La realeza de Cristo vence el mundo

Dios Padre Todopoderoso, a través de Sus Instrumentos fieles, ha acompañado Sus hijos en el curso de la historia de la humanidad, con Su viva presencia y Su realeza de Padre, a fin de que cada hijo mantuviera viva la dignidad en el propio ser, en el propio corazón, para c o m p a r t i r l a y practicarla; a fin de que cada hombre de buena voluntad pudiera reconocer en Dios Padre el único Bien. Con vivo Amor el Padre Bueno y Justo ha amado, ama y seguirá amando lo que Él mismo ha creado.

A lo largo de la historia de la humanidad, el A m o r de este Padre Santo no siempre ha sido correspondido, en virtud de la “Libertad”, don esencial querido por el Padre, donado a cada hijo y a cada criatura. Y en virtud de aquella l i b e r t a d cada hombre podía aún más unirse a la Voluntad del Padre o alejarse del Padre.

El Espíritu del Padre ha acompañado la humanidad, a fin de que la pertenencia a Dios pudiera durar e involucrar a cuantos más corazones posible en Su Plan de Amor y de Redención para la salvación de la humanidad. Sin embargo, el hombre ha intercambiado la libertad con la idolatría. El hombre ha querido subvertir los términos esenciales de una recta vía, sacrificando el Padre, haciendo erigir el propio pensamiento idolatra. La idolatría ha encerrado el corazón; y la libertad ha llegado a ser unívoca hacia el proprio “yo”: poder, sed de poder, la única sed humana de la cual los hombres se habían a p o d e r a d o y convertidos en esclavos.

La voz de la Verdad nunca se ha parado: gritaba por las calles del mundo, a fin de que el Tesoro pudiera resplandecer en cada corazón y en cada alma. Cada alma que quería permanecer a n c l a d a a aquella Vida, que en el Padre es. Se han sucedido eventos, a c o n t e c i m i e n t o s, hasta cuando en Cristo la r e a l e z a ha llegado a ser Persona. El Hijo de Dios. El Hijo de Dios bajado en el mundo para donar Su realeza y hacer aún más vivos los corazones, para permitir a los hombres de ennoblecer la propia alma a aquella realeza viva y absoluta. Una realeza que hace i g u a l e s ante Dios Padre. Una realeza que levanta, purifica y hace vivos. No una realeza que aplasta sino una realeza que hace tomar vivo conocimiento de la d i v i n i d a d, que con la acción del Espíritu Santo penetra los corazones a fin de que cada corazón, purificado por el Amor de la realeza, pudiera llegar a ser e s p i r i t u a l, alejando la humanidad para levantarse y mirar al Hijo de Dios en Su ser Hombre-Dios, Rey… que une, santifica; que con humildad abraza y que con justicia amonesta, cuando delante de Sí no hay corazones sino piedras.

Quien ha acogido en Hijo de Dios y ha reconocido en El la realeza del Padre vive para coparticipar y ser parte activa de Su r e a l e z a que salva, que hace libres, que hace santos. Ser beneficiarios de Su realeza que ha vencido el mundo, vence el mundo y vencerá al mundo, hará ser príncipes de Su Reino. He aquí porque la envidia será aplastada. He aquí porque la codicia de poder será anulada. He aquí porque cada cadena que ata a este mundo será desatada.

Sobre la humanidad que no ha acogido Cristo, el Rey del Universo, la condena del Padre. Una humanidad presa de cada vicio; una Humanidad que ha dejado de lado la viva paternidad de Dios Padre Omnipotente; una Humanidad que ha despreciado Cristo, el Hijo de Dios enviado por el Padre. El mundo siempre más verá y se dará cuenta de la realeza de Cristo, el Hijo de Dios, en contraposición a su poder. Cada trono será derribado. Cada dinastía será vencida. Cada pueblo que ha abjurado Dios será condenado. Y sobre la Humanidad, árida y perdida, el infierno prevalecerá.

Y la Iglesia de Cristo, Salvador del mundo, Redentor de este mundo, brillará, para ser lámpara para todas las gentes; para ser reconquista de la voluntad del Padre; para ser baluarte de la potencia del Padre, porque jamás la libertad podrá ser menospreciada, c o n f u n d i d a y reducida al igual de cada pensamiento humano.

Vivir la realeza de Cristo significa despojarse, a n u l a r s e de cada pensamiento, a fin de enriquecerse de Su ser Verdad. Vivir la realeza de Cristo, el Hijo del Dios viviente, significa pedir a Dios Padre ser hechos pobres al mundo para poder ser ricos en Su Hijo, Cristo, única riqueza, único verdadero Bien. Ser en la realeza de Cristo significa ser abandonados por el mundo para ser reconocidos por el único S a l v a d o r; y ser ricos en Su Amor de Padre, de Hijo y de Espíritu Santo.

Así se reconocerán los vencidos y los vencedores. Y los vencidos serán olvidados por Dios, Padre Bueno y Justo. Quien ha descubierto la realeza de Cristo ha abandonado el viejo camino, la vieja vida, todo lo que es pasado, para ser revestidos de la Luz de Cristo y pedir Su Luz: ser revestidos de Su Luz, bálsamo para el alma, néctar que hace arder de certeza en Aquel que es Vida, a fin de que María, Estrella del Creado, Estrella del Paraíso, con Su materno cuidado acompañe todos Sus hijos, para poder saborear de este néctar y ser saciados en eterno.

La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén, que es por voluntad del Padre, en este día solemne proclama a todos los hombres de buena voluntad, a cada hijo y a cada criatura anhelante de conocer la Verdad: «¡No os dejéis adormecer por el veneno del enemigo de Dios!¡Mantened vivo vuestro corazón!¡No dejéis perturbar vuestra alma!¡Romped cada cadena! Para vivir Cristo Camino, Cristo Verdad y ser en Cristo Vida; y gozar de la realeza que hace libres, santos, auténticos». Esta es la l i n e a r i d a d del Proyecto de salvación de Dios Padre Omnipotente, que en el Hijo, en Su Hijo, con Su Hijo, se concretiza.