13 de Junio, el día de Fiesta y de Liberación
de los nuevos cristianos

El 13 de Junio es día de vida. El Niño Jesús en este día nuevamente ha bajado en la Tierra para donar a todos sus hijos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad su Amor y su Paz. Aquellos que han acogido, acogen y acogerán nuevamente al Verbo hecho carne, al Amor hecho Persona (Jn 1,14), son y serán los nuevos hijos, los hijos de la Nueva Jerusalén, los “nuevos cristianos” de esta humanidad.

Todos aquellos que con corazón sincero hoy invocan al Niño Jesús, todos aquellos que hoy con corazón sincero piden al Padre permanecer firmes en la fe (1Cor 16,13) en el Hijo Jesús, todos aquellos que hoy resplandecen de Luz, de la Luz que es Jesús, Cristo Luz (Jn 1,4) bajado del Cielo en la Nueva Jerusalén, recibirán como don la inmensa alegría, el infinito amor y la viva paternidad de Dios Padre Todopoderoso, a fin de que los nuevos cristianos puedan ser santos como santo es el Padre celestial (Mt 5,48), puedan estar vivos como vivo está el Hijo de Dios (Jn 5,26), puedan ser caritativos como caritativo tiene que ser cada “cristiano” (1Cor 13,2-3) que en Hijo Jesús y en el Corazón Inmaculado de María quiere totalmente vivir.

El 13 de junio es día solemne de fiesta en el cual el Cielo y la Tierra están unidos en la única realidad; día en el cual Jesús dona nuevamente a los nuevos cristianos todo su Amor, toda su viva fraternidad, soltando toda cadena (Is 58,6) y donando al corazón de sus hijos fieles, permanecidos firmes en la fe, su regocijo de Padre, de Hijo y de Espíritu Santo.

Los nuevos cristianos están llamados a estar en la esencia y en la sustancia contra todo tipo de esclavitud; los nuevos cristianos están llamados a ser en la esencia y en la sustancia obedientes, humildes y rectos (Flp 2,8), así como recta es María, Madre de Dios y Madre universal, Aquella que ha hecho de la rectitud el camino de cada hijo de Dios. Los nuevos cristianos están llamados a encarnar las virtudes de María para vivir plenamente el don de la vida, que el 13 de junio en la Tierra de Amor se manifiesta en el signo del Hijo de Dios (Mt 24,30), bajado en la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) para volver a llevar el orden y la santidad en el centro de la vida cotidiana de cada “hijo” de Dios.

En el bautismo los cristianos han llegado a ser “hijos” (Jn 1,12). En el Espíritu Divino los cristianos son santos. Y, en la Tierra de Amor, los cristianos son libres, porque experimentan y viven en la verdadera y eterna libertad que el Padre dona y quiere donar a todos aquellos que llegan a la Pequeña Cuna del Niño Jesús para creer, para vivir y para vencer el mundo.

El 13 de Junio es el día en el cual el Padre ha enviado una parte de Sí nuevamente en este mundo (Hch 1,11), para proveer a un difuso desamor, para proveer a una difusa desafección hacia Su Nombre; para proveer a una total falta de caridad que entonces existía y que todavía existe.

Desde aquel 13 de junio de 1947 en adelante el Cielo ha plasmado el corazón de una Niña que de verdad se preocupaba por los destinos de la cristiandad. Las manos del Maestro han plasmado aquel corazón de Niña, llegada a ser Mozuela, a fin de que su Corazón puro pudiese donar totalmente la esencia y la sustancia del Padre, para que en el Fruto divino bajado del Cielo muchos pudiesen rencontrar en la Nueva Jerusalén la verdadera fe, el verdadero Amor hecho Persona: Cristo Camino, Cristo Verdad, Cristo Luz (Jn 14,6), la Luz bajada del Cielo que dona la Vida, que es Vida. En la Verdad los hijos de Dios han sido sellados en el nombre del Dios viviente (Jn 17,17) para obtener en dote la Vida (Jn 10,10), por muchos no comprendida, por otros signo de la viva paternidad de Dios Padre Todopoderoso.

El mundo no ha comprendido el don hecho por el Padre (Jn 1,10). Pero quien lo ha acogido ahora vive y jamás perecerá, porque donde está Dios está la Vida y en la Nueva Jerusalén no hay espacio ni para el llanto, ni para el lamento, ni para el luto, ni para el afán (Ap 21,4), porque las primeras cosas han pasado y Dios hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5).

Los nuevos cristianos ya viven la nueva realidad, en la concienciación plena del ser “hijos” y no huérfanos, ciertos de la presencia y del amor de la Madre y del Padre, que en la Nueva Jerusalén en Cristo ha renovado y consolidado su Alianza, para hacer que antes de que acabe el tiempo todos aquellos que están animados por la voluntad de adherir al Proyecto del Padre puedan emprender el último viaje para alcanzar la eterna libertad y la eterna salvación. Uno es el Camino, una es la Verdad y una es la Vida (Jn 14,6). Y unigénito es el Espíritu, que en el Hijo es Persona (Jn 1,18; 3,16.18; 1Jn 4,9).