El Espíritu Divino guía
el despertar de los hijos de Dios

(Borrador)

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo Son (Mt 28,19). Y el Espíritu convencerá al mundo en lo referente al pecado, al juicio y a la justicia (Jn 16,8). Entonces quien tiene fe (Ab 2,4) y quien cree en Dios, en el unigénito Hijo de Dios (Jn 11,25-26), vivirá. Quien no cree en Dios morirá (Jn 2,18.36).

Es este el Espíritu (Gal 4,6) donado a todos a fin de que todos puedan creer en Jesús, Aquel que Dios ha mandado (Jn 12,44): creer en Sus obras (Jn 10,38), creer en Su palabra, creer en Él, esencia y sustancia del Padre; creer en Aquel que está vivo, es Persona: creer en el Espíritu de Verdad que conduce los hijos de Dios para contemplar el rostro de Dios (Jn 4,24), conduce de la mano cada hijo y aquellos que aspiran a conocer la Verdad, que entera se desvelará (Jn 16,13).

Todos aquellos que están lejos de la Verdad están llamados en este tiempo de misericordia y justicia a abrir el corazón para ver en las señales (Jn 7,31) la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Quien invocará el Espíritu Santo purificará el propio corazón (Hch 2,21) y se acercará a la Verdad entera. Pedid y se os dará (Mt 7,7). Llamad y se os abrirá (Lc 11,9). Pedid la amistad del Espíritu Divino para vivir plenamente Su fraternidad, a fin de que quien pide con fe pueda arrimarse a Su Corazón para contemplar la esencia de Dios (Jn 15,7).

De la Nueva Jerusalén, el Rincón de Paraíso en Tierra (Ap 21,2), Dios derrama Su Espíritu (Hch 2,33), un Espíritu vivo y eterno, un Espíritu que aquí ha establecido nuevamente Su alianza, renovando y restaurando la alianza nueva que el Padre había estipulado con los primeros cristianos (Ap 2,7). De la Tierra de Amor donde el Espíritu ha puesto Su Morada (Ap 21,3) comienza Su acción, acción de rescate de los hijos de Dios, de despertar de los hijos de Dios (Sal 16,15) y de infinito amor por el único Dios, el único Señor, el único Salvador (Is 19,20).

Ahora como entonces las obras y las señales ayudarán a muchos a comprender la Verdad, para poder acoger el Misterio de Dios querido por el Padre en esta Tierra bendita. De los frutos el Árbol de Dios se reconocerá (Lc 6,43). La Iglesia que el Padre en el tiempo y con tiempo ha querido e instaurado sobre este monte Santo tiene en el centro de la propia ciudad el Tabernáculo (Ap 21,23), donde los hijos fieles podrán adorar a Dios en Espíritu y Verdad (Jn 4,23), a fin de que la Verdad pueda ser comprendida en lo intimo y nadie pueda nunca más ser engañado.

Sobre el Monte Santo está la imagen del Niño Jesús, señal de Su Bondad, señal de Su Paternidad, señal de Su Invencibilidad (Jdt 16,13). El mundo verá y reconocerá la huella del Padre (Hb 1,3), porque más y más el Espíritu de Verdad (Jn 14,17) infundirá en el corazón de los hijos sapiencia y sabiduría. Y en Su Santo Nombre nuevamente todo se repetirá: muchos recobrarán la vista, muchos recobrarán el oído, muchos volverán a encontrar el vigor de la vida, porque muchos corazones serán revigorizados (Mt 11,5-6). Otros recibirán la recompensa de la vida eterna. Otros, que han abusado del Nombre de Dios, apoderándose de lo que es Suyo, recibirán otra recompensa, justa y veraz (Jn 5,29). Golpeada será la mentira por el Espíritu de Verdad. Golpeada será la iniquidad (2Ts 2,3). Golpeada será aquella casa que se ha convertido en guarida de víboras (Mt 21,13), que en su interior custodia el corazón de la maldad (Lc 20,47). Y el Padre probará quien ha, de manera incondicional, depositado la propia confianza en las manos de la iniquidad.

Los hijos fieles del Dios en este tiempo sabrán ser rectos y fuertes, para manifestar la única Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, que jamás tramontará porque eterna (Mt 16,18).

El Espíritu del Padre nuevamente se derrama sobre sus hijos en la plenitud (cf. Hch 2,3-4) a fin de que el Consolador (Jn 14,16) pueda conducir los cristianos y todos los hombres y las mujeres de buena voluntad a practicar la rectitud, con sapiencia y sabiduría, a fin de que toda gracia pedida en conformidad con la voluntad del Padre pueda ser concedida por el Padre y obtenida por los hijos.

Fuertes, santos y verdaderos. Éste es lo que distingue los hijos de la Madre Iglesia, animada por el Espíritu Divino (Jn 14,26), enviado por el Padre en la Tierra de Amor para hacer comprender la Verdad entera y hacer entrar muchos, cada vez más, en el Corazón de la eterna Bondad paterna (Lc 1,78), para ser verdaderos hombres y verdaderos cristianos y manifestarse como vivientes en Su Nombre (Rom 6,11).

Dios imprime sobre Sus hijos fieles Su sello de Padre, Hijo y Espíritu Santo (2Cor 1,22; Ap 7,3-4) porque todo se cumpla. La mano del Padre (Sal 137,7; 143,7) más y más se abaja sobre este mundo para dar fuerza y coraje a quien combate por la Verdad; y para detener más y más quien quiere combatir contra la Verdad (Ex 10,21), contra Jesús, el Salvador (Is 43,11; Lc 2,11), el Todopoderoso (Ap 11,17), el Rey de los reyes y Señor de los señores (Ap 19,6). Suya la Gloria y la Potencia en los siglos (Ap 7,12). Amén.