La esencia viva de la oración cristiana

La oración cristiana es viva y santa y acerca al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. La oración cristiana hecha con el corazón es invocación, dialogo, consuelo. Es acercamiento total al corazón del Padre (Mt 6,9-13).

La oración viva hecha con voluntad y fe sincera consigue del Padre todo beneficio (Sal 65,20). La oración ayuda cotidianamente a practicar el recto camino, a poner en práctica las enseñanzas que Jesús, Hijo de Dios, ha donado a esta humanidad.

La oración constante (Sal 139,7) hace que el corazón, el alma y el espíritu puedan seguir respirando y recibiendo el oxígeno santo que ayuda a vivir más y más la fe cristiana auténtica y santa, como ejemplo para los otros, así como ha hecho María (Lc 1,38), Aquella que es eje y ejemplo en las manos de Dios (Lc 1,49): ejemplar en pedir, en donar y en amar, amando a Dios sobre toda cosa (Lc 1,46).

La oración cristiana reside en el corazón de María (Lc 1,28), la Madre Universal, a fin de que cada hijo en el Corazón Inmaculado de María pueda sentirse amado, protegido y vivo.

La oración cristiana es descanso, es ganancia, esencia y sustancia de la palabra del Padre, que constantemente vela sobre Sus hijos a fin de que cada hijo pueda llamar al Padre (Sal 54,2; 60,2) y Dios, como Padre, pueda escuchar para donar (Sal 65,19). He aquí el intercambio vivo de amor que hay entre el Cielo y los hijos (Mt 6,6).

Esta es la oración cristiana. No una oración mecánica, no una oración hecha de apariencia sino una oración constante, espontanea e intima, que pide no sólo para obtener; sino pide para crecer y acrecentar cada vez más la fe en los corazones (Lc 17,6), para recibir toda gracia por el Padre según Su Santa Voluntad (Sal 118,16; Mt 6,10).

En el momento en el cual la oración cristiana lleva a ser una constante en la vida de cada hijo, ella genera más y más en el corazón de los hijos sentimientos buenos y santos. Así, la oración viva, cotidiana, alivia las cargas y los pesos de los hijos (Mt 11,30), para hacer volar los hijos ayudándolos a responder siempre “sí” al llamado. He aquí aquella ligereza de amor que el Cielo sostiene y alivia por amor de los hijos de Dios.

Muchos, en cambio, son aquellos que piden sólo para obtener. Aquella es una oración hecha con mando personal, que pretende sin dar. Una oración vacía. Una oración falsa. Una oración hecha sólo para secundar el propio “yo” (Mc 7,6-7).

Para el mundo ahora la oración es una pérdida de tiempo. No es una ganancia por el alma sino un sufrimiento mental que se convierte en una nueva esclavitud. Muchos piensan que liberándose de la oración se llega a ser libre de poder gestionar la propia vida, sintiéndose fuertes y por encima de Dios (Sal 9,25). Esta es la regla que muchos quisieran imponer en el corazón de muchos, haciendo creer que esta es la verdadera libertad personal.

La realidad es que la piedra angular, que es Cristo Señor, ha sido nuevamente descartada en muchos corazones (cf. Hch 4,11): puesta al lado, relegada en un rincón, lejana y cerrada con llave.

Éste es lo que de la fe cristiana muchos quieren y quisieran hacer, para dar espacio cada vez más a una filosofía religiosa que impone el odio por encima del bien, la infidelidad por encima de la fe auténtica; para dar espacio a un amor egoistico y desordenado, a un amor que enseña a amar a todo y todos sin dar el justo peso al Amor y poder así comprender de verdad “el” significado del Amor (Ef 3,19).

El Amor vencerá siempre todo tipo de odio (Rom 8,35) y hará triunfar cuantos en el Amor se han mantenido injertados (Rom 8,39). Y en este injerto (Jn 15,5) está y estará la señal de la victoria de los hijos de Dios (Jn 15,9b). El Amigo, el Hermano y el Maestro Jesús nunca abandonará a Sus hijos que a Él se encomiendan en la oración viva y santa (Jn 15,7), a fin de que, otra vez más en este mundo, la regla y el Mandamiento que encierra la Ley del Padre pueda nuevamente triunfar y hacer vencer los hijos de Dios (Mt 22,37-40): el Amor, el eterno Amor que nos ha enseñado y donado el Amigo, el Hermano y el Maestro Jesús (Jn 15,10).