La unicidad del Cuerpo místico

Uno es el Cuerpo Místico de Cristo. Una es la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén. Los hijos de Dios se unen en el único Cuerpo místico (1Cor 12,27), que es Iglesia, para manifestar a una sola voz la propia pertenencia a Dios, al Misterio de Dios, para defender la cristiandad auténtica, para alejar toda insidia que, en este tiempo, los enemigos de la cristiandad intentan insinuar en el corazón de muchos.

Los hijos de Dios quieren reunir todos los cristianos auténticos bajo el único Estandarte que salva, bajo el único Manto que dona protección y amparo a cada hijo que cree en Jesús, el Salvador del mundo, que se encomienda al Corazón Inmaculado de María, la Reina del Cielo y de la Tierra, la Madre universal.

Ningún reino dividido contra sí mismo puede vencer (Mc 3,24). El mensaje universal del Hijo de Dios llama cada corazón de buena voluntad a afrontar y vencer toda prueba, todo intento de dividir la verdadera cristiandad, la Iglesia, que el maligno y los hijos de la iniquidad querrían destruir.

La Madre Iglesia vela y velará, a fin de que la cristiandad auténtica sea preservada, a fin de que los Mandamientos del Padre y las enseñanzas del Hijo sean comprendidas, amadas y respetadas, puestas en práctica por quien quiere ser “hijo” (Jn 1,12; 1Jn 3,1) y no sólo “criatura” del Padre; y por todos los hombres y por todas las mujeres de buena voluntad que están en búsqueda del verdadero Dios.

En la “Pequeña Cuna del Niño Jesús” todos aquellos que abrirán el corazón a la acción del Espíritu Divino serán purificados por Su viva acción y, pidiendo perdón con sinceridad de corazón, experimentarán la infinita misericordia del Padre, que en la Tierra de Amor brota con abundancia de Su Corazón de Padre Bueno y Santo, Misericordioso y Justo, para unir todos Sus hijos en el único Cuerpo Místico que salva, la Iglesia Cristiana Universal, con la cual el Padre ha restaurado Su Alianza por la eternidad.

La Madre Iglesia hace barrera en protección de los propios hijos, para protegerlos de la acción furiosa de satán que, con sus hijos, es sabido que habría lanzado en los últimos tiempos su ataque contra la verdadera cristiandad. El Padre cuida Sus hijos y nunca abandonará a Su Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, formado por muchos miembros (Rm 12,4-5; 1Cor 12,12-27) que se mueven guiados por el único Espíritu (1Cor 12,4.11), el Espíritu Divino que el Padre ha hecho bajar en Su Tierra de Amor para liberar los hombres de la esclavitud del pecado.

En la viva oración, que aún más se intensificará, y en la verdadera fraternidad, que aún más será vivida con pasión y autenticidad, los hijos de Dios se arriman los unos a los otros, a fin de que su testimonio de unicidad, de intentos, de acción, de espíritu, sea para todos un signo tangible y santo, a fin de que la Iglesia, el Cuerpo místico de Cristo (Ef 5,30), depurado por toda escoria, pueda aún más resplandecer, tomar vigor y erigirse, para manifestar al mundo la presencia de la Gloria del Padre, la Potencia del Hijo y el Amor del Espíritu Santo, que reside en la Tierra de Amor, en la Isla Blanca, en la Nueva Jerusalén (Ap 21,2), don del Padre para la humanidad.