La Fuente del agua de la Vida

Jesús es Padre, Hijo y Espíritu Santo, bajado en la Tierra de Amor para robustecer los corazones de los hijos de Dios e infundir en lo íntimo del corazón de cada hijo Su agua que sacia, purifica y hace renacer a vida nueva, la vida que en la Nueva Jerusalén (Ap 3,12) donará al mundo entero de buena voluntad una autenticidad verdadera y santa: la autenticidad querida por el Padre que en Hijo se dona a cuantos la piden.

Es esta la importancia de la oración ya mencionada: la oración constante (Sal 65,19), la oración cristiana hecha de ejemplo y de santidad (1Tm 4,12). Una oración viva que, dirigida con sinceridad al Padre, hace que, por medio del Hijo, el Espíritu Santo inunde los corazones de Su agua viva y fluyente, que regenera el corazón, refresca el alma y hace volar el espíritu.

Es esta la acción benéfica que los sarmientos reciben en el momento en el cual se mantienen injertados en la vid (Jn 15,4): aquella linfa vital que hace ser sanos, santos y listos, unidos al Padre, injertados en el Hijo para seguir transmitiendo la Luz (2 Cor 4,6), el verdadero Espíritu y saciar la sed de cuantos en el Espíritu buscan la Verdad (Jn 14,17).

Es esta la búsqueda continua que debe cada vez más contraseñar los hijos de Dios: la búsqueda continua del agua viva (Jn 4,10), que es Espíritu y es Santo (Jn 7,39), que les enseña a seguir el recto Camino y practicar la voluntad del Padre.

En muchos la linfa vital que procede del Padre y del Hijo ya no corre (Jer 17,13). Muchos han elegido saciar su sed de otro pozo, ya no lleno del agua del Espíritu Santo que dona la vida (Jn 4,14) sino lleno de un agua podrida que envenena el cuerpo, que hace el alma encadenada y que apaga el espíritu, aniquilándolo, porque otro espíritu, que no es santo, penetra en lo íntimo del corazón y hace morir.

La aridez espiritual ha golpeado gran parte de la humanidad y ha totalmente devastado muchos que tenían que permanecer al servicio de Dios y que ahora están al servicio del enemigo de Dios (Mt 21,33-39): quien por voluntad expresada; quien por un interés humano y personal. Estos últimos, ya no sintiéndose aptos a vivir en el mundo y no queriendo perder los privilegios que el mundo dona, han preferido y prefieren desistir de combatir la buena batalla (1Tm 6,12), alineándose totalmente al proyecto de descristianización del mundo que muchos quieren llevar a cumplimiento, traicionando la única doctrina que salva, Cristo.

Jesús ha venido en el mundo para volver a conducir la humanidad a respirar, a oxigenarse de Su Espíritu (Jn 4,24), donando al mundo Su Vida (Jn 15,13; Rom 6,4), a fin de que la humanidad árida y perdida pudiese volver a partir y renacer de lo Alto (Jn 3,3), donando a todos sólo un Mandamiento (Mt 22,37-40) que está impregnado de los Mandos del Padre: el Amor. Jesús (Lc 1,31), el Amor hecho Persona, quería que todos viviesen el verdadero Amor (Ef 3,19), a fin de que toda ligazón, todo contacto pudiese hacer resplandecer una fraternidad verdadera (1Jn 3,16), fundada en Su Corazón, encomendada al Corazón Inmaculado de María que hace puros cuantos a Ella con devoción se postran para recibir Cristo Amor.

El gran Amor de Cristo habría debido conquistar espiritualmente al mundo (1Jn 4,9) para hacer que toda ligazón pudiese ser desarrollada escuchando la voz del Cielo. Éste ha sido el esfuerzo y el sacrificio prodigado por los Amigos, por los Hermanos de Jesús, que desde hace dos mil años en adelante se han esforzado para hacer vivir todos en el único Cuerpo, que es Iglesia (Col 1,24), el único Espíritu (1Cor 12,11) que es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo.

Sin embargo, en estos tiempos últimos todo se ha perdido. Por esto el Padre, recalibrando Su acción, ha nuevamente donado la vida en esta Tierra de Amor, a fin de que todo se pudiese y se pueda regenerar (Tit 3,5); y a fin de que en esta Pila, llena del Espíritu Santo, todos aquellos que están animados por la buena voluntad y todos aquellos que están en búsqueda de la Verdad pudiesen y puedan abrevarse del agua de la Fuente de la Vida (Jn 7,37-38; Ap 21,6), que fluye del Corazón del Padre, que en María Madre Iglesia Nueva Jerusalén (Ap 22,1) se cumple, para dar nuevamente linfa y vigor al Pequeño Resto de Israel (Jer 31,7) que habría seguido, que sigue y que seguirá evangelizando el mundo para hacer comprender la única doctrina que salva, que es la Vid (Jn 15,1), que es Cristo (Jn 11,27), que es Persona (Jn 1,14), Uno y Trino (Jn 14,6).