Nueva Jerusalén
Viña del Padre

En la Nueva Jerusalén es más y más viva la presencia del Padre, que transmite a todos Su total participación a Su cumplimiento de salvación para la humanidad (Is 25,9; 51, 5-6; 52,10; 62,1; Lc 1,68-71; 3,6; 1Ts 5,9; 1P 1,3-5; Ap 1,1). En la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén viva está la presencia del Padre (Ap 21,3). Y la vitalidad del Padre permitirá a Sus hijos poder expresar y manifestar la autenticidad de Su mensaje, que encuentra cumplimiento en la Nueva Jerusalén (Ap 21,2), la Tierra de Amor elegida por el Padre para hacer vivir y experimentar a todos Su esencia y Su sustancia de Padre.

En esta Tierra de Amor los hijos de Cristo más y más advierten la pertenencia al Corazón del Padre, Su paternidad (Ef 3,14-16), la presencia de Su Corazón vivo que atrae hacia Sí aquellos hijos deseosos de comprender Su intervención, de adherir a Su Proyecto de Amor, de amar y volver a amar al Hijo de Dios como el único Bien primario (Jn 17,3). Sólo así cada hijo y cada hombre y mujer de buena voluntad podrá comprender hasta el fondo el verdadero significado del Amor del Padre, que en el Hijo es para hacer ser (Jn 17,21-26).

He aquí que en estos tiempos últimos de la historia de la humanidad los verdaderos hijos de Dios están llamados a defender la autenticidad de la esencia y de la sustancia del Padre, que está viva, concreta y tangible; están llamados a defender la creación espiritual de Dios, la creación concreta de la acción de Dios en la historia (Hb 1,1-2), que se pone en contraste con otra idea de creación, edulcorada y artificial, que quiere unirse a lo que no proviene del Corazón del Padre, para hacer olvidar la esencia de la creación del Padre, para hacer perder la sustancia de Su pensamiento originario, la sustancia de la proveniencia.

He aquí la acción del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo (Jn 15,26), que ha cortado la ligazón con una casa que ya no enseña a respetar las enseñanzas auténticas de Jesús, sino que, con el engaño, sirviéndose de artificios y de la mentira, conduce una acción anti-cristiana que aleja de Cristo y de Su Palabra, creando confusión y desorientación en el corazón de quien quiere permanecer de Cristo (1Jn 2,21-23; 2Jn 7-11).

He aquí que el Padre ha podado, cortado y echado aquella Alianza con aquella casa (Mt 3,10; 7,19; Lc 13,7) que ya muchas y muchas veces en pasado había restablecido, a pesar de los errores y de los pecados por ella cometidos. El Padre necesitaba amor. El Padre necesitaba de alguien que transmitiera Su vivo amor, de ministros santos y no de sacerdotes que han perdido el recto camino y que han traicionado la tarea que el Padre les había encomendado: aquella de trabajar en Su Viña, por Su Viña, con Su Viña (Mt 21,40-41; Mc 12,; Lc 20, 15b-16a), para aunar al rebaño a fin de que todos pudiesen llegar a la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) y saborear del Árbol de la Vida (Ap 2,7; 22,2.14). Aquellos sacerdotes no santos, pertenecientes a una casa convertida en guarida de un espíritu inmundo, han saqueado la Viña del Padre, profanado Su Uva y perdido Su Vino (Mt 21,34-39; Mc 12,2-8; Lc 20, 10-15a).

¡La Viña de Dios pertenece al Padre Todopoderoso! ¡La Palabra y los Sacramentos de Dios pertenecen al Padre Todopoderoso! Y el Padre Todopoderoso dona el cuidado y la administración de Su Viña, de Su Palabra y de Sus Sacramentos a aquellos que Le son fieles, que son fieles a Cristo y a Su Sacrificio Salvador (Mt 21,42-43); a aquellos que han nuevamente acogido a Cristo y a Su Espíritu, bajado del Cielo en la Tierra de Amor para aunar todas las gentes bajo un único Pastor (Jn 10,16b).

He aquí que en la Nueva Jerusalén la Viña del Padre vuelve a ser resplandeciente (Ap 21,9-11) y rencuentra la propia autenticidad. Nuevamente la vid originaria, autóctona manifiesta la propia esencia y la propia sustancia, a fin de que la uva de la Viña del Padre pueda volver a donar el Vino nuevo, que en la Tierra de Amor se produce en pureza, para ser nuevamente donado a Sus hijos fieles (Mt 26,29; Mc 14,25).

He aquí la Misa cotidiana de los hijos de Dios, una Misa viva, continua y palpitante, que jamás el mundo podrá comprender (Lc 14,27). He aquí que, en la Madre Tierra donada por el Padre a Sus hijos fieles, los obreros de la Viña de Dios vuelven a trabajar con alegría, con gana y con santidad, agradeciendo al Padre por el llamado recibido, donándose en la totalidad a quien en Cristo vive, por Cristo ofrece y con Cristo vence.

He aquí la Nueva Alianza (Hb 8,8-13) restablecida por el Padre con los hijos de la Nueva Jerusalén, con los ministros de la Madre Iglesia, Una, Santa y Universal, nacida por voluntad del Padre para reconducir todo hijo y cada hombre y mujer de buena voluntad a vivir Cristo como único Bien primario (1 Cor 8,6), a fin de que en Cristo todos puedan rencontrarse como hermanos, como hijos del unigénito (Jn 1,14; 3,16.18; 1Jn 4,9) Hijo de Dios, Uno y Trino: Cristo.

El Árbol de la Vida (Ap 22,2), que en la Nueva Jerusalén es, aunque habiendo perdido aquella rama seca, aquella casa que antes era pero que ahora no es más, sigue creciendo lozano y santo, con Sus vivas raíces santas y nutritivas, a fin de que todos puedan volver a vivir en el Corazón del Padre y para que todos tengan la Vida (Jn 1,4; 6,40; 8,12) y la tengan en abundancia (Jn 10,10), por la eternidad.