Los hijos de Dios viven en el mundo sin pertenecer a la lógica del mundo
Los hijos de Dios viven en el mundo sin pertenecer a la lógica del mundo
(Borrador)
Los hijos de Dios están llamados a vivir este mundo pero sin dejarse ir y seducir por sus adulaciones (Stg 1,12). Quien quiere ser luz, siguiendo el ejemplo de Cristo Luz (Jn 1,4), vive en el mundo sin pertenecer a lo que es mundo, a su lógica y a sus lisonjas (Dn 11,32), para poder ser aún más santos y ser levantados por el Espíritu – que es santo y es Persona (Jn 1,14) – más allá de quien en el mundo ha elegido de arrastrar (cf. Gen 3,14), habiendo preferido servir al Príncipe de este mundo (Jn 12,31), en vez de abrazar la Luz.
La Luz ahora ha nuevamente bajado (Ap 22,5) en esta humanidad árida y perdida, para iluminar las gentes y pacer el nuevo Israel de Dios (Is 42,6; 49,6) sobre los pastos herbosos de la Nueva Jerusalén. Quien se dejará conducir por la acción del Espíritu (Lc 4,1), enfrentará toda prueba, la vencerá para manifestarse aún más como Él es y llegar a ser, siguiendo su ejemplo, muchos pequeños Jesús (1Jn 3,2).
Quien vive el mundo está obcecado por la vanagloria, por el poder y por el dios dinero (Mt 6,24) y, más temprano que tarde, se encontrará siendo trastocado por la máquina infernal ideada por el enemigo de Dios para sofocar los corazones, para hacer los hombres nuevamente esclavos, aprisionándolos con las propias cadenas (Jer 34,16).
Lo que en este mundo ahora se considera fuerte está destinado a pasar. Todo pasará. Lo que no pasará son las palabras de Jesús (Mt 24,35), que no pasarán sin haber dado fruto. Quien se mantiene firme en la fe, confiando en Cristo Señor, jamás será decepcionado.
Aquellos que, a la merced del mundo, pierden y perderán definitivamente de vista el verdadero Amor y la meta final (Flp 3,14) por un mísero momento de gloria, humano y pasajero, no lograrán salir indemnes de la prueba cuando serán llamados a enfrentar la tentación más grande.
Aquellos que, con equilibrio, lograrán vivir en este mundo, viviendo con dignidad y en santidad del necesario, serán aquellos que, revestidos de la luz de Jesús (Is 60,1), heredarán la tierra (Mt 5,5) para vivir el Reino de Dios (Mt 6,33). De estos será honor y gloria (Ap 21,26).