en la cotidianidad están recargados por quien, viviendo el mundo y su lógica, no comprende y no acepta quien dona la propia vida en nombre de la Verdad, en nombre de Cristo, único Camino, única salvación, única certeza.

La Iglesia de Cristo se bate y siempre se batirá contra quien, animado por un espíritu contrario a Cristo, quiere apagar la llama ardiente que está en el corazón de cada cristiano. Los enemigos de Cristo querrían hacer que la esperanza pueda desvanecerse en el corazón de los cristianos, a fin de que los cristianos, e lugar de dirigirse al Hijo de Dios, se dirijan al poder de la iglesia humana, de la iglesia de Roma, que se sirve del nombre de Dios ya sin servir el verdadero Dios, sino un espíritu que es contrario y enemigo de Dios.

La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén se erigirá para manifestar la Llama del Dios verdadero para que todos los corazones de los hijos de Dios y de los hombres de buena voluntad puedan sentirse revigorizados en el espíritu y ardientes en el corazón para no darse por vencidos, sino poder ser en el Barco conducido por Cristo, que hará naufragar el barco humano, que una vez era guiada por el verdadero Pedro y que ahora es guiada por el hijo de la iniquidad. Aquel barco que ahora es sólo humano, en cuanto el Padre la ha privado del Espíritu Santo. Un barco que por conveniencia quisiera llevarse consigo la autenticidad cristiana, para malvenderla y d i l u i r l a; y de esta manera rellenarla de infamias humanas.

Por esto el mundo siempre más sentirá el furor de Dios Padre Todopoderoso, que ya no puede aceptar y soportar impasiblemente que todo lo que era Suyo (y Suyo habría debido permanecer) ha sido malvenido y canjeado por hombres deseosos y seducidos por la codicia del poder humano.

“¡Adelante pueblo, de Dios!”. La ira del Padre está por abatirse sobre Babilonia la grande, la gran Ramera que ha fornicado con los reyes de la tierra y los poderosos de las nacciones, malvendendo el tesoro que le había sido encomendado, Cristo, el Rey de los Reyes, el Señor de los Señores. ¡“Ay de ti Babilonia”! Contigo “fornicaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución” (Ap 17, 2). La ira del Padre será. “Se produjeron relámpagos, fragor, truenos y un violento terremoto, como no lo hubo desde que existen hombres sobre la tierra. La Gran Ciudad se abrió en tres partes, y las ciudades de las naciones se desplomaron; y Dios se acordó de la Gran Babilonia para darle la copa del vino del furor de su cólera” (Ap 16, 17-21).

“Adelante, pueblo de Dios. Procede, pueblo santo, para agitar la bandera que llevará a la verdadera libertad: llevará al triunfo, vencerá este mundo”. En aquel momento un grito se levantará y el mundo comprenderá la ruina de Babilonia la grande, la iglesia de Roma, que llevará a la ruina de muchos poderes.

Y la voz del Hijo del Hombre se oirá. “Vosotros, que habéis amontonado riquezas al detrimento de Dios; todos vosotros, que os habéis enorgullecido al detrimento de Dios; todos vosotros, que habéis hecho del poder humano el arma para someter Mis hijos; sobre todos vosotros la justicia del Padre se abatirá, quitándoles la alegría de sus banquetes, quitándoles la serenidad de una falsa paz, quitándoles el sentimiento de la amistad llevando el desamor en vuestros corazones, haciéndolos áridos. Y todo lo que habéis amontonado secará, porque con cuanto habéis mesurado vuestra riqueza, tanto más será la misura de la ira de Dios”.

En el pueblo de la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén reinará la armonía, la serenidad; en el pueblo de la Iglesia de Cristo siempre más estará la santidad querida por el Padre, para que reine Cristo en cada corazón.

Los hijos de Cristo procedan con cuidado y atención. Los hijos de Cristo avancen, para levantar y levantar nuevamente la Iglesia que nace, que ha nacido; que es, que es Vida. Los hijos de Cristo procedan a fin de que en cada ámbito la voluntad del Padre sea bien enraizada y se pueda manifestar es su esplendor.

Los hijos de Cristo procedan y den fruto en El que es Fruto, que es nutrimento, que es certeza.