El Altar privilegiado de Cristo

La Pequeña Cuna del Niño Jesús es el Altar privilegiado de Cristo, el Altar del mundo, donde Cristo Señor se manifiesta como verdadero Hombre y verdadero Dios (1Jn 5,20). De su Altar, Cristo levanta cada corazón que quiere ser uno con su Corazón, para comprender sus delicias y para comprender su Esencia y su Sustancia, de Hombre-Dios (Jn 10,33-38).

En la Pequeña Cuna Cristo Señor se hace Pan y se hace Vino, Pan y Sangre, Fuente inagotable del Amor del Padre (Jn 6,53-54).

En su Altar, Jesús acoge toda oración, toda petición y todo sacrificio (Sal 16,1) ofrecidos con amor y sinceridad de corazón (Sal 50,8), para contener todos en su Cáliz Santo y levantar todo al Padre, para el triunfo de su Iglesia (Mt 26,28).

De la Pequeña Cuna Jesús levanta sus hijos a su gloria, a fin de que estos hijos puedan tomar parte de Cristo, estar en Cristo, con Cristo y por Cristo y vivir en comunión con el Espíritu de Cristo, de corazón a Corazón (Rom 12,4-5).

He aquí el Altar de la victoria de los hijos de Dios, donde lo que se sacrificará será el mundo que no ha acogido la voluntad de Dios Uno y Trino (Ap 8,5), aquel mundo que será aplastado por la potencia del Redentor y de sus mártires corredentores, aquellos que han lavado sus vestidos en la sangre del Cordero victorioso, habiendo superado y vencido la prueba de la gran tribulación (Ap 7,13-17).

He aquí la comunión de los santos del Cielo que se unen a los santos de la tierra (Ap 14,1), aquellos que se nutren de Jesús, su Pan cotidiano, aquel que es Sustancia del Padre, Aquel que dona a sus hijos su Espíritu, que es Esencia de la voluntad del Padre (Lc 11,2-4).

Nada falta y nada faltará a los hijos dilectos de Dios, a aquellos que llegarán al Altar del mundo, acogiendo a Cristo y despojándose de sí mismos para revestirse de su Luz, la Luz que en la Tierra de Amor brilla (Jn 8,12), para aclarar las tinieblas que envuelven el mundo (Jn 1,5), donde las luces van apagándose más y más, donde ya no se anhela recibir el Pan de la Vida (Jn 6,35), sino donde la iniquidad exhala el último respiro para arrojarse más y más.

En el mundo que ha querido voluntariamente alejarse del recto Camino (Jn 14,6), perdiéndose en muchas lisonjas, en muchos pecados y en muchos oprobios contra natura, el desorden impera (1Cor 6,9-10).

La Jerusalén Celestial está viva y es santa (Ap 2,1-4). He aquí la Obra más bella de Dios, plasmada por las manos del Creador, Aquel que es bueno, humilde y santo; misericordioso y justo (Sal 115,5). En la Morada de Dios la santidad es y será soberana; el orden está y estará vivo; el Amor circula y circulará más y más (Jn 13,35).

La Cuna del Niño Jesús es el Tabernáculo de Dios, puesto en el centro de su Ciudad, que irradiará Luz y Santidad (Ap 21,22-23).

He aquí el Cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo que es “Iglesia” (Rom 12,5), donde late el Corazón de Dios: un latido puro y santo, que dona la Vida (Ef 2,19-22).

He aquí la esencia y la sustancia de quien quiere vivir, nutrirse del Cuerpo de Cristo, único sumo Bien, único Bien primario, para poder ser y hacer ser, para poder actuar y proclamar, para poder profesar y vencer (Sal 19,6), así como la victoria será de Cristo y de sus hijos fieles, a fin de que Cristo pueda más y más manifestarse como Rey de la Vida, Señor y Dios (Jn 15,1-8).

He aquí la adoración de Cristo en Espíritu y Vida (Jn 6,63) que sobre el Monte Santo de Dios se realiza (Ez 20,40). Y cada palabra proclamada toma concreción, forma y esencia. Y cada palabra escrita se realiza.

Cristo, el Hijo del Dios viviente, nada dejará a medias sino todo completará para cumplir hasta el fundo la voluntad del Padre, que en su Tierra de Amor ha encerrado y depositado su voluntad, a fin de que la Obra de Amor y de Redención avance para completarse en la plenitud. “A Ti Padre Santo ofrecemos toda oración que en esta Cuna se ofrece (Is 56,7), para hacer de ella algo grato a Ti, a fin de que la Luz de Cristo más y más se levante y venza y para que Tu soplo de Vida pueda donar alivio y certeza, para cuantos en Ti confían, para cuantos en Ti quieren vivir y para cuantos en Ti quieren vencer” (Ap 5,5).