La vida nueva de los hijos de Cristo y María,
la Madre de Dios

Jesús ha nacido para hacer renacer Sus hijos a vida nueva. Éste es el significado profundo de la Navidad de Cristo y, por consiguiente, del renacimiento de los hijos de Dios. Cristo, el Pan vivo bajado del Cielo, generado por María, la Madre de Dios (Lc 2,33-34), viene en el corazón de los hombres para ser acogido. Cristo nace para hacer renacer el corazón de cada hombre y mujer de buena voluntad que reconocen en Él el Hijo del Dios viviente (Mt 16,16), el unigénito Hijo de Dios (1Jn 4,9), el Salvador (Lc 2,11; Hch 5,31; 13,23; 1Tm 1,10; Tit 1,4; 2,13; 2P 1,1; 2,20; 1Jn 4,10) del mundo, la Luz mandada por el Padre (Jn 1,2) para desgarrar las tinieblas (Jn 1,5), la nube espesa (Is 60,2) que envuelve el corazón de los hombres.

Cristo ha nacido para hacer renacer de lo Alto (Jn 3,3), en Espíritu (Jn 3,6) y Verdad (Jn 16,13), quien, acogiendo a Su Espíritu, quiere renacer (Jn 3,7) a nueva vida, para poder vivir la vida eterna (Jn 3,16).

El evangelio nos hace comprender que cada uno determina la propia salvación. Sólo aquellos que acogen a la Luz que viene en el mundo, renacen a vida nueva y llegan a ser “hijos” de Dios (Jn 1,12). Aquellos, en cambio, que no quieren acoger a la Luz y permanecen en las tinieblas en las cuales ya se encuentran (Jn 3,19), no renacen y, no renaciendo, se mueren (Jn 3,18), porque no han querido reconocer en aquel Hombre el Hijo de Dios, el Cristo, el Mesías, el Salvador mandado por el Padre por su salvación.

Los hijos de Dios quieren abrazar la voluntad del Padre, para nuevamente renovar esta humanidad. El Padre ha encomendado este anuncio de Amor a Su Mozuela, Aquella que ha abierto Su Corazón a la voluntad del Padre, Aquella que ha acogido en Su Corazón el Niño Jesús, bajado del Cielo para salvar esta humanidad, para dar a la humanidad la última oportunidad: de salvación o de perdición.

Este es el mensaje de Amor que nos ha donado Aquella que ha sido llamada por el Padre a anunciar este Misterio de Salvación. Como entonces el Precursor ha sido llamado por el Padre a preparar el camino al Señor (Lc 1, 76-77), así en estos tiempos la Mozuela de Dios ha anunciado al mundo el regreso del Salvador en esta Cuna de Amor, segunda y última Gruta del Amor del Padre. Éste es el testamento de Amor que María ha dejado a nuestro corazón. Éste es lo que, encarnado en Su Corazón, ha sido donado a todos nosotros, con santidad, generosidad y abandono filial, a fin de que este anuncio de salvación pueda ahora ser manifestado y acogido por los hombres de buena voluntad.

Los hijos fieles de esta Iglesia están llamados a llevar a todos el anuncio de María, la Mozuela de Dios, que de este rincón de Paraíso ha abierto Su Corazón para hacer entrar todos en el Corazón del Padre, para hacer comprender a todos la Verdad, amar a la Verdad, abrazar la Verdad: Cristo. Y ser conscientes de la única Verdad, absoluta, en la cual hay salvación: Cristo, Camino, Verdad y Vida.

Esta es la felicitación que la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén dirige a todos los cristianos, para que, renacidos más conscientes en la Navidad de Cristo, los hijos de Dios puedan crecer en la fe y practicar cada vez más las rectitud cristiana, para manifestar, difundir y hacer amar a los hombres y a las mujeres de buena voluntad la única verdadera fe, la única certeza, la única fuente de vida eterna: Cristo Señor, el único Salvador nacido para nosotros, don del Padre para la humanidad.

«¡Hijos de Dios! Deseáis a todos estos sentimientos (Flp 2,5-11), esencia y sustancia de la vida cristiana, fundada sobre Cristo: la Piedra (Mc 12,10; Hch 4,11), la Roca desde la cual brota sapiencia y sabiduría, leche y miel, Pan (Jn 6,33) para todas las gentes que quieren nutrirse de la Palabra de Dios (Jn 1,1). Éste es el perfume que esta Tierra de Amor emana a todas las gentes que quieren vivir el Salvador que ha nacido para nosotros (Lc 2,11)».

«¡Hijos de Dios! Derramad a todos este perfume, con vuestro testimonio verdadero y directo. Transmitid a todos la verdadera paternidad del Padre que aquí se manifiesta, a fin de que en la esencia y en la sustancia todos puedan comprender la maternidad de María, que reconduce todos al origen, al Pensamiento original del Padre, a aquella ligazón indivisible, querida por el Padre, de la Madre con el Hijo».