Acojamos a Cristo en nuestro corazón y nada faltará
Acojamos a Cristo en nuestro corazón y nada faltará
(Borrador)
En la Tierra de Amor que el Padre ha donado a la humanidad más y más resplandece y resplandecerá la Luz de Cristo (Jn 1,9), Luz de victoria (Hch 26,23), de esperanza y de salvación (2Cor 4,6). De la Pequeña Cuna del Niño Jesús, Tabernáculo del Corazón de Cristo, el Padre nuevamente ofrece a la humanidad el ancla de salvación (Is 48,8; Lc 1,69.71.77), para volver a levantarse, para volver a Dios, para volver a vivir la verdadera vida.
En la Isla Blanca, donde el Padre restablece la pureza de la fe, la Luz de Cristo está viva (Jn 1,4) y resplandece con respecto a un mundo que, habiendo perdido el Camino, la Verdad y la Vida, ha vuelto a vivir en las tinieblas (Jn 1,5).
En estos tiempos nuevamente ha aumentado la distancia entre el Cielo y la humanidad que, abandonado el Camino, se ha perdido; ya no logrando reconocer la Verdad, tantea en la oscuridad; habiendo perdido el contacto con Aquel que es Vida (Jn 14,6), se encuentra siendo árida y perdida. Cristo ha donado Su Vida para hacerla rencontrar a muchos (Jn 12,24), a todos aquellos que están animados por la buena voluntad, por el amor, por el verdadero amor.
En estos tiempos duros y difíciles la Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén está y siempre estará cerca de aquellos que con corazón sincero piden ayuda.
Jamás será rehusada la ayuda a quien pide para beber del agua de la Fuente de la Vida (Ap 21,6), que en esta Tierra brota directamente del Corazón del Padre, que en la Nueva Jerusalén ha puesto Su Morada (Ap 21,3), Morada metafísica de Su vivo Amor de Padre Bueno y Santo, Misericordioso y Justo.
Jamás será rehusada la ayuda a quien, con humildad, pide ser saciado por el verdadero Pan bajado del Cielo (Jn 6,51), acunado y curado por el amor maternal de María, la Siempre Virgen, la Toda Bella, la Toda Santa, la Inmaculada del Espíritu Santo, la Madre de Dios, la Reina del Cielo y de la Tierra, la Corredentora universal, a fin de que esta humanidad pueda nuevamente volver a encontrar el gusto, el sabor, la fragancia del Amor de Dios, del Pan vivo bajado del Cielo (Jn 6,57-58), que sacia el alma y el espíritu y dona alegría y regocijo a quien lo desea con humidad y sinceridad de corazón.
En estos tiempos de prueba, Dios está cerca de Sus hijos, a fin de que la humanidad pueda volver a vivir “el” Padre (Sal 52,7), apretándose en la oración viva y en la fraternidad santa. Unidos al único corazón que salva, Cristo (1Jn 4,14), todos pueden llegar a la salvación, poniendo corazón y voluntad (Is 56,1). No es un “regalo”, sino que es una cotidiana conquista (Gd 3), hecha de corazón y voluntad (Rom 10,10; 13,11) para que, al hacerlo, la misericordia de Dios llene lo que debe ser llenado y complete lo que debe ser completado, en Cristo Redentor y María Corredentora.
Quien es encontrado santo se salvará. Todos aquellos que están voluntariosos en el espíritu serán consolados y salvados. Todos aquellos que se esfuerzan, viven y manifiestan la pertenencia al Dios Uno y Trino vivirán el Cielo. Su alma será limpiada y salvada. Esta es la verdadera consolación de los hijos de Dios, que anhelan a la salvación del alma. Esta es la fe de los hijos de Cristo y de María, que en la prueba no desesperan (Col 1,24; 2Tm 2,10) sino que enfrentan todo con serenidad de corazón (Sal 130,2) y confianza viva en el Señor (Sal 27,7; 70,5; Ger 17,7).
Quien delante de la prueba se obstina en blasfemar a Dios (Gb 36,18), en perseverar en lo que es mal (Sal 63,6), acosando y apuntando a Dios, encontrará la misericordiosa justicia del Padre, que dividirá el trigo de la cizaña (Mt 13,30). El árbol bueno que produce frutos buenos será reconocido y apreciado (Mt 7,17); el árbol que ha perdido la linfa vital, el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, será manifiesto y sus frutos podridos y malolientes serán reconocidos y descartados (Mt 3,19; 7,19). Todo será puesto al descubierto. Aquella que se ha convertido en prostituta (Ap 17,1), será desnudada, depredada y saqueada (Ez 16,35-39; Ap 18,8). Las carnes de Jezabel serán devoradas por los perros (1Re 21,23; Ap 17,16). Su esplendor no será más (Ap 19,2). Y la Mujer de Dios resplandecerá aún más (Ap 21,2), en la esencia y en la sustancia, manifestando la única voluntad de Dios Padre Todopoderoso.
La humanidad no ha querido escuchar las sentidas apelaciones que el Cielo en el tiempo y con tiempo ha dirigido. El hombre en la prueba vuelve a descubrir la propia fragilidad, las propias ineficiencias (Sal 68,6). Dios es todopoderoso. El hombre sin Dios está nuevamente desnudo (2Tm 3,1-9). Nada se puede sin la viva protección de Dios. Volvamos a Dios y nada faltará (Sal 22,1; 2Tm 4,1-5). En Cristo y María todo se puede (Flp 4,13).