Volved al Padre para ser mondados y regenerados

Dios Padre Todopoderoso ha tanto amado al mundo hasta donar nuevamente a todos Sus hijos una parte de Sí mismo, una parte de Su Corazón, Cristo, Su Hijo unigénito (Jn 3,16), hecho bajar en la Tierra de Amor para reconciliar en Cristo Su Corazón de Padre (2Cor 5,19; Col 1,20) con el corazón de los hijos, donando a todos Su gracia y Su infinita misericordia.

En la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) Dios ha establecido Su morada para acoger como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo todos los cristianos y todos los hombres y las mujeres de buena voluntad. Aquí Dios ha establecido Su Casa, una Casa sólida, viva y santa, “la” Casa (Ap 21,3), donde todos aquellos que quieren recorrer el Camino recto llegan para adorar al único Dios y para recibir la única Verdad (Jn 14,6), donde todos aquellos que quieren y querrán rescatar el pasado llegan para vivir plenamente una cotidianidad nueva y renovada en el Nombre del Hijo de Dios (Mc 10,45), queriendo ser listos y santos para cumplir con Su Voluntad.

He aquí el Lugar donde se adora a Dios, el verdadero Dios, Uno y Trino. «Pedid para beber y os se dará el agua (Jn 4,14) de la Vida (Ap 21,6). Pedid conocer a Dios (Lc 11,9; Jn 15,7) y se manifestará a vosotros con todo Su Amor, manifestándose en Su esplendor como Niño. Liberad el corazón y dejaos penetrar por la mirada del Niño Jesús (Col 2,2) para aliviar los pesos, cancelar los pecados (Sal 50,11), vencer el propio “yo” abrazando el verdadero Dios».

Fuera de la Nueva Jerusalén el mundo está en afán, boquea y más y más está perdiendo y perderá el Camino (Sal 1,6). Uno es el Camino (Sal 26,11), maestro; así como uno es el Maestro (Mt 23,10), que dona a los hijos Sus enseñanzas de verdadera Vida (1Tm 6,19), a fin de que la Vida, don del Padre, pueda nuevamente ser vivida y practicada en la totalidad en Cristo y María. Quien no vive la bondad, la rectitud, la generosidad y la autenticidad humana y cristianano está animado por buenos sentimientos. Quien vive para el mundo (Jn 8,23) todo hace a fin de que el mundo lo elogie, lo acaricie, lo idolatre, para llegar a ser ellos mismos ídolos. La mano de Dios Padre Todopoderoso aniquila todo ídolo (Ez 30,13; Mi 5,13). El Espíritu de Dios Padre Todopoderoso consuma toda idolatría (Zac 13,2). La esencia de Dios Padre Todopoderoso aniquila todo lo que es mundo y todo lo que quisiera prevalecer sobre los hijos de Dios.

He aquí el tiempo de gracia (Sal 56,4) y de misericordia (Sal 29,11; 43,27) dado por el Padre a cada hijo que quiere vivir intensamente este tiempo de oración (Sal 129,2; 139,7; 140,2) y en la unión fraternal (Hch 2,42), a fin de que la oración vuelva a ser centro de la vida de todos los cristianos y la fraternidad reine en el corazón de todos aquellos que quieren vivir la docilidad espiritual (Stg 1,21), la rectitud humana (Tb 4,6) y la voluntad viva (2Cor 8,12), para ser santos y verdaderos en propio ser y actuar.

Quien quiere vivir este tiempo de gracia y de misericordia (Sal 50,3) en la unión perfecta y total con Dios Uno y Trino ponga en el centro de la propia vida los Diez Mandamientos (1Jn 2,3; Ap 17,12), para vivir, siguiendo el ejemplo de Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, “el” Mandamiento de los Mandamientos, el del Amor, hacia Dios y hacia el prójimo (Lc 10,27), para vivirse todos como verdaderos hermanos, siguiendo el ejemplo de Cristo y María. He aquí la unión total y perfecta entre ministros y fieles, entre hermanos y hermanas que se viven para hacer vivir el Misterio de Dios, ahora atacado y denigrado, pero que nunca sucumbirá, porque querido por el Cielo.

Toda rodilla se plegará delante de Cristo Señor (Flp 2,10) y toda lengua proclamará Su alabanza (Flp 2,11). «Volved al Padre, todos vosotros, y Él os reconfortará (Mt 11,28), haciéndolos sumir y purificar en Su Pila (Jn 5,7), “la” Pila del Espíritu Santo, lavacro (Tt 3,5) de todas las almas, donde todo pecado será mondado (Sal 50,4), donde toda culpa será cancelada (Sal 64,4; 102,3) cuanto más viva es y será la voluntad de volver a ponerse en marcha con corazón arrepentido y humillado (Sal 50,19) para ser mondados en lo profundo (Sir 38,10), para ofrecer al Señor la propia vida (Jn 10,17) y la propia cotidianidad, diciendo, siguiendo el ejemplo de Aquella que es Madre en la fe: “Te amo, Jesús, te amo mucho, me encomiendo a Ti. No me dejes sola. Haz de mi lo que Te agrada. Hágase Tu voluntad”».