La Fiesta de las fiestas

Bienaventurados vosotros que habéis escuchado el anuncio de salvación de la Mozuela de Dios. Bienaventurados vosotros que habéis creído y vivéis la Nueva Jerusalén, donde el Dios-con-nosotros anunciando y esperado habita y camina con sus hijos (Ap 21,2-3). Bienaventurados vosotros que creéis al cumplimiento de paz que el Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, hará vivir en la Tierra de Amor donada a sus hijos fieles (Mt 13,43).

He aquí esta Fiesta, la Fiesta de las Fiestas, Fiesta del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que en el Misterio del Niño Jesús quiere hacerse conocer y amar, como verdadero Hombre y verdadero Dios, en un infinito entrelazo de Amor de Espíritu y Vida (Jn 6,63).

He aquí la Fiesta que une el Cielo a la Tierra, para vivir Jesús en nosotros y nosotros en Él (Jn 15,4). En Jesús consisten y consistirán todos aquellos que abrazan y aman la Vida, signo de la Bondad del Padre (Lc 1,78), de su paternidad, que acompaña al Hijo a fin de que los hijos puedan consistir en el corazón de quien anhela recibir su Santo Espíritu.

He aquí la acción salvífica que de la Pequeña Cuna del Niño Jesús, Corazón del Padre, avanza, para purificar, lavar y hacer respirar muchos, los todos que quieren sumergirse en la Pila llena del unigénito Espíritu que dona la Vida (1Cor 15,45).; y la dona en plenitud.

Vivo y triunfante será el mensaje universal de la Madre Iglesia, de la Pequeña Cuna del Niño Jesús, Fuente inagotable del Espíritu del Padre, que avanza y actúa, para unir y dividir, para amar y hacer vivir, para amar y alejar, para amar y apretar a Sí todos aquellos que, amando al Hijo, amarán al Padre (Jn 5,23); y amando al Padre, amarán a Aquella que ha generado el Hijo, Tabernáculo viviente del Espíritu Paternal.

Quien en María se refugia, vive en el Corazón de Cristo (Lc 1,28); quien en María cree, por la eternidad recibirá la gracia del Hijo de Dios; quien en María querrá abrazar la Vida, la recibirá eternamente.

Quien en la Pequeña Cuna reconocerá el Hijo de Dios bajado del Cielo (Hch 1,9-11) para conducir todos a la salvación, recibirá el céntuplo en esta vida y la eternidad luego (Mt 19,29). Quien acompañará la acción del Espíritu que es fuente del Pensamiento del Hijo y de la Voluntad del Padre, será llamado para testimoniar la Verdad, porque la Verdad hace libres, libres y no sofocados por el pecado (Jn 8,32). El pecado llegará a ser una repulsión y con santidad será alejado cuando más se vivirá en el perfume del tesoro de Dios.

Todos aquellos que en la Fiesta de las fiestas pedirán con sinceridad de corazón el Espíritu de sapiencia y sabiduría, serán llamado hijos del Hijo de Dios, portadores de Luz y de Verdad, portadores de Aquel que es, porque su Nombre es salvación (Lc 24,47; Hch 4,12).

El Espíritu Santo sopla y soplará sobre la Casa de los cristianos, sobre la Iglesia querida por el Padre y animada por Su Santo Espíritu, para irradiar Luz y Verdad (Sal 42,3; Ef 5,9); a fin de que el brillo del esplendor de Cristo se pueda manifestar e irradiar en el mundo; porque el mundo vea y crea en la Fuente de la Luz puesta por el Padre en este mundo, con respecto a un resplandor de luz aparente que quema el mundo de ilusión, arideciendo los corazones y destruyendo las naciones.

«Conviértete, oh mundo, y cree que aquí ha nacido la salvación. La Nueva Jerusalén es el áncora de la salvación, donde los hijos de Dios están anclados sobre la roca» (1Cor 10,4).

La Tierra de Amor manifestará esencia y plenitud de la única fe (1Tm 1,14).

Vosotros, operadores de paz, invocad su santo Nombre, para recibir la gracia (Mt 5,9).

Vosotros, que tenéis cuidado de la verdadera fe, cantad himnos a Aquel que es (Gal 3,26).

Los operadores de iniquidad saborearán el verdadero significado de la justicia de Dios (Lc 13,27), porque sus pensamientos, sus conflictos y sus rivalidades serán quemados por el Fuego del Espíritu Divino (Mt 5,22).

He aquí la autoridad de Cristo Señor: la Obra suya y su Persona. Quien cree en esto se salvará; quien será incrédulo se perderá (Mt 5,22).

«Creed y amad, creed y vivid, creed para honrar a Dios en esta Cuna y en los hermanos (Jn 12,36), expresión de la voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, porque la gracia ha bajado y baja sobre la Pequeña Cuna del Niño Jesús, donde el Verbo hecho carne, el unigénito del Padre, lleno de Gracia y de Verdad (Jn 1,14), ha bajado del Cielo para donar el soplo de la Vida (Job 33,4), su soplo de unigénito Hijo, que del Padre ha nacido y que al Padre todos quiere llevar, a fin de que en el nuevo Edén se pueda vivir y amar y saborear del Árbol de la Vida (Ap 2,7), en la plenitud: el Árbol, centro del Corazón del Padre, donde la Vida es y sus ramas son lujuriantes y santas (Ap 22,2)».