Prepárate Nueva Jerusalén
y acoge a todas las gentes

Fiesta de la Epifanía del Señor
6 de enero de 2019

Evangelio: Mateo Cap 2 vv.1-12
Homilía del Pontífice Samuele

Hoy nuestra Iglesia está de fiesta y quiere vivir esta fiesta en unión de corazón con todos vosotros, que estáis aquí y con todos aquellos que se unen y se unirán con el corazón y con el espíritu a esta fiesta que comienza para poder proseguir y no terminar más; para poder llevar al mundo la manifestación de Cristo, Luz de todas las gentes (Mt 4,16; Jn 1,9; 8,12; 9,5; 12,46) que en esta pequeña Cuna del Niño Jesús vivimos y viviremos.

He aquí entonces que este anuncio que el Padre ha querido dar a esta humanidad debe poder llegar a los corazones de todos aquellos que aman a Cristo, que quieren vivir Cristo y la cristiandad, que se sienten perdidos en estos tiempos duros y difíciles por todo lo que la cristiandad está viviendo. He aquí que de esta Iglesia aún más se levantará la voz de los hijos de Dios para poder anunciar al mundo: «¡Venid! ¡Venid para adorar al Salvador! ¡Venid, acudid! Así como hicieron los humildes pastores (Lc 2,15) y así como hicieron estos tres Sabios, venidos de Países lejanos para adorar a Aquel que ha nacido (Mt 2, 1b-2), el Dios Niño que pacerá el pueblo cristiano para la eternidad (Mi 5,3-4; Mt 2,6), porque este estaba y está en el proyecto del Padre, para rescatar la cristiandad y para rescatar esta humanidad que es presa de un vórtice malvado del cual ya no logra salir».

He aquí que el Evangelio ahora escuchado, sacado del evangelista Mateo (Mt 2,1-12), nos lleva en aquel tiempo, nos lleva al tiempo en el cual estos sabios hicieron este viaje y se dejaron conducir por esta Estrella (Mt 2,9b-10), que había surgido, y sin bien comprender, sin saber lo que les habría esperado confiaron en la Estrella y se fueron. De oriente: esta es la dirección que el evangelista nos dona. Llegaron y pidieron: «¿Dónde está el Rey? Hemos visto surgir su estrella y hemos venido para adorarLo. ¿Dónde está el Rey?» (Mt 2,2).

Esta pregunta resuena hoy en nuestro corazón: «¿Dónde está el Rey?». Cristo, Rey de los reyes y Señor de los señores (Ap 19,16) ha bajado aquí, en esta Tierra de Amor, en esta Cuna, para poder acoger a todos aquellos que están en búsqueda del Rey de los reyes; que están búsqueda de la Verdad (Jn 8,31-32; 14,6°), que no puede ser relativa, sino que es absoluta; que están en búsqueda de la voluntad del Padre, del viraje del Padre, porque aquellos que buscan la Verdad han comprendido bien que la Verdad ya no puede estar donde no se cree en la Verdad absoluta, donde se proponen otras formas de verdad.

Aquellos Magos salieron de lejos dejando el propio país, dejando las propias convicciones y las propias creencias para buscar la Verdad, y la encontraron porque quisieron encontrarla. Y así hoy estamos llamados a hacer todos. Quien quiere buscar la Verdad tiene que ponerse de viaje, tiene que esforzarse. Y tiene que buscar la Estrella que les guiará y les conducirá al Rey.

La Estrella nos lleva a María, la Estrella de la mañana. He aquí la Madre Iglesia, surgida en estos tiempos, que llega a ser aquella Luz que conduce al Niño Jesús, Rey de los reyes y Señor de los señores.

He aquí que siguiendo a María, Madre Iglesia, se llegará a adorar al Dios Niño: poderLo contemplar, vivir; y dejarse maravillar por la obra del Padre, que nos ha querido donar este signo. Entonces se dijo: «El profeta había anunciado que a Belén habría nacido el Salvador» (Mi 5,1; Mt 2,6). Estaba escrito; pero aquellos que habrían tenido que hacer comprender no han hecho comprender al pueblo que aquella era la tierra que había sido indicada para encontrar al Salvador.

Hoy como ayer otra vez más está escrito que todo se habría cumplido en la “Nueva Jerusalén” (Ap 21,2). Así es profetizado por el evangelista Juan que ha escrito el libro del Apocalipsis. Sin embargo, a pesar de esto y a pesar de la Mozuela de Dios, Aquella que ha sido llamada por el Padre a anunciar la Nueva Jerusalén al mundo entero; a pesar del hecho de que esta Mozuela haya donado Su vida para anunciar al mundo que aquí está la “Nueva Jerusalén” que el Padre había preanunciado y que finalmente donaba a Sus hijos; a pesar de esto, los hombres, otra vez más, no han creído. Y aquellos que, ahora como entonces, habrían tenido que ayudar al pueblo para comprender las Escrituras que se estaban cumpliendo, han desviado el pueblo intentando otra vez más alejar al pueblo de la que era la intervención del Padre en la historia. Ahora como entonces.

He aquí el Padre que entonces hace surgir esta Iglesia, querida por el Padre, para manifestar al mundo Su voluntad de Padre. Muchos lo invocan: «Padre, ¿dónde estás? Padre, ¿por qué no intervienes?». El Padre ha intervenido. Pero son los hijos que tienen que escuchar la voz del Padre que habla en la historia por medio de Sus mensajeros: la voz del Espíritu, que conduce todos al Hijo.

He aquí esta Iglesia, querida por el Padre, expresión de Su voluntad que se manifiesta en el Dios Niño, que aquí yacepara atraer hacia Sí todos aquellos que están animados por la buena voluntad, que están en búsqueda de la Verdad, que huyen de las insidias de este mundo para rencontrarse en Dios, huyen de todo tipo de injusticia. He aquí que el Niño divino quiere atraer todos hacia Sí para donarles Su Misericordia y la Justicia de Dios (Bar 5,9).

He aquí que esta Iglesia ha sido elegida por el Padre para que todas las gentes pudiesen volver a adorar al Único Señor.Rey de los reyes y Señor de los señores, Cristo, sin mezclar Cristo con otras filosofías religiosas que no son expresión de Su voluntad, o con otras religiones con las cuales en el pasado el Padre ha estipulado Su Alianza pero que ahora, a la Luz de lo que ha pasado, ya no están en la Alianza con el Padre. Una es la Alianza que el Padre estípula a lo largo de la historia de vez en cuando. No se pueden haber contemporáneamente más alianzas (Hb 8,13). He aquí la Alianza del Padre con esta Iglesia (Hb 8,10). He aquí que en esta Iglesia, en esta Casa, la libertad reinará, cada hijo será libre de poder finalmente vivir Cristo, sin constricciones (Jn 8,32; Gal 5,1); y se será libre de venir y de irse. Nadie forzará los hijos a creer en Cristo. Se les invitará.

He aquí porque los hijos de esta Madre Iglesia tienen que ser ejemplo de unión y de fraternidad, para poder manifestar al mundo la gana de poder vivir Cristo, dándose ejemplo de verdaderos hermanos, de verdaderas hermanas, en esta fraternidad que debe, hoy más que nunca, caracterizarnos, para poder ser verdaderos hombres y verdaderos cristianos. Y así poder manifestar aquellos sentimientos y aquellos comportamientos que en el mundo hoy se han perdido: lealtad, rectitud, sinceridad, gana viva de vivir Dios como único bien primario.

Éste es el desafío de esta Iglesia, de esta casa, de la cual nuevamente ha partido el rescate cristiano. De este Monte Santo el Padre anima el corazón de Sus hijos a fin de que de aquí los cristianos puedan volver nuevamente por las calles de este mundo para anunciar a todos que Cristo ha vuelto, que el Padre ha mandado al Niño Jesús, una Parte de Sí, de Su Corazón, para restablecer esta filiación entre Padre e hijos, a fin de que todos aquellos que quieren ser hijos se hagan bautizar en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19), alejando la tentación sutil de quien ahora está enseñando que todos somos igualmente hijos de Dios. ¡No es verdad! Sólo quien se hace bautizar en el nombre de Cristo, en el nombre del Dios Uno y Trino es “hijo” (Jn 1,12); las otras permanecen “criaturas”. Por lo tanto, tienen que ser invitadas a convertirse al cristianismo y a no permanecer en la creencia religiosa o en la religión pasada. Éste quiere el Padre y éste con fuerza anunciaremos nuevamente en este tiempo que tenemos enfrente, para poder hacer hasta el fondo la voluntad de Dios Padre Todopoderoso. Ésta es la voluntad de Padre. Y sólo a la voluntad de Dios los hijos tienen que mirar y escuchar; no a otra cosa o a otros.

He aquí que de este Tabernáculo Viviente la Luz de Cristo nuevamente se manifiesta y se irradia a todas las gentes, parapoder hacer que todos puedan ver el Sol que ha surgido y que nunca más se posará (Lc 1,78). María, Estrella de la mañana, nos ha introducido en este nuevo Amanecer donde el Sol de Dios ha surgido y permanecerá alto en el Cielo; y recalentará el corazón de Sus hijos que quieren permanecer fieles a Cristo, único Pastor (Ez 37,24), único Salvador (1Jn 4,14).

He aquí que de aquí, de esta Casa, Casa de María, nuevamente se volverá a adorar el Dios Uno y Trino y se adorará a María, la toda bella, la toda pura, para hacer que su Corazón Inmaculado pueda dar alegría y pueda hacer volver en el centro la pureza de la fe. María. Esta es la Casa de María. Esta es la Casa de los hijos de María. María, Madre Iglesia, Nueva Jerusalén, que acoge a Sus hijos abriendo Su Corazón, Sus brazos, para hacer que cada uno pueda sentir el calor de esta Madre y ser mimados, acunado entre Sus mórbidos brazos. Y no más temer ningún mal.

Los hijos de Dios han rencontrado la Madre. Redescubrirán el Amor de esta Madre. De esta Iglesia el amor hacia la Madre de Dios volverá a resplandecer en el corazón de todos los cristianos, en la concienciación de que no se puede amar a Cristo si no se ama a María.

En esto revolucionaremos las creencias pasadas donde se tendía a desatar el amor hacia Cristo y el amor hacia María. No es así. Cristo y María. María y Cristo. Unidos en el único Amor que proviene del Padre. Cristo el Salvador, el Redentor. María, la llena de Gracia, Tabernáculo del Espíritu Santo, la Corredentora. María, Madre de todas las gentes, Mujer humilde, Esposa fiel, Estrella para todas las gentes que quieren encontrar a Cristo, Porta del Paraíso.

Esta es la fe de esta Iglesia, que manifestaremos al mundo que querrá nuevamente encontrar a Cristo, Rey de los reyes y Señor de los señores.

«Prepárate Nueva Jerusalén, abre las portas de Tu Corazón, para acoger a todos Tus hijos que a Ti vendrán más y más numerosos, de Oriente, del Norte, del Sur y de Occidente (Ap 7,9). Subirán el Monte Santo para adorarte, amarte; y poder contemplar en Ti al Señor, al Rey de los reyes, Cristo, el Salvador de todas las gentes».

El Sol ha surgido sobre esta Madre Tierra y nunca más tramontará (Is 60,20).

«Venid hijos que queréis vivir el Amor de Cristo y el Amor de María. Tened cuidado, no confiéis en los Herodes de hoy y de aquellos que se han puesto al servicio de Herodes para matar al Niño Jesús. Esta Madre Iglesia no lo permitirá. Se levantará alta la voz para decir a los hijos “¡atención!”. Herodes y sus sacerdotes de hoy están listos para detener el camino a los hijos de Dios que quieren venir aquí para contemplar al Salvador. No confiéis en quien os dice «Decidme, id para que yo también pueda venir para adorarle» (Mt 2,7-8). Mirad al corazón de estos. Donde veáis sinceridad de corazón, anunciad; donde veáis falsedad e hipocresía, ¡fuera! 

Defenderemos al Niño Jesús con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro corazón. Y anunciaremos al mundo entero que está animado por la buena voluntad que aquí el Padre ha mantenido Sus promesas sobre esta humanidad.

He aquí que en este día quiero dirigir un pensamiento particular a todos los gobernantes que están animados por la buena voluntad, que quieren servir a sus pueblos con amor y con verdadero espíritu de servicio. «Desataos de lo que es inicuo. Desataos de un poder que ya no cuida del Niño Jesús; sino que cuida otro. Sed vosotros a erigiros y a poder manifestar a los pueblos el amor que esta Iglesia quiere nuevamente donar al mundo entero animado por la buena voluntad, que quiere poner a Cristo en el centro de toda política, social, económica; porque sólo en Cristo se podrá encontrar la salvación (Hch 4,11-12) y sólo en Cristo podrá estar la paz que será estable sobre toda la Tierra (Lc 1,79)». En Cristo, con Cristo y por Cristo todo se podrá cumplir. Y así sea.