La viva acción del Espíritu del Señor
en la Cuna de Amor, Pila del Espíritu Santo

En los hijos de la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén total es y cada vez más será la concienciación de la presencia del Espíritu Santo en la Cuna Divina, la Pila del Amor de Dios. La Pequeña Cuna del Niño Jesús es el Tabernáculo del Amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta es la Pila del Espíritu Santo. En esta Pila, lavacro (Tit 3,5) de las almas, el Amor del Padre, por obra del Espíritu Santo, lava los corazones, purifica los corazones (Hch 15,8-9; Hb 10,22) y cancela de los corazones toda mancha. Cuanto más cada corazón está dispuesto y disponible para ser lavado (Sal 51,19), tanto más el corazón llegará a ser límpido y toda mancha será borrada (Sal 51,12), para dejar espacio a la acción del Espíritu Divino que llena el corazón de la gracia del Padre.

En los hijos de Dios y en todos aquellos que están animados por la búsqueda de la Verdad (Jn 1,17; 4,23-24; 16,13), viva debe estar la percepción de la presencia del Espíritu de Dios en la Tierra de Amor que el Padre ha donado a Sus hijos. En el momento en el cual la mirada de los hijos será límpida, estos podrán ver la viva acción del Espíritu que baja y hace sumergir cada corazón en el agua viva que vuelve a donar la vida (Jn 4,14) y que aclara el corazón, para ser, vivir y transmitir santidad: la santidad que la Cuna de Amor, Tabernáculo del vivo Amor del Padre, quiere difundir y derramar sobre esta humanidad.

«Extenderá su dominio sobre cuantos lo temen. Extenderá su dominio sobre toda la Tierra» (Is 9,6; Bar 2,34-35; Dn 3,100; 6,27; Zac 9,10; Sir 24,6)

A cuantos lo temen (Sal 103,11-13.17; 115,13; Sir 6,16; 34,13; Ap 11,18), a cuantos reverencian, a cuantos se postran delante de la viva acción del Espíritu del Señor, será dado el poder de vivir la fraternidad y comprender su filiación, y ser así llamados a participar a Su acción salvadora, que dona la vida. A cuantos Lo combaten y Lo denigran, le será quitado incluso lo que tienen (Mt 13,12; 25,29; Mc 4,24-25; Lc 8,18; 1,26) y permanecerán de esta manera desnudos espíritualmente y materialmente. En la Casa del Señor, en la Morada del Espíritu Divino no hay espacio para los operadores de iniquidad ni habrá espacio para los operadores de la perdición.

Todos aquellos que acudirán en la Morada de Dios (Ap 21,2) encontrarán el Espíritu Divino esperándolos, que irá a su encuentro para poder entrar en su corazón, para poderlo nutrir, recalentar y volver a donar renovado y lleno de Su Amor, de Su gracia y de Su amistad, verdadera y profunda.

Los hijos de Dios que participan a la viva acción de la Madre Iglesia están llamados a testimoniar la verdadera fraternidad y la viva filiación con amor, ferviente amor; con obediencia (2Cor 9,13; Jen 49,9), verdadera obediencia amorosa (1P 1,22; Ro 1,5; 5,19; 6,16); con equilibrio; y con orden santo, eliminando el desorden que reina en el corazón, para poder comprender la esencia y la sustancia del Espíritu Divino, de Su infinito Amor, que reina en los corazones de los hijos de Dios, que quiere reinar en los corazones para liberar cada corazón de toda forma de esclavitud (Hb 2,15): moral, física y espiritual.

Éste es el bálsamo (Sir 6,16) de Amor del Espíritu Divino, el bálsamo que cura y alivia todo dolor. Éste es Su bálsamo, donado a todos aquellos que quieren observar Sus enseñanzas.

A todos aquellos que se acercan para ser llenados por la viva acción del Espíritu Divino, María, Madre Iglesia, Nueva Jerusalén dice: «Dejaos purificar de Su acción benéfica. Dejaos aclarar la mirada, el corazón, para ser iluminados por Su Luz (Hb 6,4) y llegar a ser antorchas que recalientan, porque reciben el amor verdadero y donan el amor puro. Sed puros (Ap 14,4), sed santos (Ap 13,10b; 14,12; 18,20; 19,8b; 22,11), sed fieles (Ap 17,14), para recibir ya desde ahora la mirada del Hijo (Mt 19,26; Lc 9,38; 19,5; Jn 1,42b; Hch 4,29) para poder ver el Rostro del Padre (Jn 12,45; 14,7-9; 5,37-38; cf. Mt 11, 27; Sal 27,8)».