Amad a su Corazón puro y santo

Fiesta de la Natividad de María G. Norcia
20 de enero de 2019

Evangelio: Mateo Cap 5 vv.1-12
Homilía del Pontífice Samuele

Hoy nuestra Iglesia está de Fiesta. Gran Fiesta en nuestros corazones, para festejar ya hoy la Natividad de María Giuseppina Norcia, la Mozuela de Dios que ha acogido en el propio corazón el Misterio del Niño Jesús, bajado del Cielo en esta Tierra de Amor. Nacida el 21 de enero de 1940, esta Mozuela de Dios es para todos nosotros nuestra Madre, nuestra Madre espiritual, Aquella que espiritualmente nos ha regenerado en le fe en Cristo Señor, preparándonos para acoger el Plan de Amor y de Redención querido por el Padre para toda esta humanidad.

Esta Mozuela es un gran Misterio, un gran Misterio de Amor. Escogida por el Padre por Su Corazón puro y santo (Mt 5,8), Ella en Su Corazón ha sabido acoger y contener el Amor de Dios, Jesús, el Verbo hecho carne (Jn 1,14a), el Amor hecho Persona, para luego donarLo a aquellos que el Padre Le ha enviado a lo largo del tiempo. De verdad Ella ha encarnado todas las bienaventuranzas que Jesús nos ha enseñado y que incluso hoy hemos escuchado (Mt 5,3-11). Su beatitud brilla y brillará, más y más. Esta Mozuela es de verdad Bienaventurada, Bienaventurada, Bienaventurada. Su santidad es ejemplo para nosotros, para todos nosotros, Sus hijos espirituales, y nos guía, en este camino, en estos tiempos duros y difíciles, para permanecer sobre el recto Camino, para amar y anunciar nuestra fe en el único Señor, que en Verdad nos conduce para conquistar la verdadera Vida, eterna Vida.

Los cristianos y los hombres y las mujeres animados por la buena voluntad que están en búsqueda de la Verdad amarán a este “21 de enero”, amarán a la Natividad de esta Mujer, más y más, para festejar Aquella que el Padre ha elegido por Su Corazón puro. Jesús aquí ha bajado porque aquí el Padre ha encontrado un Corazón, el Corazón, que Lo ha sabido acoger como ningún otro. Por esto el Padre ha podido enviar una parte de Sí, una parte de Su Corazón, aquí y no en otro lugar. Porque aquel Corazón de Mujer, puro, ha podido contener el infinito Amor de Dios. Lo ha sabido acoger y custodiar, a fin de que el Amor se manifestase al mundo entero en el tiempo establecido por el Padre. Quien quiere vivir el Misterio del regreso del Señor, anunciado, escrito, profetizado (Mt 24,30; 25,31; Mc 13,26; Lc 21,27; Hch 1,11; Ap 1,7), debe necesariamente profundizar el Misterio de esta Mozuela de Dios: debe profundizar el Misterio de Su Corazón, escogido por el Padre para permitir a Jesús volver para la salvación de todas las gentes. Es éste un Misterio insondable e inaccesible por la mente humana; pero quien abre el corazón, quien escucha y se abandona a la voluntad del Padre, todo vive y todo vivirá, con simplicidad, así como siempre Ella nos ha enseñado, acogiendo con simplicidad, con amor, con constancia y perseverancia cada palabra que el Cielo Le ha revelado a lo largo de Su camino terrenal.

Todo el Padre ha revelado a Su Mozuela. En Cristo y en María Santísima el Padre ha manifestado muchas y muchas veces Su Pensamiento. He aquí las revelaciones de Jesús y he aquí las revelaciones de la Virgen Santa, que han acompañado Su camino y ha acompañado Su misión durante toda la segunda mitad del siglo XX, para llegar al amanecer del tercer milenio. En una revelación del Cielo, esta Mozuela ha sido indicada como Aquella que ha encarnado la síntesis de todos los profetas y de los antiguos patriarcas, como más veces ya hemos recordado. Pues bien, éste nos hace comprender que Ella marca un nuevo punto de inflexión en la historia de Dios. Así como Juan el Bautista ha sido el punto de inflexión entre el viejo y el nuevo testamento, la Mozuela de Dios, llamada por el Padre a anunciar la venida del Salvador, a introducir la humanidad en la última parte de la historia de Dios, manifiesta Su Esencia de Mujer de Dios llamada por el Padre para prepararnos y para preparar Su Pueblo a refundar la Nueva Alianza (Hb 8,8) que el Padre habría restaurado y establecido con esta Madre Iglesia.

Nosotros Sus hijos espirituales estamos ahora llamados a llevar todos al conocimiento de esta humilde Mozuela, Mozuela fiel, sobre todo con nuestro ejemplo de vida, que debe ser santo y recto. Ésta es nuestra tarea para poderla hacer conocer en Su esencia y en Su sustancia.

Sólo de esta manera podremos hacer amar y conocer a esta Mujer al mundo entero, a fin de que todos los cristianos y los hombres y las mujeres de buena voluntad puedan apreciar hasta el fondo toda beatitud y toda virtud suyas, a fin de que muchos, siguiendo Su ejemplo, puedan volver a descubrir la verdadera fe, la fe en el Dios Uno y Trino, la fe en Cristo único Salvador, Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6).

De este rincón de Paraíso, la humilde Mozuela ha acogido todo corazón que se le arrimaba para recibir el perdón por parte del Padre, la cercanía del Padre. La humilde Mozuela de esta Tierra de Amor ha manifestado el Pensamiento del Padre, esperando y rezando, para que todo se realizara. Tanto ha esperado y tanto ha rezado para cada uno de nosotros, que ahora estamos aquí, vivos, para manifestar nuestro amor y para manifestar la pureza de Su Corazón, a fin de que muchos y muchos y muchos puedan conocer a este Corazón puro y amarLo en la totalidad.

La humilde Mozuela ha acogido, ha escuchado y con fiereza ha hablado, indicando el Camino, manifestando la Verdad, para recibir la Vida, hablando así como la habla de esta Casa: «sí, sí» y «no, no» (Mt 5,37). Su habla estaba llena de Amor en el respeto de la Ley del Padre. Amaestraba y amonestaba, en Su infinita humildad, para hacer comprender el respeto que se debía al Niño Jesús, al Padre Bueno y Santo, a fin de que la verdadera fe pudiese resplandecer: no una fe aguada, no cañas sacudidas por el viento, sino hijos, verdaderos hijos de Dios (Jn 1,12), que han vuelto a descubrir la esencia y la sustancia de ser “hijos”, no “criaturas” de este Padre.

Éste ardía en Su Corazón: hacer que todos llegaran a ser verdaderos hijos de Dios, cristianos auténticos, que no se intimidan frente del primer resonar de trompetas, del primer viento contrario o de las calumnias y de las acusaciones, de las rivalidades y de las actitudes no santas por parte de quien, levantado la voz, quería atemorizar a Sus hijos, hijos del Padre. Ella seguía rezando, aumentaba la oración y Su fe rescataba muchos más corazones (Mt 21,22; Stg 5,15). Nada han podido muchos eminentes personajes contra Su Corazón de Hija, de Esposa y de Madre. Hija, porque fruto del Amor del padre; y en Su obediencia a Dios muchos han comprendido el significado de la filiación, de ser “hijos”. Esposa, porque en Su vida ha casado la voluntad de Dios, diciendo “sí” y confirmando todos los días Su “sí” a la voluntad de Dios, casando la voluntad de Dios cada día, como nos ha enseñado en Su viva oración, que nos ha dejado como testamento: “Te amo Jesús, Te amo mucho. Me encomiendo a Ti. No me dejes sola. Haz de mi lo que te agrada. Hágase Tu voluntad”. Madre, porque en el Espíritu ha generado muchos hijos, nosotros los hijos, que a Ella se han encomendado y se encomiendan cada vez más, para amar y vivir el unigénito Hijo, al Salvador del mundo (1Jn 4, 14), nuevamente enviado por el Padre en esta Tierra de Amor.

He aquí que ahora, de esta Morada, nosotros Sus hijos, nosotros Sus frutos, siguiendo Su ejemplo nos erigimos en defensa de este Santo Misterio, como Ella ha hecho durante toda Su vida. Y lo ha hecho encarnando las virtudes de María Santísima, encarnándolas en la cotidianidad, una tras la otra, haciéndonos comprender como Dios ama a Sus hijos (Lc 2, 14), sin distinciones, en la igual dignidad, incluso entre hombre y mujer: igual dignidad, aunque con tareas diferentes, siguiendo el ejemplo de Cristo, el Salvador (Hch 5,31; 1Jn 4,14), el Redentor (Is 59,20); y siguiendo el ejemplo de María, la llena de gracia (Lc 1,28), la toda bella, Templo vivo en el cual habita el Espíritu Santo, Corredentora.

Ninguna mujer puede imitar a María si pierde de vista la Humildad, si no comprende la Dulzura, si no se anima de la Fuerza santa, si no vive en la Simplicidad verdadera. Diferentemente se cae en la soberbia, se cae en la arrogancia, se vive con desprecio y se vive en la impudicia. Éste nos ha enseñado y nos enseña la Mujer Fiel, Aquella que es fiel a Su Señor.

Todas las mujeres que en estos tiempos quieren imitar las virtudes de María, miren a esta Sierva, a esta Mozuela, a esta Mujer, a Su ejemplo de vida. Y lo que parece imposible llegará a ser su camino. Nada es imposible para Dios (Jer 32,17; Lc 1,37).

Aquí Cristo ha bajado para liberar a Sus hijos (Rm 11,26). De esta Madre Tierra ha partido el rescate cristiano, guiado por el Espíritu del Padre, bajado del Cielo para guiar a Sus hijos a la Verdad entera (Jn 16,13) y rescatar muchos que han sido nuevamente reducido a la esclavitud por este mundo inicuo y malvado.

Este día, día de la Natividad de esta Mozuela, marca nuestro re-nacimiento. El día en el cual ha nacido esta Mozuela, una nueva esperanza ha nacido para todos, para el mundo entero. Hasta que la mente no se apaga y no se abre el corazón a la voluntad de Dios y a los diseños del Altísimo, nunca se podrán comprender las maravillas del Padre.

«Bienaventurados todos vosotros, pequeños, que queréis permanecer pequeños por el mundo porque vuestro corazón comprenderá las delicias del Padre». «Bienaventurados todos vosotros, porque veis la Nueva Jerusalén, Morada Santa, viva, ataviada para Su Esposo (Ap 21,2-3). Cantad las alabanzas del Altísimo porque vuestros ojos ven, vuestras orejas oyen (Mt 13,16) y vuestro corazón exulta en Cristo Salvador».

Esta es nuestra Fiesta, que ha empezado para nunca concluirse. El Sol ha surgido en la Ciudad Santa (Lc 1,78) y ahora se posa en el Valle oscuro.

Gran cumplimiento lo que nos disponemos a vivir. También el Cielo y el Creado participan a este maravilloso acontecimiento. También la Luna (que nos lleva a la Figura materna, a la Mujer) se prepara para rendir homenaje, para erigirse y manifestarse en todo Su esplendor y en toda Su belleza, vistiéndose de rojo para ser admirada, resplandeciente y bien vivible para todos aquellos que querrán contemplar al Misterio del Creador. Al amanecer de este 21 de enero admirad, mirad a los signos del Cielo (Hch 2,19a), contemplad, para poder profundizar las escrituras y comprender lo que está escrito.

Aquí el Sol ha surgido. Por otras partes, en el valle oscuro se apagará, se hará negro, se obscurecerá.

A vosotros hermanos en este día de fiesta digo: «Con ferviente amor anunciad a todos el Reino de Dios (Mc 1,15) que en esta Tierra se cumple. Anunciemos el Divino Salvador, bajado del Cielo en esta Tierra de Amor. Sigamos amando, despojándonos de nosotros mismos para revestirnos de la Luz de Cristo, Luz para todas las gentes (Lc 2,30-32). Siguiendo el ejemplo de la Mozuela de Dios acojamos todo lo que el Padre ha concedido para nosotros, para crecer en el llamado, para vencer toda enemistad, para combatir el propio “yo”, para vencer y hacer triunfar al Misterio de Dios».

«Abandonemos la razón, no para convertirnos en seres “no pensantes”, hombres y mujeres “no pensantes”, no por esto, sino para llegar más y más instrumentos en las manos de Dios, como Ella ha hecho, por nuestro bien y por el bien de esta Madre Iglesia. Sepamos amar como verdaderos hermanos (Jn 13,34; 15,17; Rm 12,10; 1P 1,22), como Ella nos ha enseñado. Sepámonos vivir como Iglesia, para contrastar todos aquellos que quieren abatir a esta Madre Iglesia. Ésta es Su enseñanza, que ahora nosotros Sus hijos tenemos que poner en práctica». Éste para nosotros que ya vivimos esta Iglesia y este Misterio.

Y para todos aquellos que todavía no viven esta Iglesia, que todavía están anclados a una vieja tradición, que no quieren comprender y desatarse de lo que ya no es en comunión con el Corazón del Padre – he aquí el significado del Sol, la luz que se apaga – para todos estos digo: «Venid, no titubeéis más, no esperéis más. Está un tiempo para toda cosa. El Padre no quiere esperar más. Entrad en las puertas de Su Corazón. Entrad en Su Morada en este Rincón de Paraíso, antes que sea demasiado tarde, antes que se cierren definitivamente las puertas. Éste es el Día para poder entrar y para poder vivir las Bienaventuranzas».

«No esperéis más, porque el Padre ya no tiene tiempo. Venid, se lo digo con amor. Venid. Con amor dirijo hoy a todosesta llamada. Venid. El Padre en Su infinita Misericordia os espera. No esperéis más. Éste el Padre desea, por amor de todos Sus hijos. Sus signos se manifestarán. Su Justicia se abatirá sobre todos aquellos que voluntariamente han traicionado Su Espíritu, renegando del Sacrificio del Hijo de Dios (Ap 18,20). No hacéis sufrir al Corazón de este Padre. Y que no pase que después de haber escuchado todo esto, se apunte el dedo contra el Padre y se Le blasfeme».

«Escuchad el grito de esta Madre Iglesia, para poder vivir la verdadera Vida, en Cristo, con Cristo y por Cristo.»

Ésta es la voluntad del Padre que aquí ha puesto Su Morada, que ha llamado esta Mozuela Suya porque Su Corazón ha sido encontrado puro y santo. Por esto ha bajado aquí y no en otros lugares. Comprended el Corazón de esta Mozuela, amadLo; y nada faltará. Esta es la promesa que el Padre Le ha hecho; a través de Ella nos ha hecho; y ahora yo hago a todos aquellos que escuchan, para poder vivir ahora y siempre el Amor de María, esta buena y tierna Madre, que nunca abandonará a Sus hijos y que todos conducirá a Cristo, el Dios Uno y Trino, Camino, Verdad y Vida. Y así sea.